El índice de desempeño ambiental 2020 (environmental performance index o EPI), desarrollado por investigadores de las Universidad de Yale, tiene como objetivo proporcionar una visión general del estado de la sostenibilidad en todo el mundo. El EPI se apoya en 32 indicadores de desempeño, pertenecientes a 11 grandes grupos temáticos, que permiten elaborar un ranking en materia de salud ambiental y vitalidad de los ecosistemas para un total de 180 países. Tales indicadores miden cuán cerca o lejos están los países de alcanzar determinados objetivos de política ambiental, de modo que el EPI puede visualizarse como un tablero de control que identifica a países líderes y rezagados, aunque también ofrece una orientación práctica a aquellos que aspiran a avanzar hacia un futuro más sostenible.
¿Qué países son los más verdes del mundo según el EPI? Los once primeros puestos están copados por países europeos, encabezados por Dinamarca, país al que siguen: Luxemburgo, Suiza, el Reino Unido, Francia, Austria, Finlandia, Suecia, Noruega, Alemania y Holanda (por este orden). A este primer grupo, le siguen dos países, Japón y Australia, e inmediatamente después, en el decimocuarto lugar, aparece España, que se sitúa por delante de otros cuatro países europeos: Bélgica, Irlanda, Islandia y Eslovenia. El puesto decimonoveno y vigésimo corresponden a Nueva Zelanda y Canadá, a los que siguen, hasta llegar al puesto trigésimo séptimo, el resto de países europeos, entre los que se intercalan Estados Unidos, Corea del Sur e Israel, que ocupan, respectivamente, el puesto vigésimo cuarto, vigésimo octavo y vigésimo noveno.
Ello implica que España sería el segundo país más sostenible del área mediterránea, tras Francia, ocupando el octavo puesto entre los 27 estados de la Comunidad Europea (CE) y situándose por delante de países que gozan de una amplia reputación verde, como, por ejemplo, Nueva Zelanda y Canadá. Si les sorprende esta conclusión, tengan en cuenta que la puntuación final refleja los valores de 32 índices diferentes, ponderados de forma no uniforme, es decir, que se trata de una evaluación de conjunto en la que la puntuación final no refleja necesariamente la excelencia puntual (que es en la que a menudo fijamos nuestra atención, en función de nuestras preferencias personales). En España, queda mucho por hacer y no debemos caer en la complacencia, pero tampoco es cuestión de subestimar los avances conseguidos.
Los resultados del EPI revelan un alto grado de correlación entre la riqueza de un país (medida por el PIB per cápita) y su desempeño en materia de sostenibilidad. Y también ponen de manifiesto el impulso que la adaptación a la normativa de la CE ha supuesto para el desarrollo sostenible de nuestro país. Dos lecciones básicas que, sin duda, no debemos olvidar.
LA VANGUARDIA