Seamos realistas, lo es, lo ha sido y lo será. El matiz, importantísimo en esta ocasión, es sa-ber quién la ha estado, y está, utilizando como «moneda de cambio». En este caso, tal vez la sorpresa para algunos sea mayúscula, porque quienes han gustado de utilizar a Nafarroa como arma arrojadiza durante muchos años son precisamente los que ahora avisan de paranoicas conjuras destinadas a entregar la Comunidad Foral de Navarra a los «vascos sedientos de las riquezas de Nafarroa». Ahí quedan las últimas apariciones públicas, e histéricas, del presidente del gobierno de Nafarroa quien, como Luis XIV, asume que él es Nafarroa y que todo lo que a él no le gusta no es bueno para sus «pobres e incultos navarricos».
Evidentemente esta actitud sólo demuestra el nerviosismo de aquéllos que ven que se les acaba el chollo de, supuestamente, defender a Nafarroa en una cruzada contra los vascos invasores-comeniños-violamujeres. La tan deseada paz traerá in-defectiblemente una nueva mirada de las gentes que viven tanto en la Comunidad Foral de Navarra como en la Comunidad Autónoma Vasca, una mirada que espero sea de compresión y de aceptación mutua, una mirada de respeto y, por qué no, de cariño. Y eso a mucha gente no le gusta, les deja sin trabajo.
No es cuestión de hacer un recorrido histórico muy detallado para encontrar a lo largo de la Edad Media casi media docena de repartos del Reino de Navarra acordados por los «hermanos» reinos de Castilla y Aragón. Entre los siglos XV y XVI, los que se quisieron repartir el pastel como buenos amigos fueron las coronas de España y Francia, consiguiéndolo de forma definitiva en el siglo XVII. Siglos después el franquismo convirtió a Nafarroa en un baluarte (ya sabemos de dónde les viene a algunos el gusto por este término) político que se opuso a las «provincias traidoras» de Gipuzkoa y Bizkaia.
Pero, con toda seguridad, el período de la historia en el que Nafarroa se convirtió en una «moneda de cambio» en toda regla fue durante la Transición. Publicaciones recientes demuestran bien a las claras cómo la derecha española se tomó muy en serio lo de destruir la posible construcción de una única entidad política compuesta por las actuales CFN y CAV. Era una cuestión de Estado y para ello se vieron obligados a implicar a todos aquellos que podían evitar dicha hermandad, en especial al PSOE.
Por aquellas fechas, y más allá de las acciones de ETA, Nafarroa se convertía en un campo de tiro donde morían en las calles, asesinados por fuerzas parapoliciales y policiales, desde carlistas hasta militantes de izquierda. Fue entonces cuando el PSOE también usó a Nafarroa como elemento político para negociar con los unos y con los otros, vendiéndose al mejor postor más allá de sus planteamientos doctrinales. Mira si habrá dado vueltas el PSOE, que releyendo un informe de la comisión ejecutiva de 1976 uno se encuentra con perlas como la siguiente: «El Partido Socialista propugnará el ejercicio del derecho a la autodeterminación, por la totalidad de las nacionalidades y regionalidades que compondrán, en pie de igualdad, el Estado Federal que preconizamos» (página 145). ¿Estaban Bono, Rodríguez Ibarra o Chivite en el PSOE por aquel entonces?
Parece evidente que el giro copernicano, escorzo manierista diría yo, llevado a cabo por los socialistas durante la Transición se debió a que la derecha española, obligada como estaba, les abrió el tarro de las esencias del poder y que éstos, deslumbrados por las refulgentes luces, pero condicionados a aceptar y asumir determinadas «cuestiones de estado» (entre ellas Nafarroa), pusieron en uno de los platos de la balanza sus ideales y en el otro la posibilidad de llegar al poder. El PSOE no lo dudó, es más, destrozó a martillazos la balanza para no tener que mirar nunca más hacia atrás. Se habían subido al carro.
Por otro lado, y volviendo a la actualidad, los navarros somos los únicos integrantes del estado español que disfrutamos, aunque sea mínimamente y de forma sesgada, del derecho de autodeterminación. La Transitoria Cuarta (por cierto, generada a instancia de los nacionalistas vascos que supuestamente quieren invadir Nafarroa, menuda contradicción) nos concede una libertad de acción de la que carecen la mayoría de las naciones que componen el estado español. Sin embargo, los defensores de las malentendidas «esencias navarras» (es decir, los garantes de su españolidad y su foralidad) quieren acabar con ese principio de libertad, no sea que los navarros, en un momento de locura (este término utilizado por el actual presidente de la CFN demuestra bien a las claras el desprecio que tienen hacia la población navarra y su madurez política), decidan iniciar un proceso de colaboración política con la actual CAV.
Pero ¿qué esencias defienden estos señores si Nafarroa era un estado independiente que fue agredido por una potencia imperialista a la que ellos se sienten agradecidos? Evidentemente, no defienden las esencias reales de Nafarroa, simplemente protegen las españolización de la misma porque esto les ha beneficiado, y mucho, a lo largo de la historia. Como historiador me resulta desconcertante que aquellos que justifican en sus libros de historia un acto de violencia como lo fue la conquista de Nafarroa, vengan ahora a hablarnos de la proyectada invasión de los vascos y defiendan exacerbadamente la españolidad de Nafarroa. Pero ¿es que acaso Nafarroa no fue invadida por España? Resulta irónico, pero acusan al nacionalis- mo vasco de falso, invasivo, violento, anexionista y conquistador cuando todos estos adjetivos sólo pueden aplicarse con exactitud a lo ejecutado por España a partir de 1512.
Lo cierto es que Nafarroa ha sido para ellos el elemento imprescindible para poder acabar con la posible existencia de un estado vasco (o navarro, lo mismo da). Nafarroa es la esencia, el corazón y el alma de un posible estado independiente, y ellos lo saben. Y por eso tienen que mantener separados a los unos de los otros, y a ser posible enfrentados. La sola mención de un potencial entendimiento o herma- namiento entre ambas entidades territoriales pone los pelos de punta a los líderes de la españolidad de Nafarroa. La propia actualidad nos lo demuestra día a día, y que nadie dude que utilizarán todos los medios a su alcance para evitar una aproximación de dos espacios políticos que jamás habían estado tan separados a lo largo de los últimos siglos como lo están en la actualidad.
La conclusión es evidente. Dice el refrán que piensa el ladrón que todos son de su condición, y en este caso el dicho viene que ni pintado. Aquellos que ahora hablan del precio político que se va a pagar por la paz, han estado usando a Nafarroa como arma arrojadiza durante años. La derecha, con las armas encima de la mesa durante la Tran- sición, y la izquierda, con sus constantes cambios de ideología, han utilizado a Nafarroa según les ha convenido, aunque a fin de cuentas los intereses de ambos grupos políticos son los mismos: los intereses de España
¿Qué Nafarroa es «moneda de cambio»? Eso lo dicen precisamente los que la han estado utilizando a lo largo de la historia. Y si no que algunos hagan memoria.