Margarita de Navarra: una reina singular para un reino excepcional

 

 

Relicario que retrata a Reginald de Bath y Margarita. Metropolitan Museum

Primera fase de la serie ‘Las mujeres del arte medieval’.

Primera fase de la serie ‘Las mujeres del arte medieval’. The Conversation, CC BY-NC-SA

La extraordinaria catedral de Monreale (Sicilia) no existiría sin Margarita de Navarra, una de las mujeres más interesantes y poderosas de Europa en la segunda mitad del siglo XII.

Enérgica, exquisita, sabia, prudente y ambiciosa, fue el respaldo de dos reyes sicilianos en un periodo de intrigas, asesinatos y concordias.

Capitel en la catedral de Monreale en el que se ve a Guillermo II. ©Kunsthistorisches Institut in Florenz, Max-Planck-Institut

Reinó en la isla con su marido Guillermo I, conocido como “el Malo”, desde 1154, pero se quedó viuda con poco más de 30 años. Tras ello, asumió la regencia mientras su hijo Guillermo II, proclamado rey dos días después de la muerte de su temido padre y distinguido como “el Bueno”, fue menor de edad. Margarita gobernó con éxito un reino inestable sumido en disputas constantes como resultado del liderazgo poco eficaz de su esposo.

Pero ¿quién era ella y cómo llegó a Sicilia?

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Orígenes de la reina

Hermana menor de Sancho el Sabio, rey de Navarra, fue educada por monjas junto con su hermana Blanca, reina de Castilla.

En 1146, según consta en los documentos, marchó a Sicilia para casarse con el cuarto hijo del poderoso rey de la isla: el normando Roger II.

Su madre Margarita de l’Aigle había muerto en 1141. Los Aigle, los Perche y los Roucy, todos emparentados, tenían una considerable relevancia en el valle del Ebro. Su poder se sustentaba en un entramado nobiliario bien acomodado en el engranaje feudal y en los círculos eclesiásticos, una red tejida a partir de sugestivas relaciones con Francia que se amplió con la vinculación de Margarita al reino más poderoso de los vasallos del papa.

Destino: Sicilia

Así que con apenas 11 años se despidió de su padre, García Ramírez el Restaurador, para emprender, acompañada por damas, nobles, eclesiásticos y sirvientes, el gran reto de su vida. Con caballos, vestimentas y objetos valiosos, la princesa y su séquito viajaron hasta los alrededores de Niza. Allí embarcaron en una pequeña flota enviada por el gobernante de la mayor isla del Mediterráneo en dirección a una de las más hermosas ciudades occidentales: Palermo.

En Sicilia, la belleza y el esplendor de la corte debieron fascinar a la joven. No en vano, los monarcas normandos habían sabido conjugar las características más refinadas de un escenario multicultural con una creatividad y vigor artístico sorprendentes. El estimulante lenguaje visual y sensorial de jardines y espacios de representación repletos de mosaicos, mármoles, textiles y ricas techumbres de madera formó el bagaje de su promoción artística.

Tras enviudar, Margarita escribió al arzobispo de Rouen pidiéndole un colaborador para el complejo gobierno de la isla. A mediados de 1166 llegó Esteban de Perche, primo de su madre. Fue designado canciller y prelado de Palermo, pero tuvo que abandonar Sicilia dos años después al ser presionado por un sector de la nobleza contrario a la reina.

Una monumental iglesia

Esa marcha tendría un gran efecto en la historia del arte. Después de todo, la catedral de Monreale, el majestuoso símbolo de la autoridad regia, nació, en parte, como contrapunto a la ambición del sucesor de Perche, Gualtiero Offamilio, arzobispo de Palermo.

Fachada de la catedral de Monreale.

