«Es que en ignota vergüenza
sumirla quieren quizás,
y como Navarra en más
estima su honor que nada
será siempre noble aliada
pero vil sierva jamás.»Hermilio de Olóriz
«A Navarra» en «Ecos de mi Patria»
Pamplona, 1900
Navarra, reino medieval; Navarra, el Estado político que construyeron los vascos en la Alta Edad Media cuando otras sociedades europeas realizaban la misma tarea, con la particularidad de que quien lo hizo era la población que llevaba siglos en el mismo territorio, mientras en otras eran pueblos venidos del Este de Europa. Navarra, pueblo adelantado en plasmar su específico Derecho consuetudinario en el Fuero Antiguo, a comienzos del siglo XIII. Navarra, siempre tierra de frontera con los conflictos consiguientes: reinos musulmanes o cristianos próximos, potencias hegemónicas o de nivel medio, ocupantes agresivos o vecinos amigos, de organización social y política similar.
Más tarde, tras las conquistas de 1200 y después de la de 1512-21 con la consiguiente ocupación castellana, en la que la mayor parte de lo que quedaba con el nombre de reino de Navarra, mostró una enorme capacidad de hacer «de necesidad virtud». Esa parte de Navarra que conservaba su nombre histórico creó, desde el sometimiento, un modelo de sociedad autocentrada y resistente, en lo posible, a las intromisiones castellanas. En esa Navarra, en la que «el reino», es decir el pueblo de Navarra constituido en Estado, construyó un entramado jurídico-político que, siguiendo el anterior espíritu de la organización del reino independiente, evolucionó acorde con los tiempos hasta que el peso y la capacidad militar del unitarismo de la monarquía española lo asfixiaron y destruyeron.
En el resto del Estado navarro, tras 1521, se manifestó un fenómeno interesantísimo de puesta al día, en el que las virtualidades de la cultura política navarra dieron paso, de forma síncrona con el resto de estados europeos modernos, a una profunda reforma intelectual. Bajo Margarita de Navarra, esposa de Enrique II el Sangüesino, se reunió en la Corte de Pau lo más granado de la intelectualidad europea de la época, próxima del erasmismo o de la reforma. Con su hija Juana III, convertida al calvinismo, se publicó en lengua vernácula, euskera, la edición del Nuevo Testamento traducida por Ioannes Leizarraga en la misma época en que Martin Lutero lo hacía a su idioma nacional: el alemán.
«Navarra es Navarra» es una afirmación muy utilizada, sobre todo en ámbitos próximos a quienes actualmente controlan el poder delegado de España en la que llaman Comunidad Foral. «Navarra es Navarra» en realidad es una tautología, ya que emplea como definición el elemento a definir, ambos son iguales y una definición exige más precisión y una explicación comprensible del primer elemento. Lo que sucede es que se utiliza como una figura retórica en la que la primera «Navarra» (elemento a definir), no expresa lo mismo que la segunda (definición o explicación). En la segunda parte se dan por supuestas muchas cosas y, entre ellas, la que quien expresa la frase desea que se entienda y que, es en este caso, el «status quo» actual.
Quienes utilizan sobre todo esta expresión en realidad quieren decir: «Navarra es nada más que Navarra». En ese «nada más» se concentra la situación actual en la que Navarra es una Comunidad Foral «diferenciada» dentro de la Monarquía española por tener un «pacto original». El pacto original no existió, la realidad fue conquista y sometimiento puro y duro; si se disfrazó de «pacto» fue para suavizarlo y hacerlo más digerible para el pueblo navarro. Esto equivale a que la Navarra que entienden ellos es una Comunidad Autónoma como cualquier otra dentro de España y la diferencia se traduce en que ha sido la única que no ha refrendado mediante voto, aun dentro de su propio sistema político, su actual estatus. En honor de la verdad hay que decir que Navarra dispone de una fiscalidad propia, que es originaria, residuo de la época de su soberanía plena y que se ha mantenido en tanto en cuanto su eliminación todavía podría suponer serios problemas de incardinación en el Estado español actual. Esta «peculiaridad» es compartida, con los mismo atributos de soberanía residual, por los territorios que hoy forman parte de la llamada Comunidad Autónoma del País Vasco dentro de la misma organización política citada.
