Moreno Cabrera: ‘La constitución es incompatible con la idea de que en el Estado español coexisten diversas naciones soberanas’

Hablamos con el lingüista madrileño, que ha publicado ‘Determinació nacional’· El libro es un ensayo sobre la lucha por el derecho de autodeterminación de Cataluña y la reacción del nacionalismo españolista

Juan Carlos Moreno Cabrera (Madrid, 1956) es doctor en filosofía y letras y catedrático de lingüística general en la Universidad Autónoma de Madrid. Crítico con el imperialismo lingüístico, fue galardonado con el Premio Internacional Ramon Llull en 2014 y es autor de varios libros sobre el multilingüismo y el españolismo lingüístico. Ahora publica ‘Determinació nacional’ (*) -Voliana Edicions-, un ensayo sobre la lucha por el derecho de autodeterminación de Cataluña y la reacción del nacionalismo españolista en el período que va de 2009 a octubre de 2018. Según explica él mismo, leyó ‘La confusión nacional’, de Ignacio Sánchez-Cuenca, y le pareció uno de los pocos libros publicados en Madrid con una actitud crítica hacia el Estado español. Sin embargo, sentía que ‘no era suficiente’ para que no aparecía claramente la nación catalana, que considera que es el ‘verdadero protagonista del proceso’. ‘Determinació nacional’, pues, es una respuesta a ‘La confusión nacional’. Pone énfasis en la importancia del Primero de Octubre y los derechos lingüísticos de los catalanoparlantes. Moreno Cabrera se define como ‘inasimilable’ par el ‘establishment’ español y explica que le suelen pedir la opinión mucho más en Cataluña, el País Vasco, Navarra y Galicia que en Madrid, donde su discurso va a contracorriente: ‘Como no soy catalán, gallego ni vasco, que defienda la nación catalana no les encaja’, dice. Ahora hablamos sobre los puntos más destacados de su libro, sobre el papel que debería tener el catalán en la República y sobre el juicio contra el proceso en el Tribunal Supremo español.

 

– Es muy crítico con la constitución española: dice que sólo deja espacio al etnicidio y que no se debe reformar, sino rehacerla de arriba abajo y de nuevo. ¿Por qué?

– La constitución actual se basa en una serie de presupuestos que se ha demostrado que no sirven para respetar el carácter multinacional del Estado Español. Por tanto, hace falta una nueva constitución basada en el establecimiento de la adhesión o no-adhesión libre de los pueblos que constituyen el Estado. La constitución es incompatible con la idea de que en el Estado español coexisten diversas naciones soberanas porque reconocerlo es incompatible con el régimen del 78 y la monarquía. No es posible una reforma preservando todo el aparato del Estado posfranquista que hay en este momento. Aunque suene duro, hace falta una revolución. Normalmente la gente asocia revolución a violencia, pero no tiene nada que ver. Cuando hay una revolución, la violencia viene, casi siempre, del Estado, cuyo estatus se cuestiona, como ocurrió el Primero de Octubre.

 

– En el libro también critica el papel de la izquierda española al respecto. ¿Cómo valora concretamente el papel de Podemos?

– Tienen una responsabilidad enorme. Podemos no ha sabido responder a la lucha del pueblo. El Primero de Octubre fue organizado por el pueblo, fue un movimiento de empoderamiento popular y de lucha por la dignidad nacional y la libertad. Esto no ha sido reconocido por Podemos, que se supone que tiene una base popular. Se fundamenta en el empoderamiento de las masas, todo lo que fue el Primero de Octubre y los días de preparación. Es una irresponsabilidad enorme del partido no haber apoyado explícitamente estos movimientos.

 

– Podemos dice que apoyó como movilización ciudadana.

– Pero no han reconocido la lucha del pueblo catalán por su liberación. Y esto viene del pueblo, no de Puigdemont, el PDECat o ERC. Viene de la nación catalana. Y, que yo sepa, no han reconocido la lucha de la nación catalana por su libertad. Hay que reconocer que Cataluña es una nación soberana y ningún partido de izquierdas lo ha reconocido. Y no reconocer esto es basarse en el nacionalismo españolista, según el cual sólo existe una nación, la española.

 

– Resalta la diferencia entre este concepto de nacionalismo españolista y el de nacionalismo español , que se utiliza más a menudo. ¿En qué se distinguen?

– La idea fundamental del nacionalismo españolista es que la esencia de la nación española consiste negar la condición de nación de las otras naciones. El nacionalismo español sería la idea de que España es una nación, pero esto no se pone en cuestión. El nacionalismo españolista es el dominante, no sólo en el ámbito político, sino en la opinión pública en general. El relato predominante de los medios españoles es que el Primero de Octubre fue ocasionado por una serie de dirigentes furibundos que han manejado al pueblo catalán para votar. ¡Y eso es falso! El Primero de Octubre lo organizó el pueblo, no unos dirigentes que se han vuelto medio locos.

 

– En el libro habla de supremacismo lingüístico español. ¿Con qué estrategias se impone?

– El supremacismo lingüístico consiste en decir que el español es la única lengua en la que se pueden entender todos los ciudadanos de España, lo que es falso por una razón muy sencilla: catalán y castellano son lenguas suficientemente próximas para que una persona que habla catalán se pueda entender con otra que habla castellano sin demasiados problemas. Por tanto, no es necesario que los catalanohablantes deban expresarse en castellano para ser entendidos por los castellanohablantes y viceversa. Sin embargo, existe la idea de que el español es la única lengua común y lo es obligadamente, por méritos y naturaleza propia, mientras que el catalán es una lengua de exclusión. Estas ideas son características del supremacismo lingüístico, que no es sino una expresión del supremacismo nacionalista español, que considera que sólo hay una nación, que es la española,

 

– Explica que, según la constitución española, tenemos el deber de entender el castellano, pero no de usarlo. ¿Esto no se esconde a menudo?

