Minorías crispadas

Si el apoyo al Estado independiente supera el 60% de los votos emitidos tal como indica la última encuesta del CEO, es que en Cataluña hay una mayoría abrumadora partidaria de la secesión sin parangón con ningún otro proceso de emancipación nacional ejercido por la vía democrática. Esta nitidez en el apoyo a la independencia es uno de los principales motivos que explican la obstinada negativa del gobierno español a pactar una consulta y a autorizarla. Nadie pacta para perder. También es una de las razones (junto con una concepción monolítica de la soberanía nacional) que permiten entender por qué las autoridades centrales del Estado han renunciado a la democracia para gestionar el reto catalán. A partir de ahí, una vez certificada la condición minoritaria del unionismo en Cataluña, la oposición a la independencia sólo podrá venir de la coacción, fase que apenas se está revelando cada vez que algún defensor de la integridad de España apela al ambiente crispado y a la intimidación que sufre con la intención de reclamar una actuación represora del aparato del Estado, justificarla y confiar en que un golpe contundente contra el soberanismo atemorice a una parte del votante del sí-sí.

La violencia aparece en los que no pueden alcanzar sus ideales a través de la regla de la mayoría, sea porque no confían en los mecanismos del proceso deliberativo que permiten convencer a los demás de su posición o sea porque entienden que su ideal no se encuentra sujeto a la posibilidad de ser votado. Estos son justamente los argumentos que ya se invocaron desde el nacionalismo español: imposibilidad de un debate libre por una supuesta falta de pluralismo de los medios de comunicación en Cataluña (como si en Cataluña no se pudiera ver TVE, Antena 3 o Tele 5 ni comprar El País, el Abc, La Razón o El Mundo) y apelación a que la soberanía, que, en palabras del presidente Rajoy, «pertenece a todos los españoles», es innegociable. Ciertamente, tampoco tiene mucho sentido apelar a un debate libre y plural, como reclaman algunos intelectuales unionistas, si es con relación a un tema sobre el cual no se podrá votar nunca. Y he aquí la alternativa que se ofrece desde las autoridades centrales, desde los partidos mayoritarios españoles y desde la estructura constitucional: que la decisión sobre la independencia de Cataluña sólo se puede asumir por el conjunto de los españoles en un casi imposible proceso de reforma constitucional. Es decir, que siendo el único marco de decisión posible el pueblo español se condena a la amplia mayoría independentista catalana a la condición de minoría perpetua. Este esquema, en el que sólo cuenta la voluntad de la mayoría de la población del Estado del que te separas, dejando de lado que no se ha producido nunca para afrontar un proceso de secesión, se mantiene de forma impertérrita con la intención de que la «minoría» independentista catalana dentro de la nación española termine crispándose y reventando.

No hay duda de que si el independentismo pretende alcanzar su objetivo deberá asumir un grado superior de confrontación pero, contra la estrategia unionista, esto no se podrá producir por un estallido de violencia inspirado en una cultura y en unos instrumentos de los que, seguramente por suerte, no disponemos. Para empezar a tejer un gesto victorioso basta que la representación política del independentismo actúe como el catalanismo nunca lo ha hecho: con un boicot sistemático a la gobernabilidad de España que sólo cese cuando se materialice la consulta. A partir de ahora, o al menos a partir del 9 de noviembre, es necesario poner fin a las negociaciones sobre la financiación, a presentar recursos ante el Tribunal Constitucional, a aprobar presupuestos en las Cortes o a facilitar investiduras de presidentes del gobierno español, sobre todo en el próximo ciclo, en el que todo indica que la mayoría del PP se derrumbará. Teniendo presente que el catalanismo no ha sido lo suficientemente fuerte como para reformar España, quizá el independentismo tendrá el poder de colapsarla, al menos hasta que no se pueda votar.

EL PUNT – AVUI