En lugar de hablar de Oriente Medio o del mundo árabe, cada vez más prefiero utilizar el término WANA, que significa Asia Occidental-Norte de Africa (según su sigla en inglés). Pero, más allá de cómo decidamos llamarlo, el peligro es que la crisis económica global está ofreciendo una coartada casi perfecta para que los gobiernos y otros en la región sigan adelante con «las cosas como siempre», cuando lo que se necesita es un llamado de atención a viva voz.
La crisis económica global apenas ayudó a ocultar los desequilibrios estructurales crónicos dentro de la región. La excesiva dependencia de la ayuda y de los ingresos petroleros caracteriza a casi todas las economías de WANA. De hecho, no es exagerado decir que representa una suerte de respirador artificial. El problema de cómo destetar a estos países de esta adicción parece insuperable.
Porque el «mal holandés» y un espíritu rentista prevalecen en WANA, y han afectado a los países productores y no productores de petróleo. Esto incluye desde remesas de los trabajadores migrantes y flujos de inversión financiera provenientes de los países petroleros (principalmente en bienes raíces) hasta burbujas bursátiles y ayuda extranjera. Un efecto colateral de todo esto ha sido la ampliación de las brechas de ingresos, tanto dentro como entre los países de WANA.
Los politólogos nos dicen que las economías rentistas, o las economías que dependen del petróleo y la ayuda extranjera, estimulan la ambición y los reclamos. De hecho, las rentas petroleras finalmente debilitan a las instituciones estatales y este vaciamiento del estado suele dar cabida a un descontento creciente.
En una economía no petrolera, la mano de obra es el principal motor de crecimiento. Pero en una economía rentista, los enormes ingresos provenientes del petróleo o las transferencias financieras externas en realidad crean un desincentivo para trabajar. La riqueza y el trabajo no van de la mano, y esto se aplica a la mayoría de las actividades industriales y agrícolas. La movilidad social y política se torna sumamente limitada y las sociedades pasan de la producción al consumo. Esto ayuda a explicar el alto nivel de desempleo en el mundo árabe.
De acuerdo con cifras del Banco Mundial, la región de Oriente Medio-Norte de África (MENA, por su sigla en inglés) sufrió una caída del 25% en los ingresos per capita durante los últimos 25 años del siglo XX, cuando los precios del petróleo estaban bajos. En esta década, gracias a un récord en los precios del petróleo, las tasas de crecimiento del PBI se dispararon. Un estudio reciente del Strategic Foresight Group de la India, titulado El costo del conflicto en Oriente Medio , sugería que los últimos 20 años de conflicto les han costado a los países de WANA unos 12 billones de dólares.
La búsqueda de rentas tiende a conducir a un fracaso de las políticas que se traduce en una competencia política intensa destinada a ganar acceso a ingresos y beneficios en el corto plazo, en contraposición a una competencia política sobre qué políticas podrían ser de interés público en el largo plazo. La política de ambición y reclamo se impone en lugar de una elaboración de políticas con mayor visión de futuro.
¿Cuáles son, entonces, las posibles opciones de políticas a implementar? La ausencia de una base industrial moderna reduce la capacidad de las economías de WANA para absorber el excedente generado por los ingresos petroleros. En consecuencia, muchos países han establecido fondos de riqueza soberanos para invertir sus superávits en los mercados internacionales. Los gestores de estos fondos, con justa razón, se quejan de que en la región las oportunidades de inversión en agricultura e industria son insuficientes. El interrogante es cómo aumentar la capacidad de absorción de la región y construir una base industrial moderna.
Un prerrequisito para cualquier cambio efectivo es un cambio en la orientación de las políticas de un nivel nacional a un nivel regional. Para que esto se concrete, se necesitan nuevos instrumentos, como un Fondo de Estabilización Regional, una Comunidad de Agua y Energía, cohesión social regional y una política industrial regional. Sin un foco regional, los países de WANA corren el riesgo de avanzar sonámbulos hacia el conflicto y una caída económica más pronunciada.
De hecho, los fondos para «países necesitados» tal vez nunca lleguen a los individuos más carenciados, como las personas desplazadas internamente o sin estado, porque nadie asume una responsabilidad por ellas. ¿Cómo se puede lograr esto?
Hace tres años, la Comisión sobre Facultación Legal de los Pobres consideró maneras de transferir poder a los «mil millones de abajo» mediante la expansión y profundización de los medios a través de los cuales podían salir de la pobreza. Su informe de 2008 Hacer que la Ley Funcione para Todos sostiene que la facultación legal no tiene que ver con la ayuda, sino con las reformas de políticas e institucionales que expanden las oportunidades legales y la protección de los pobres. Es un ejemplo de la metodología que se necesita con tanta urgencia para iniciar un cambio de paradigma en WANA.
Las naciones de WANA se perdieron la primera revolución industrial basada en el carbón y el motor a vapor, y luego la segunda revolución industrial basada en el petróleo y el motor de combustión interna. El aspecto positivo es que la ausencia de una base industrial moderna implica que, a diferencia de las economías más desarrolladas, WANA no tiene ninguna industria en problemas que rescatar. Pero lo que se necesita ahora son políticas que le permitan a WANA sumarse a la tercera revolución industrial -la economía post-carbono de energía renovable y el auto eléctrico con pilas de combustible.
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El príncipe El Hassan bin Talal de Jordania es comisionado sobre Facultación Legal de los Pobres y presidente del Foro Asia Occidental-Norte de África.
Copyright: Project Syndicate/Europe’s World, 2009.
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Traducción de Claudia Martínez