– Sí. En el artículo tercero se dice que el castellano es la lengua oficial y que todo el mundo tiene el deber de conocerla y el derecho de utilizarla. Pero no se habla del deber de utilizarla. Por lo tanto, con la constitución en la mano, no se puede obligar a nadie a hablar en castellano. Desde mi punto de vista, la decisión de no permitir hablar en catalán en el juicio en el Supremo es anticonstitucional y, por tanto, desde mi punto de vista, también lo es el juicio. Esto también sería aplicable en el congreso: cuando no se permite hablar en catalán se violan los derechos no sólo de los diputados y diputadas catalanohablantes, sino de todos los que les han votado.

 

– En el caso del juicio, Joan Tardà se puso de manifiesto cuando fue a declarar: comenzó a contestar en catalán y, como testigo, fue obligado a cambiar la lengua.

– Sí. Tardà lo hizo muy bien porque obligó a Marchena a decirle que no tenía derecho a hablar en catalán. Y eso fue una jugada maestra por su parte, porque el juez le negó el derecho de una lengua que es oficial, lo que viola todos los derechos lingüísticos. Con la constitución actual en la mano, no se puede obligar a nadie a hablar en castellano, sólo a entenderlo. Es decir, Tardà tenía que entender qué le decían cuando le hacían preguntas en castellano pero, según la constitución, no tenía la obligación de responder en esta lengua. Es mi interpretación de este artículo de la constitución, pero ocurre que las interpretaciones que el Tribunal Constitucional hace de la constitución no se fundamentan en la constitución, sino en el nacionalismo españolista.

 

– En el libro también habla de la imposición del castellano en América Latina. ¿De qué manera se sigue haciendo?

– Hay que tener en cuenta una cosa: el castellano europeo es minoritario respecto del castellano mundial, por decirlo así. De manera que el castellano que se utiliza en el Estado español es una pequeña parte y, por tanto, la base del castellano no está en España, sino en América. Esto quiere decir que en Cataluña no se debería enfocar el castellano mirando hacia Madrid, sino hacia América. Las políticas frente al castellano no deberían ir dirigidas al castellano de la península, sino al de fuera. La RAE pretende imponer el modelo ibérico como el modelo de base fundamental. En Cataluña no se debería respetar eso, porque es un modelo imperialista lingüístico.

 

– Dice que este imperialismo lingüístico también parte de la trampa del número de hablantes de una lengua y la supuesta utilidad de esta lengua de acuerdo con este número.

– El hecho de que una lengua la hablen quinientos millones de personas no es importante, porque nunca te comunicarás con quinientos millones de personas. ¡Es totalmente absurdo! Una estupidez. Sin embargo, el imperialismo lingüístico se basa en eso, decir que el inglés tiene 800 millones de hablantes, el español 500 millones… Estos argumentos son estúpidos, desde mi punto de vista, porque es evidente que el catalán es muy más útil en Cataluña que el inglés. El catalán es un idioma útil en Cataluña, independientemente del número de personas que lo hablen.

 

– ¿Qué papel debería tener cada lengua en un Estado que las respetara todas?

– No se puede hablar de eso si antes no se reconoce un Estado plurinacional que se constituya con la voluntad soberana de cada una de sus naciones. Hasta que no se resuelva esto no se resolverá la cuestión de las lenguas. Proponer que el catalán sea oficial en todo el Estado español tal como está ahora no sirve absolutamente de nada porque toda su estructura se basa en la negación de que Cataluña es una nación.

 

– ¿Y qué papel debería tener el catalán en la República?

– Eso lo debería decidir el pueblo catalán, pero yo creo que el catalán debe ser, exclusivamente, la lengua oficial de Cataluña. Muchas naciones de Europa tienen sólo una lengua oficial: Francia, Alemania, Portugal… Si Cataluña es una república independiente, ¿por qué no puede tener su lengua oficial como el resto? Una cosa es la lengua oficial y otra cosa lo que hable la gente en la calle. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Que el catalán sea oficial no significa que no se hable castellano. En Andorra, por ejemplo, la lengua oficial es el catalán, pero se habla castellano y no hay ningún problema. En el momento que en el castellano fuera oficial en la República Catalana, haría falta un instrumento para dar paso a todo tipo de iniciativas para impedir que el catalán sea la lengua normalizada, cosa que pasa ahora. No podemos caer en ese error porque entonces habrá miles de iniciativas legales que denunciarán que el castellano es arrinconado.

 

– ¿Sigue el juicio?

– Sí, y es una vergüenza democrática. Las argumentaciones que dan las acusaciones son absolutamente ridículas y absurdas porque no hay forma de demostrar que la violencia que ejercieron los cuerpos de seguridad del Estado español en realidad la ejercieron quienes la recibieron. El juicio es una farsa y un absurdo total. Estoy indignado y me parece absolutamente surrealista. Tenemos una justicia heredada del franquismo y, si todo esto no se cambia de manera radical, se irá pudriendo cada vez más. Las estructuras del Estado son corruptas hasta extremos impresionantes. No se puede reformar algo que se pudre. Hay que erradicarlo y sustituirlo por algo que no sea deudor de la estructura posfranquista. Algo nuevo, basado en la libertad, en la auténtica democracia y en el reconocimiento de que en el Estado español hay naciones soberanas que deben ser reconocidas como tales.

 

(*) https://www.voliana.cat/llibres/determinacio-nacional/

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