Desde una situación cercana al ocaso de la vida, desde la experiencia acumulada por los largos años de lucha, torturas, cárcel y exilio, expresar mi pesar y pena ante actitudes repetidas y ya ensayadas (fracasadas la mayor parte).
En este pequeño país que habitamos (Euskal Herria) surgen y fluyen corrientes políticas como hongos en un otoño húmedo, cosa a la que los que tenemos unos años ya estamos acostumbrados a través de la historia dinámica y dura que nos está tocando vivir. La cuestión trasciende a partir de ciertos posicionamientos tradicionales de negar de modo sistemático el derecho a la libre determinación de la nación vasca.
Siempre han existido siglas pretendidas de izquierda que niegan desde una supuesta argumentación marxista ese derecho planteado por el abertzalismo gallego, catalán o vasco en defensa de la unidad territorial de la España inquisitorial; siguen existiendo y nacen nuevos grupos ofertando objetivos superiores, ofertando una revolución más «pura», permanente y mundial, como si el abertzalismo de izquierdas no existiera, como si la historia de la resistencia y sufrimiento generalizados pudieran borrarse de un plumazo. Hay un hecho incuestionable que siempre ha provocado reacciones forzadas e inducidas: el asentamiento y el crecimiento de la izquierda abertzale, hoy representada por EH Bildu. La contrainsurgencia siempre está lista para hacer frente a quienes ponen en peligro sus sistemas de dominación, utilizando a los ya vencidos, derrotados y humillados, inmersos en el corral regionalista, para financiar y azuzar a sectores fáciles de manipular, bien sea por interés directo o por intentar ensayar otra manera del «divide y vencerás».
Karl Marx escribía en marzo de 1870 acerca del problema irlandés: «La condición previa para la liberación de la clase obrera inglesa es la transformación de la unión coercitiva que existe actualmente, es decir, el avasallamiento de Irlanda, en una alianza que se base en la igualdad y la libertad, si ello es posible, o en la separación total, si es necesario». Hoy vemos a la mayor parte de Irlanda libre del esclavismo inglés y al Ulster como residuo maduro para la total reunificación a partir de la lucha firme y constante del Sinn Féin. Y Marx continúa: «El pueblo que avasalla a otro pueblo, forja sus propias cadenas». Estos datos son el comienzo de una retórica favorable al derecho a la libre autodeterminación de Euskal Herria como primera muestra de respeto democrático a la voluntad de un país dividido en tres partes y dos estados, metido con calzador en la OTAN y con mayoría poblacional favorable a la separación total de la España monárquica y regionalista.
Vladimir Ilich Lenin escribe: «La clase obrera en los países desarrollados no puede triunfar, ni los pueblos oprimidos pueden liberarse del yugo del imperialismo sin la formación y consolidación de un frente revolucionario común». Y dice más: «Este apoyo significa: sostener, defender y llevar a la práctica la consigna del derecho de los pueblos a separarse y a existir como Estados independientes». Todo ello después de una férrea confrontación con Rosa Luxemburgo por sus posturas divergentes en lo referente a su intolerancia con el derecho a la autodeterminación de las naciones.
Estos debates y reflexiones históricas vienen a cuento, dado que en la actualidad son diversas las argumentaciones desde la socialdemocracia hasta las nuevas referencias pretendidamente comunistas que niegan (o no apoyan) el derecho de las naciones inclusas en los estados español y francés a ejercer el derecho a autodeterminarse, es decir, a separarse de la metrópoli. Es el capital quien no tiene ni patria, ni matria, pues se distingue por su capacidad de control dominante, de imponer sus reglas y utilizar a la raza humana para, extrayendo su plusvalía, enriquecerse sin pudor e imponer sus reglas de privacidad genocida.
Desde una situación cercana al ocaso de la vida, desde la experiencia acumulada por los largos años de lucha, torturas, cárcel y exilio, expresar mi pesar y pena ante actitudes repetidas y ya ensayadas (fracasadas la mayor parte) por los intentos groseros de manipular y ensayar nuevas rutas que distorsionan la larga marcha de un frente bastante amplio donde todos cabemos, donde la lucha por la independencia y el socialismo tiene su marcado objetivo de manera clara y firme, donde los derechos sociales y la defensa de nuestra cultura son puntos de referencia incuestionable, donde la argumentación democrática resulta en todo momento fiable… Ahí se halla el quid de la cuestión: ¿por qué surgen los intentos de frenar lo imparable? ¿Por qué se intenta, desde varios frentes teóricamente divergentes, atacar a la única fuerza abertzale que dice lo que hace y hace lo que dice? Desde el regionalismo más falsario hasta la socialdemocracia más unionista y los banderizos de un pretendido neocomunismo de nuevo cuño, todos unidos contra EH Bildu, sin rubor y con cierta prepotencia lenguaraz. Ahí se encuentra la respuesta a las preguntas: miedo al futuro, miedo al crecimiento, miedo a perder el control del poder regional que España concede a sus parásitos incondicionales… Todo es posible, pues lo que está en juego es el cambio imprescindible de un mundo que debe renovarse para evolucionar y sobrevivir. La vieja alianza tiene poder unida, aunque la unión sea interés bastardo, pero decrece su influencia de manera constante y ello resultará peligroso; para el neocomunismo una recomendación amable, sin acritud y gratis: la lectura del trabajo de Lenin que resultó en su tiempo demoledor: «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo» (Abril-Mayo de 1920, Tomo 41).
Todo ello a partir de diversos encuentros y debates con amigos compañeros y compañeras sobre la situación actual. Sin embargo, soy optimista, pues huele bien, la cita del próximo 12 de este mes en Bilbo augura las calles plenas de adhesiones y alegría, donde podremos encontrarnos y reír, gritando Abante! y avanzando hacia la libertad como requieren los tiempos nuevos. Con EH Bildu, Gora herria! Euskal preso guztiak etxera!
Naiz