Hay otros que piensan también que «Navarra es Navarra», pero en el segundo elemento ven una especie de «Navarra es ni más ni menos que Navarra». En el «ni más ni menos», se incluyen elementos mucho más positivos. En el «no es menos que» se incluye su trayectoria histórica como elemento matriz de Euskal Herria, aunque la encontramos limitada ya que se complementa con un «no es más que» otro herrialde del conjunto vasco.
Nosotros pensamos netamente que «Navarra es nada menos que Navarra», así de claro, pero en el segundo elemento incluimos a Navarra como la expresión política histórica más elevada, como Estado independiente, de Vasconia. La entidad política que ha permitido a nuestra sociedad transitar desde la Edad Media hasta la modernidad y llegar al presente, a pesar de todas las presiones y conquistas de sus vecinos, con unas ciertas posibilidades de supervivencia y desarrollo. Vemos a Navarra como el referente político de Euskal Herria. Consideramos que Navarra es el aspecto político de nuestro país, de todo nuestro país. Para nosotros Navarra tiene el valor simbólico de la libre determinación de la Vasconia del siglo XXI. Como para Montenegro lo tuvo su pasado histórico.
Navarra siempre ha sido, y sigue siendo, un «territorio de frontera», no sólo geográfica, sino principalmente simbólica. Los que han pretendido históricamente y lo siguen haciendo con afán hoy en día, siempre han sabido que reducir a Navarra, el territorio y gentes que usan el gentilicio de «navarros», integrarlos en el sistema político español, o francés en su caso, es la forma más eficaz de reducir la resistencia de toda la Vasconia histórica y lograr su derrumbe, primero político y después lingüístico y cultural. Saben que destruyendo o simplemente tergiversando el patrimonio de Navarra, destruyen la centralidad política de todo lo vasco. El problema principal es que posiblemente quien ignora estas cuestiones es nuestra propia sociedad.
Los españoles conocen esto perfectamente desde finales del siglo XVIII sobre todo. Las conquistas de los siglos XI y XII y los conflictos posteriores (Guerras de banderizos) que duraron hasta el siglo XV finalizaron mediante las medidas de Enrique IV de Castilla que estabilizó y dio origen al llamado «Sistema Foral» de las provincias Vascongadas. De este modo desde finales del siglo XV y hasta el XVIII, no sin conflictos (matxinadas etc.), Castilla había mantenido separado el sistema político de las Provincias Vascongadas del navarro. La última arremetida contra todo el sistema foral vasco realizada por Godoy catalizó la unidad del país en contra de la misma. De todo el país. En efecto, si bien los episodios bélicos de la Guerra de los Siete años (Primera Guerra Carlista o la Guerra de Navarra, como la llamaban internacionalmente muchos contemporáneos) se desarrollaron en la parte ocupada por España, la intendencia y apoyos logísticos tenían lugar al Norte, en la zona ocupada por Francia.
Para el nacionalismo español tal unión era intolerable por el peligro «separatista» que implicaba y la política española durante el resto del siglo XIX y XX tuvo como máximo objetivo «el rescate» de Navarra, de esa parte de Navarra que seguía manteniendo el nombre y que, por ello, era simbólicamente de gran valor. Y en esa pelea seguimos.
Desde nuestro punto de vista, Navarra es mucho más que un simple eslogan. La carga simbólica de Navarra la asumen plenamente los españoles y sobre todo sus estrategas; mientras que, por desgracia, muchos de entre nosotros no lo perciben así. Sin esa valoración de Navarra seguiremos con la autoestima a ras de suelo y poco podremos avanzar hacia nuestra normalización y democratización reales. Mientras el veneno del autoodio siga infiltrado en nuestra sociedad y el complejo de minoración continúe su sorda labor de zapa, será difícil salir de la cueva y tomar luz y aire frescos.
Pensamos que Navarra es el futuro político de Euskal Herria, es la forma del Estado de los vascos reconocida internacionalmente durante muchos siglos y al que nunca hemos renunciado, en el mundo globalizado actual y en la Europa unida, no bajo el signo burocrático y totalitario de los actuales estados, sino de sus naciones vivas, reales y democráticas. Es nuestro aporte a la construcción de un planeta justo y solidario.