Nacionalistas de poca monta

Digo esto de poca monta para ahorrarme una expresión peor sonante, y bastante más ajustada a la realidad. Y hablo, por si había alguna duda, de los nacionalistas españoles (me ahorraré cualquier referencia innecesaria, imprecisa y sobrante en si son de derechas o de pretendidas izquierdas).

Parece que los nacionalistas deberían estar a favor del progreso de su nación en todos los ámbitos. También en lo económico. Y yo diría que es así en prácticamente todos los casos. ¿En todos? No. Hay una pequeña aldea que se resiste con todas sus fuerzas a esta lógica universal. Se llama España. Y considera -a todos los efectos- que los territorios situados en la costa mediterránea de la península ibérica son plenamente suyos por derecho de conquista (la última vez, en 1939, si no contamos el engaño de la transición como una nueva conquista).

Sin embargo, cuando llega la hora de pedir financiación para construir una línea de tren que -por una vez- no debe servir sólo para satisfacer las pulsiones faraónicas de los reyezuelos de taifas de turno, y para garantizar el derecho universal de todos los madrileños a tener playa, los nacionalistas españoles no eligen la opción que daría más beneficios a su autoproclamada nación indivisible, sino que hacen lo imposible para que la Unión Europea financie otra, que será claramente menos rentable.

Como dice el eurodiputado Ramon Tremosa, no hace falta ser un genio para saber a ciencia cierta por dónde debería pasar una vía de conexión con Europa. Basta con echar un vistazo al mapa nocturno que proporciona Google Earth, y lo veréis claro. ¿Dónde están los puntos de luz que señalan la existencia de infraestructuras? Efectivamente, en la costa mediterránea. ¿Y por dónde pretenden nacionalistas reconocidos como el actual ministro José Blanco hacer pasar la conexión ferroviaria? También lo habréis adivinado: por la oscuridad de la meseta.

En mi opinión, esto sólo admite dos tipos de explicaciones. O bien son rematadamente imbéciles (lo que no debería descartarse del todo) y no tienen intención de obtener el máximo rendimiento de la inversión (se supone que esto es la conducta racional, en términos económicos), o bien no consideran que los territorios mediterráneos perfectamente identificados por el ilustre señor Google Earth forman parte de su nación.

Si su país es el que conforma la meseta y el resto de territorios de raíz y cultura castellana, entonces la cosa se entiende perfectamente, y no hay atribuirles una imbecilidad que yo -francamente- no creo que en justicia les corresponda. Si es así como ven las cosas, es perfectamente comprensible que quieran potenciar una infraestructura favorecedora de su país. Sólo una precisión: si reconocen tan abiertamente que nosotros no somos de los suyos, y que los lugares donde vivimos no son dignos de ser tratados como territorios españoles, sólo hay que esperar dos cosas: que dejen de llevarse nuestro dinero y que retiren el ejército de ocupación.

Después de esto, tal vez ya podremos negociar con personas capacitadas para razonar en términos de viabilidad, interés y beneficios económicos, por donde debe pasar un tren capaz de contribuir al bienestar económico de Europa. Las otras consideraciones, las propias de un nacionalismo de miras más cortas que la vocación democrática de Fraga Iribarne, podemos dejar que las debatan entre ellos, en los ratos libres que no dedican a su espectáculo emblemático de torturar animales hasta la muerte.

 

http://hortaestant.blogspot.com/