Mentalmente cautivos de España

Será muy difícil, mucho, por no decir imposible, que Cataluña sea un Estado sin que antes todos los partidos independentistas digan abiertamente en el Parlamento catalán, el Congreso español, el Parlamento Europeo, y en todas las conferencias que den, en todas las entrevistas que concedan y en todos los foros internacionales en los que participen, que el Estado español es un Estado totalitario, la Turquía de la Unión Europea. Y hará falta también que dejen de ir con el lirio en la mano refiriéndose a Vox como «extrema derecha», a PP y Ciudadanos como «derecha» y al PSOE como «izquierda». Sólo desde la candidez se pueden admitir estas definiciones. Vox, PP y Ciudadanos son exactamente lo mismo. Exactamente. Son ultraderecha. Ultraderecha ultranacionalista española cuyos votantes basculan coyunturalmente hacia unas siglas o hacia otras, según como sople el viento, pero siempre bajo la misma divisa totalitaria: España Una, odio a Cataluña, opresión ideológica, jurídica, política y policial, depredación económica, y violación de los derechos humanos.

¿Y el PSOE qué es? El PSOE es la derecha española, la derecha más hipócrita, perversa y cobarde de todas, porque no tiene valor para llamarse por su nombre y se disfraza «de izquierdas». Pero basta con observar cuál es su política para ver que los matices que separan al Partido Socialista de Vox, PP y Ciudadanos son los que lógicamente hay entre la ultraderecha y la derecha. Otra obviedad en este sentido es el intercambio constante de votos entre PSOE y Ciudadanos. Las elecciones catalanas lo han dejado muy patente: Salvador Illa ha engordado gracias al adelgazamiento de Carlos Carrizosa en la misma medida que Inés Arrimadas había engordado gracias al adelgazamiento de Miquel Iceta. Digámoslo claro: Salvador Illa, Miquel Iceta, Eva Granados o Meritxell Batet son exactamente lo mismo que Inés Arrimadas, Carlos Carrizosa, Lorena Roldán (ahora en el PP) o Anna Grau. Exactamente lo mismo, los mismo perros con distintos collares.

Pero el Estado español no es sólo un Estado totalitario en el que tres de sus cinco partidos son ultraderecha, uno es derecha y sólo uno es izquierda. Aunque bueno, ¡si sólo fuera eso! El agravante es que cuatro de los cinco partidos son partidos ultranacionalistas españoles y el quinto… El quinto, a través de los delatores Jéssica Albiach, Joan Coscubiela o Lluís Rabell, ya ha dado suficientes muestras de su nacionalismo español.

Este miedo a decir las cosas por su nombre es muy catalán, no sea que alguien se moleste. Somos tan masoquistas, que por no molestar -ni tan siquiera a quien se lo merece- preferimos molestarnos a nosotros mismos. Se diría que tenemos vocación de chivo expiatorio, y así nos va. Cuanto más (terco) se ponga el burro, más largo es el látigo del carretero.

Por eso cada día que pasamos mordiéndonos la lengua, cada día que pasamos entrando en el juego del Estado español, participando de sus mentiras, de sus mesas de diálogo, de su retórica pringosa y de sus timos sin fin es un día más en el que lo legitimamos ante el mundo como un Estado democrático y que legitimamos su opresión sobre nosotros. No podemos llegar a un grado tan exacerbado de infantilismo que nos haga creer que Europa conceptuará a España como un régimen autoritario sin que nosotros lo hagamos antes. Nadie nos hará la tarea, nadie nos hará libres, nadie bajará del cielo con la ‘Sagrada Llave de la Libertad’ para liberar a los catalanes. La libertad no viene de fuera, la libertad comienza en el cerebro del cautivo.

Los catalanes, desgraciadamente, todavía no estamos en este estadio, todavía tenemos a España en la cabeza y nos pasamos el día hablando de ello. Basta con mirar los telediarios de TV3 y escuchar las tertulias de Catalunya Ràdio y RAC1: España, España, España… España dice, España piensa, España hace… Dios mío, ¡qué colonización mental! No, amigos. No vale la excusa de que muchas de las cosas que se cuecen en Madrid nos afectan porque «nos guste o no nos guste» Cataluña pertenece a España. ¡Vaya cuento de nunca acabar para justificar la sumisión! El cautivo que se pasa la vida discutiendo sobre lo que piensan, dicen o hacen sus guardianes, en vez de pensar y decir qué piensa hacer él para liberarse, no se libera nunca. ¡Nunca! Cuanto más hablemos de España en lugar de hablar de nosotros más legitimamos su poder. El cautivo sólo se convierte en libre cuando actúa como si fuera libre. Pero todavía no lo hemos entendido.

RACÓ CATALÀ