Marceau, 11. Y otra reflexión

El número 11 de la calle Marceau de París fue sede de la Delegación del Gobierno de Euzkadi

El número 11 de la calle Marceau de París fue sede de la Delegación del Gobierno de Euzkadi Deia

En la polémica surgida sobre la devolución tras décadas de usurpación de la sede de la avenida Marceau 11 a EAJ/PNV, hay para los oponentes un fleco, importante, que descubre la realidad baska en sus acciones y que no fue novedosa de ese año de 1936, sino que venía de atrás, y es la voluntad de nuestra gente de ejecutar una adquisición inmobiliaria para fines patrios. Finalizada la segunda guerra foral, 1876, jóvenes emigrados a Buenos Aires, ciudad que empezaba a crecer, vencidos en su guerra y arruinados pero no vencidos, se reunieron en 1877 sin deshacer sus maletas de cartón para fundar el Laurak Bat, primer centro basko en América, con el fin de conciliar su exilio con sus encuentros sociales, mantener el ejercicio de su lengua original, ensayar el juego de pelota y mantener bailes y costumbres. Más sorprendente, crearon una asociación, Socorros Mutuos, para ayudar a los más necesitados entre los necesitados, pues ningún basko podía morir en la calle, tal como era el caso de otros emigrantes. Incluso se compró una parcela en el cementerio para que los baskos pudieran ser enterrados con dignidad y la cabeza vuelta, en esa eternidad sin retorno, hacia la vieja tierra por cuyo Fuero, es decir, identidad, fueron a la guerra y antes de que Sabino Arana la bautizara Euskadi. Pero eran Laurak Bat.

Hay más de 300 eusko etxeak en Argentina, poblada por más baskos fuera de Euskadi, y muchas más se levantan en toda América, allí donde fuera gente baska apuntaron esa necesidad primordial de mantener sus fórmulas culturales y sociales. Destaco lo importante de estas motivaciones pues estos locales se compraron de modo colectivo y a fondo perdido. No puede ser fácil entender esta actitud por parte de quienes nos critican, que se dispusiera de esa manera del capital de o de todos y cada uno de los baskos en tierra extranjera, tratando de formar una pequeña Euskadi, obligados por las circunstancias políticas de abandonarla, y que se convierten en voz y fuerzas de un pueblo vencido pero no rendido.

El Centro Vasco de Caracas vale de ejemplo. Tres barcos arribaron al puerto de La Guaira en 1939-40, fueron recibidos por las autoridades de Venezuela, trasladados a Caracas y en menos de 10 años limpios sus cuerpos del polvo del exilio, aliviado el dolor de la pérdida económica y familiar sufrida en la guerra, y deciden por suscripción popular comprar un terreno en el mejor sitio de la Caracas de los años 50, El Paraíso, con un cerro incluido, para construir la casa de los baskos donde ondea desde su origen junto a la bandera de Venezuela, la ikurriña. Hubo gente que ya ganaba capital con la construcción de la ciudad que, con el auge petrolero, se expandía hacia el este del valle de los indios Caracas, pero la gran mayoría sobrevivía remontando con dignidad sus vidas y educando a sus hijas/os, remarco que las chicas fueron educadas al modo de los varones de su tiempo, en la formación universitaria. El viejo anhelo basko de tener universidad lo hicieron posible en el exilio. La idea de levantar un monumental Centro Vasco cuajó, y cada quien abonó su aportación a fondo perdido. Y entre todos lograron la edificación que perdura.

Los que vivimos el exilio y veíamos esos milagros que no se daban en otras colectividades, nunca nos extrañó la historia de la avenida Marceau 11. Que varias personas que habían hecho fortuna en América decidieran enviar dinero para comprar una sede digna de un Gobierno y en el mejor sitio de París. Incautada por la Gestapo, devuelta al Gobierno de Francia y por este entregada a los baskos, izamos en el día de liberación de París, 1944, la ikurriña en su balcón, mientras el batallón Gernika desfilaba por el Arco de Triunfo. Pero nuevamente nos la arrebataron, para ser entregada a Franco y su gobierno, dictadura fascista. A los baskos nos tocó la tarea de abandonarla y montar otra sede en la avenida Singer. A los 15 días.

La generosidad baska responde a algo esencial y es al absoluto respeto del pueblo a sus dirigentes. La generación de Agirre e Irujo y tantos más fue ejemplar y se sigue manteniendo. Ser autoridad no es imperio de ley, sino ejercicio de la misma. Llegando a este mes de febrero recuerdo la Gamazada, los movimientos de todo el país por la restauración de los Fueros, y en Nabarra en particular, la llamada de los ayuntamientos al pueblo para trajinar los caminos que llevaban a Castejón para recibir a los diputados nabarros llegados en tren desde Madrid. Defendieron con su palabra la protesta de Nabarra, y fueron vencidos. Pero el pueblo los recibió con el honor que merecido: habían empeñado su palabra de defender lo que entendíamos los baskos por democracia, la restitución de los Fueros. Y no retrocedieron en ese empeño y mandato.

Quizá en toda Europa no hay un acto semejante al de Castejón. Quizá no se pueda comprender, desde fuera y lejos, como fue la compra de la sede, Marceau 11, ni la confianza de que quienes aportaron el capital para su adquisición, designaran a un partido de gente responsable en su ideario y organización. Cuando en la década de los 60, Kennedy, en su discurso inaugural presidencial, conmovió al mundo con su frase de “no penséis en lo que vuestro país os puede dar sino en lo que podéis dar a vuestro país”, los baskos lo entendimos. Es el espíritu de Marceau 11, de las Eusko Etxeak. Del Fuero.

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