La vida de Catalina de Foix, reina de Navarra, no fue muy larga (1468-1517), muriendo poco después de la ocupación (1512) de una parte de los territorios del reino. Hija de Gastón de Foix, príncipe de Viana, y de Magdalena de Francia, se casó a los dieciséis años con Juan de Albret, quien tras la muerte del rey Francisco de Foix, conocido como Phoebus (1469-1482), accedió al trono, siendo ambos, Juan y Catalina, coronados reyes de Navarra en 1494. Tuvo dieciséis alumbramientos y una de las hijas, Magdalena, fue rehén de Fernando de Aragón, muriendo en Medina del Campo. Sus títulos nobiliarios son numerosos: reina de Navarra, vizcondesa de Béarn, condesa de Foix, Bigorra y Ribagorza, y duquesa de Gandía, Montblanc y Peñafiel.
La razón, o mejor, excusa para la invasión del reino en 1512, durante el periodo de Juan y Catalina, es que Fernando mandó a Fadrique de Toledo, duque de Alba, ocupar el territorio debido a que continuaban las negociaciones de nuestros monarcas para casar al primogénito Enrique, príncipe de Viana, con una hija de Luis XII de Francia, por lo que los reyes legítimos Juan y Catalina tuvieron que refugiarse en sus territorios de Ultrapuertos. Pero habrá que hacer muchos recortes, pues según otros historiadores, como Álvaro Adot Lerga, no hay que achacarlo a la política de Juan y Catalina, que actuaron de «balancín con los reyes de Francia y España», teniendo siempre en cuenta los intereses de Navarra.
La persona misma de Catalina ha sido igualmente manipulada, pues aparece en los anales de nuestros invasores con el calificativo de «la última reina de Navarra», sin tener en cuenta que toda una serie de reinas legítimas y privativas siguieron sus pasos, defendiendo nuestros derechos a través de proezas mayormente culturales, consideradas más tarde por el vate inglés como «la maravilla del mundo». Baste citar sus nombres: Margarita de Navarra, Juana de Albret, Margarita de Valois, conocida como Margot. Catalina, sin embargo ha sido relegada casi al olvido en los anaqueles que figuran en los libros de historia, rellenados sin duda por quienes anatematizan los derechos históricos del reino de Navarra, y que habrá que ir remplazando con criterios más objetivos.
Los cambios se dieron ya en la Italia renacentista en el siglo XIII, con el tránsito de los valores medievales a los del Humanismo, que afectaron diversamente a los países del norte y del sur. Navarra quedó en medio como al margen de las contradicciones a las que llevaba el abuso del poder de la Cruz y la Espada, reforzados por una Inquisición que permitía invadir territorios en nombre de la ortodoxia, destruyendo instituciones, a la vez que la Europa medieval se dividía en dos frentes: los que mantenían la necesidad de Reforma y los de la Antirreforma, con la nueva España de los reyes católicos como adalid de «sobran los cambios». Fue entonces cuando tildaron a los monarcas de Navarra de sospechosos de heterodoxia, ensañándose en ocasiones contra las monarcas a quienes acusaban de llevar las riendas del poder con aquella frase machista de «ellas se ponen los pantalones». Pero habrá que salir en su defensa, porque el nombre de Catalina tiene raíz clásica, del griego Hekatos, o flecha-relámpago, una síntesis de toda nuestra historia, y es que congenia con muchos personajes homónimos como Catalina de Médicis, Catalina II de Rusia o, más próximas a nosotros y de espíritu independiente como Katherine Hepburn en la película Who’s coming to dinner de Stanley Krammer. Es curioso rememorar que la conmemoración de la muerte de Catalina de Foix en el castillo de Mont-de-Marsan el 12 de febrero de 1517, nos trae a la memoria una gran obra de Margarita de Navarra, la Comédie jouée au Mont-de-Marsan representada allí años más tarde, hacia 1547; cuatro personajes femeninos: la Mundana, la Supersticiosa, la Sabia y la Mística personificarían otras tantas actitudes hacia el pensamiento humanístico a través de la lectura de la Biblia. Margarita se reconoció en la Mística como Ravie de Dieu, Bergère, viviendo en niveles más altos, pues era más bien impulsiva. A Catalina yo la alinearía con la Sabia, la Sage, siendo de carácter sosegado e interesándose más en educar al heredero al trono de Navarra, el sangüesino Enrique II de Albret, y en resolver los problemas del Reino.
* Doctor en Historia por la London University
Publicado por Nabarralde-k argitaratua