Fachada de la catedral de Monreale. Ludvig14/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Margarita fundó esta sede cuando Guillermo II aún no tenía 18 años y seguía bajo la tutela del palermitano. En aquel momento, en las ciudades el poder eclesiástico lo ostentaba el arzobispo u obispo de la catedral. Construir una estructura real hizo que Monreale se convirtiese en una sede directamente dependiente del papado de Roma, y no de Palermo ni de Offamilio. El papa Alejandro III otorgó la directa sumisión de la catedral a Roma en 1174 y dos años después el complejo fue consagrado a la Virgen María.

La monumental iglesia, de más de 100 metros de largo y más de 2 200 kilogramos de teselas de oro, cuenta con un enorme y exquisito claustro formado por más de 100 capiteles dobles. Fue construida en poco tiempo y dotada con grandes cantidades de dinero, territorios y posesiones, como las del rico monasterio de Santa Maria di Maniace, erigido por la propia reina en 1172.

Interior de la catedral de Monreale.

Interior de la catedral de Monreale. Debrauni/Wikimedia Commons, CC BY

Se puede encontrar la huella de Margarita en diferentes lugares de la catedral. Por ejemplo, en la única imagen figurativa de la decoración exterior, que muestra un águila, emblema familiar de los Aigle.

Imagen de un águila en la fachada de la catedral.

El águila, emblema familiar de los Aigle. Holger Uwe Schmitt/Wikimedia Commons, CC BY-SA

En los mosaicos del ábside aparece el arzobispo inglés Thomas Becket, asesinado en 1170 y amigo personal de la reina. Becket le había escrito en 1168 para darle las gracias por haber refugiado a sus parientes en momentos difíciles: “Tu riqueza ha aliviado su indigencia, y la amplitud de tu poder los protegió”. El inglés también había contactado con el consejero real, Richard Palmer, obispo de Siracusa, solicitándole que trabajara “para la causa de la reina” y el entonces arzobispo de Palermo Esteban de Perche.

Becket es asimismo recordado en un interesante relicario propiedad de la soberana, que seguramente formaba parte de la embajada de Juana Plantagenet (futura nuera de Margarita, quien también llegó a Sicilia con 11 años). En él se representa a Reginald de Bath bendiciendo a la reina, quien había intercedido ante el papa a favor de su padre excomulgado por Becket.

Tumba de reyes

Monreale seguía la tradición de la opulenta capilla de Roger II en el palacio real y desafiaba a su rival, la catedral de Palermo, al convertirse en panteón regio.

Tras esta estrategia, sin duda, estuvo Margarita. Desde el comienzo de su gobierno había tenido las ideas claras: devolvió bienes confiscados por el difunto monarca, liberó a los injustamente encarcelados, indultó deudas y suprimió tributos. Trabajó para pacificar el territorio y sus logros acreditan su eficacia. La reina, que conocía bien las intrigas del pueblo, se comprometió a inculcar lealtad hacia su hijo.

El que las dos imágenes de Monreale en las que aparece Guillermo II lo muestren como quien ofrece la iglesia a la divinidad ahonda en la honorabilidad de su madre. Al vincularlo a él con la promoción, y no a ella (verdadera ejecutora de la propuesta), le da protagonismo y lo encumbra como buen rey.

Tumba de pórfido en el transepto norte de la catedral de Monreale. Sepulcro de Margarita de Navarra.

Tumba de pórfido en el transepto norte de la catedral de Monreale. Sepulcro de Margarita de Navarra. José Luiz/Wikimedia Commons, CC BY-SA

Margarita falleció a los 48 años, después de ver morir a tres de sus cuatro hijos: el heredero Roger, asesinado con tan solo nueve años; Roberto, fallecido con cinco, y Enrique, con 13. En el transepto norte de la catedral de Monreale se encuentra su sarcófago de pórfido y los mosaicos que lo rodean cuentan con seis santas singulares que afirman lo femenino y maternal.

Margarita de Navarra se revela como un personaje fascinante sin el cual seguramente no podríamos disfrutar de uno de los mayores logros del arte normando: la extraordinaria catedral de Monreale.

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