La Iruñea del siglo VIII era una ciudad dominada por los musulmanes, con una parte de la población llegada del norte de África que se mezcló con los locales y en la que algunas personas lucían estéticos limados dentales. Así lo indican los restos del cementerio de la Plaza del Castillo.
Población del norte de África que se mezcló con los habitantes originarios, que lucía estéticos limados en los dientes y donde la violencia estaba presente. Así eran los musulmanes de la Iruñea del siglo VIII, según ha desvelado el estudio de los restos encontrados en el cementerio musulmán de la Plaza del Castillo, tal y como recogen los trabajos realizados por Patxuka de Miguel y Lara Fontecha en base a la osteoarqueología y la genética.
El cementerio musulmán de Iruñea, o maqbara, fue localizado en 2002 durante las obras realizadas en la Plaza del Castillo para construir un aparcamiento, aunque no está excavado en su totalidad. Según señala De Miguel, por el momento es «el más antiguo identificado en la península Ibérica» y se utilizó durante el siglo VIII, sin que tuviera un uso posterior documentado.
En la zona trabajada, fueron identificadas 172 sepulturas islámicas, en las que se recuperaron 177 esqueletos en diferentes estados de conservación. Se trataban de personas tanto adultas como niños de diferentes edades, por lo que se descarta que fuera un espacio funerario relacionado con un enfrentamiento bélico puntual, sino más bien del cementerio de una población musulmana asentada en el territorio.
Los enterramientos de la Plaza del Castillo conformaban una maqbara porque el ritual funerario identificado era «claramente islámico», según señala De Miguel en sus trabajos sobre el cementerio, ya que son inhumaciones «individuales, en decúbito lateral derecho y orientadas de forma que la mirada quedara orientada hacia el Este-Sureste», es decir, hacia La Meca.
Además, carecían de ajuar, a pesar de que se encontraron un anillo, una placa de bronce y un fragmento de cuerno cortado con instrumento de filo.
Ese era el escenario, pero ¿qué nos dicen los restos de las personas que fueron enterradas en ese lugar? A pesar de la limitación que supone que correspondan a una parte del cementerio, la muestra nos deja una imagen de hombres que tenían una estatura media de 167 centímetros y que en el caso de las mujeres era de 156.
Entre las personas enterradas, había un claro predominio de esqueletos de entre 1-4 años y un descenso en edades sucesivas, un dato esperable teniendo en cuenta la época. En cambio, sí que ha llamado la atención de los expertos que entre los esqueletos juveniles, los hombres sean numéricamente superiores a las mujeres, ya que, en ese tramo de edad, era más habitual la muerte entre ellas a causa del inicio de la fase reproductiva y las complicaciones de los embarazos y partos.
De hecho, en dos tumbas se identificaron restos de dos mujeres fallecidas durante la gestación y de sus fetos no nacidos.
Las autoridades de Al Andalus asentaron hombres norteafricanos en Iruñea durante su dominio de la ciudad. (GETTY IMAGES)
Pero esos restos cuentan más cosas sobre los musulmanes de Iruñea gracias al ADN, hasta establecer el lugar de origen de esas personas. Según un trabajo realizado por Lara Fontecha y del que se hace eco De Miguel, el estudio genético disponible muestra «una alta complejidad poblacional en la que dos tercios de los hombres estudiados tienen marcadores paternos africanos, siendo menor en el caso de las mujeres, si bien en ellas se conocen los marcadores genéticos maternos».
Por lo tanto, se trata de una población en la que hay hombres y mujeres con genética africana, local y mixta, lo que representa a la primera generación de habitantes que se asentaron en Iruñea procedentes del norte de África y las posteriores combinadas con gentes locales que se han convertido al Islam.
Este dato vendría a confirmar lo recogido en las fuentes escritas que hablaban de Iruñea como «ciudad de moros» después de que la invasión islámica de la península llegara a la capital de los vascones hacia los años 714 o 715. Y también vendrían a corroborar lo señalado por Ibn Idari al-Marrakusi, quien recogió que fue costumbre del valí Uqba, mandatario de Al-Ándalus, de «combatir a los idólatras todos los años, y les tomaba sus ciudades», y que sometió «Bambeluna, que hizo poblar de muslimes».
Limado estético de los dientes
Otro aspecto relevante que ha deparado el estudio de los restos tiene que ver con las modificaciones dentales realizadas con una intencionalidad estética y que, a pesar de que está especialmente presente entre las mujeres, también aparece en algunos hombres.
Se trata de un limado en los incisivos superiores que es ajeno a las sociedades altomedievales peninsulares, por lo que tendría un componente cultural árabe. Sin embargo, esa costumbre fue adoptada por la población autóctona islamizada, ya que no está siempre presente en descendientes de personas procedentes del norte de África. Esa circunstancia supone que, en algunos casos, esas modificaciones se hicieron en la misma Iruñea.
Además de esa adaptación cultural, el análisis de las personas enterradas en la maqbara iruindarra muestra la violencia existente en esa época y que no tendría que ver con muertes en una batalla, ya que los fallecidos están diseminados por el cementerio, por lo que se tratarían de víctimas de enfrentamientos interpersonales.
Las muertes violentas se aprecian en cinco casos, con dos tumbas en las que se encontraron restos de personas que habían recibido varios golpes de espada o hacha, en un caso seis y en otro nada menos que 18, lo que evidencia un «acorralamiento con ensañamiento durante el enfrentamiento», señala De Miguel. Uno de los casos tendría que ver con una ejecución por decapitación.
También se ha encontrado una lesión craneal por arma blanca en la que se constata una larga supervivencia, y en diez enterramientos se han localizado fracturas de cúbito o de cúbito y radio claramente cicatrizadas.
En todos los casos, se trataban de hombres, con una edad que varía y que va desde jóvenes entre 15 y 20 años a adultos maduros, y que vienen a evidenciar el manejo temprano de las armas, una actividad de la que se mantendría al margen a las mujeres.
El rastro de esos combates evidencia el clima de enfrentamientos existentes entre musulmanes y cristianos o incluso entre facciones diferentes de musulmanes por el poder de una ciudad que en la siguiente centuria terminaría convirtiéndose en la capital del reino de los vascones. Una entidad política que mantenía relaciones con los Banu Qasi de Erribera, pero en la que la población musulmana dejó de estar presente en vista de que la maqbara ya no volvió a ser utilizada.
Naiz