Esperaba con curiosidad el nuevo centenario cervantino. Quería contemplar, una vez más, las cataratas del Firmamento sueltas y a la intelectualidad española ensalzando la obra cumbre del genio español, universal. Cervantes representa la más acabada expresión de la creatividad española y se hace acreedor a que su nombre acompañe a las más altas instituciones de la cultura española; Premio Cervantes, instituto Cervantes, incluso el idioma español merece ser denominado por antonomasia la Lengua de Cervantes. ¿Qué diría el pobre de Don Miguel si levantara la cabeza? Él, un perdedor nato, al decir de los mediocres triunfadores actuales, encaramados al éxito gracias a su bien hacer mediante influencias, zancadillas y sumisiones y de un oportunismo que lleva a la cúspide a quien no tiene más mérito, que alguna cualidad que no va más allá de satisfacer la imagen de los complejos individuales en nuestra moderna sociedad de consumo. Porque Cervantes fue para sus contemporáneos un pobre diablo, herido en Lepanto, aunque el mismo creyó haber asistido al momento más importante de la Historia…la más alta ocasión que vieron los siglos…, preso en Argel; y cuando regreso a España, preso y embargado, hasta morir en la pobreza. ¿Qué diferencia con Shakespeare, Corneille o Göthe, sus homólogos europeos? Muy probablemente, de contemplar Cervantes el culto de que ha sido, y es, objeto su persona y su obra en la Patria en que le tocó vivir sus desgracias, desearía haber nacido chino.
Poco importa a sus compatriotas tales circunstancias y asumen al personaje y su obra, lo mismo que si lo hubieran tratado como al mejor de sus reyes o personalidad más considerada. Es más, pretenden extraer de la obra cervantina la justificación de su incuria, porque el Quijote representa para la cultura oficial española la imagen más acabada de las actitudes vitales españolas; la decisión de hacer frente a cualquier empresa ardua y altruista, sin tener en cuenta las reales circunstancias que la dificultan. El fracaso hará del esforzado español, no un ser ridículo, sino digno de compasión, especialmente, porque el Sancho Panza que hay en él, ya le había advertido de la verdadera entidad de lo que tenía adelante. Los pensadores españoles que han reflexionado de esta manera, dan la impresión de pretender hacer comprensible el fracaso histórico español en su ambición de gran Potencia que no puede seguir, tan siquiera, la estela de las naciones a las que intentó imponer su hegemonía.
Es sintomático al respecto que el episodio de los molinos se halla convertido para muchos en el más relevante de lo quijotesco, cuando el conjunto de la obra recoge tantos episodios en los que entra en conflicto la realidad con la percepción del protagonista sobre la misma. La predilección de los comentaristas españoles por este episodio, puede obedecer a que presenta el aspecto más heroico, en tanto otros ponen en evidencia el carácter distorsionador del desfacedor de entuertos, como puede ser el de las ovejas, o el de los pellejos de vino, o la liberación de la cuerda de presos…, en la mayoría de ellos resulta perjudicado alguien de los que se esfuerzan día a día por vivir de manera laboriosa y a los que toca contemplar cómo los desquicios quijotescos dan al traste con su labor. Quizás únicamente en el episodio de los, en principio, inofensivos molinos no hay daños a terceros, considerando los segundos los seres fantásticos del protagonista, ya que se entiende que los personajes reales, obligados a intervenir en las fazañas quijotescas de resultas, tampoco en principio eran objetivo a batir.
En todo caso lo que no tiene sentido es el afán de diluir la intención ridiculizadora de Cervantes en el conjunto de la obra. ridiculizadora y crítica, como lo puede ser una obra de la picaresca. ¡Hay la picaresca! De nuevo la cultura española empeñada en recuperar una manifestación que refleja las limitaciones de su autoestima; de nuevo el recurso a la elucubración para explicar que una sociedad que se pretende en la cúspide, se encuentra, en realidad, en la precariedad más absoluta, si no en la miseria. ¿La responsabilidad? De los dirigentes de aquel Estado, quienes primaron una empresa imperial a la medida de la monarquía y apoyo de nobleza y clero, grupos dirigentes que despreciaban la actividad productiva e impedían con sus exacciones el progreso y desarrollo de quienes trabajaban ¿Para qué trabajar, si apenas logras sobrevivir? Mejor, imitar a los ricos. Si no puedo obtener su riqueza, al menos no sufriré el trabajo. Los trucos de la vida pueden resultar de mayor utilidad ¿Qué otra cosa es la picaresca, que ha llegado a nuestros días, incardinada en el buen hacer español? Hoy, a decir verdad, utilizada en todos los ámbitos de una sociedad con instrumentos más eficaces para el fraude; evasión de impuestos, pelotazo o pequeño chanchullo.
En el conjunto del Quijote hay episodios que reflejan esa realidad cotidiana, tan lejos de lo sublime y altruista. La Maritormes que vende sus favores al lado del caballero que la considera una dama recatada, o la misma Aldonza Lorenzo -la idealizada Dulcinea- quien ni se molesta en volverse hacia el caballero que la requiebra, simplemente, porque es consciente de que tales requiebros no pueden ir con ella, salvo por mofa o locura de quien los hace… Son situaciones hilarantes de las que se encuentra llena la obra cervantina, porque Cervantes, ante todo, pretende la crítica de una sociedad que es injusta con él mismo, en la que cada uno se limita a aceptar su papel; el pobre a sobrevivir y el rico a holgazanear, sin preocuparse de la situación en la que vive quien se encuentra debajo de él; más atentos los poderosos, como son los duques que acogen al caballero de la triste figura, en buscar diversión para su ociosidad. Ociosidad totalmente alejada de la vida del esfuerzo con el que la ideología dominante pretendía justificar el papel de la nobleza y que permite a los ociosos, en nuestro caso, a cargar con un desgraciado loco y el pobre rústico que le acompaña; el primero resultado también de la ociosidad de una persona acomodada, pero lleno de complejos de grandeza en su aburrida vida; el segundo pensando que se le presentaba la oportunidad de salir de su arrastrada vida de campesino pobre y dispuesto a arrostrar durante un tiempo muchas incomodidades, para, finalmente, alcanzar, el mismo status de vida que la gente acomodada.
Son todos suficientes méritos para hacer del Quijote una obra de primer orden y que merece ser leída. Para mayor utilidad de la lectura, en todo caso, conviene dejar a un lado a comentaristas y pensadores y olvidarse de parafernalias de lecturas públicas y de otras liturgias, ya que el valor del Quijote se concreta en su lectura misma.