Hace un siglo, un filósofo de nombre Unamuno, Muy nacionalista español a la vez que muy perspicaz, sentenciaba: «Catalanes -él nos llamaba ‘levantinos’-, os pierde la estética». El señor tenía buena pupila. En sólo cuatro palabras, hacía un retrato admirablemente acertado de nuestra personalidad como pueblo. No es malo tener sentido estético, al contrario. Pero se convierte en un arma de doble filo cuando la estética, tal como los árboles que no dejan ver el bosque, nos impide ver el fondo. ¿El fondo de qué? El fondo de las cosas. Los catalanes somos sensibles al halago y a las palmaditas en la espalda, por más vacíos de contenido que estén, y sucumbimos como bebés a los tejemanejes de los trileros más torpes. Nos hemos acomodado tanto a la cautividad -¡no todos, por suerte!-, que los carceleros de mal genio nos asustan a la vez que, sonrientes, nos enamoran. No, no es que seamos ingenuos. Somos cándidos. La ingenuidad es una cualidad, la candidez es un defecto. El cándido es incapaz de descifrar la sonrisa de un cínico, sólo ve la sonrisa y basta.
Sin embargo, el cínico es infinitamente más perverso que el mal genio. El mal genio no es hipócrita, no se disfraza de lo que no es, no está para cuentos y viene de cara. El perverso hace justo lo contrario: es falso, es maquiavélico, es sibilino y, entre sonrisas y palmaditas en la espalda, te lleva al borde del abismo y, una vez allí, te dice: «Amigo mío, ahora es el momento de des un paso adelante».
En el mapa político del Estado español, el mal genio está representado por Vox, PP y Ciudadanos, y el del perverso es patrimonio del PSOE. La suya es una perversidad fructífera gracias a que hay catalanes que, deslumbrados por su sonrisa, la beben a chorro. Cuando el PSOE les llama, corren diligentes a hacerse una foto y se sienten importantes. Piensan que esa foto les puede ser muy rentable para remover las migajas del cautiverio. Y es que siempre hay un barracón del campo que hay que restaurar y unas letrinas que deben ser desatascadas, es decir, siempre hay necesidades imperiosas que ‘justifican’ el aplazamiento de la libertad y la concentración de energías reivindicando más garbanzos para el rancho. Y así pasan los años y las generaciones de prisioneros se suceden unas a otras hasta que, como ocurre ahora, no hay ningún catalán en el mundo que no haya nacido en cautividad. Todo catalán lleva el cautiverio escrito en la frente como lo llevan los animales permanentemente enjaulados. El ser nacido en cautividad piensa y actúa como un cautivo y no guarda ninguna relación con sus semejantes nacidos libres. Son dos mundos completamente diferentes.
En el ámbito español, es cierto que hay diferencias entre el PSOE y el bloque PP-Vox-Ciudadanos. Pocas, pero las hay. Pero nosotros no somos españoles, somos catalanes, y en cuanto a Cataluña los cuatro partidos son ultranacionalismo español y tienen como divisa suprema exactamente la misma que el franquismo: la «Unidad de España»; que es también la divisa de los Borbones que viven a nuestra costa en una casa llamada Real. Por eso Pedro Sánchez y el PSOE son la antítesis de David Cameron y el Partido Conservador británico. Cameron y su gobierno permitieron el referéndum de Escocia porque antes que británicos son demócratas. Sánchez y el PSOE, en cambio, antes que demócratas, son españoles. He aquí que los británicos pusieron las urnas mientras que los españoles han encarcelado a quienes las pusieron y han apaleado a los votantes. El demócrata actúa como demócrata, el totalitario actúa como totalitario. Cabe decir que Pedro Sánchez es mucho más de derechas que David Cameron. Pero ya hemos dicho que los cínicos siempre van disfrazados.
El 9 de enero, antes de formarse el nuevo gobierno español, Podemos ya sufrió la primera cuchillada de Sánchez por la espalda. Pero eso no es nada comparado con lo que hará contra Cataluña. Sólo hay que ponerlo a prueba con varias acciones reivindicativas de la ciudadanía. La llamada mesa de diálogo no es más que una operación de maquillaje de puertas afuera para hacer creer que ahora hay un gobierno español ‘dialogante’. La presión del «Sit and talk» era demasiado fuerte, y, como se puede hablar sin decir nada, Sánchez, en líneas generales, ha concluido esto: «Hablaremos, hablaremos largo y tendido, y si alguien menciona el tema de la autodeterminación , le diremos: «Oye, qué buen tiempo hace, ¿verdad?». Además, ahora los tendremos entretenidos una buena temporada con ese cuento de la consulta que les hemos colado. Tanto ruido que han hecho, tanta gente en la cárcel y en el exilio y ahora resulta que no quieren autodeterminarse. Ahora dicen que saltaran de alegría si les dejamos hacer una consulta para consultarse si pueden ser consultados. Y como además les colaremos un enunciado de los nuestros, tendremos el independentismo desinfectado un montón de años. ¿Veis qué fácil es tomar el pelo a los catalanes? Ya no podrán decir que no nos hemos sentado a “hablar” y que no les dejamos “votar”. Yo es que me parto de risa, tú.»
Llegados aquí, es un juego de niños predecir en que acabará la mesa de «diálogo» con el PSOE. De entrada, habrá algún pequeño golpe de efecto que haga quedar bien a los interlocutores ante la parroquia para que ésta, contenta, diga: «¿Veis? ¿Veis?» Y luego vendrá la negación absoluta de la nación catalana y de su derecho a la libertad. ¿Y qué pasa cuando el cautivo se somete al carcelero? Pues pasa que lo legitima. Se dirá: «Es que, pobrecitos de nosotros, no somos dueños de las reglas del juego». Entonces, amigo mío, si las cartas están marcadas, ¿por qué juegas? Por masoquismo, tal vez, ¿o porque no tienes valor de enfrentarte a ellos? Cuando legitimas la autoridad del carcelero, te obligas a concentrar tus energías en la gestión de las migajas de tu cautiverio, que en el caso de Cataluña significa autonomismo y más autonomismo. Y si alguien pregunta: «¿Acaso no es eso, lo que hacía Jordi Pujol?» Pues sí, era justamente eso. ¡Pero nosotros tenemos un as en la manga! Tenemos un proyecto que se llama Alexandre Deulofeu. No hay que hacer nada, sólo tenemos que esperar a que en 2029 se cumpla su profecía y la independencia nos caiga del cielo como cae del árbol la fruta madura. Y mientras tanto: salut, força al canut i Visca Catalunya i el seu Estatut!
EL MÓN