Aunque es difícilmente precisable, las primeras evidencias del ser humano en Euskadi datan de hace 800.000 años, como en Atapuerca
Las glaciaciones condicionaron el hábitat y la vida de los pioneros
EL largo período de la más primitiva Historia de nuestro Pueblo, denominada Paleolítico Inferior, se aleja de nosotros más de 250.000 años y perdura hasta hace unos 100.000. Cuánto más allá de esa fecha de los 250.000 años se aleja la primera presencia humana en Euskal Herria es algo que no podemos precisar hoy por hoy. Pero el hecho de que muy cerca, en Atapuerca, tenemos evidencias de una intensa presencia del ser humano hace 300.000 años y de otra menos intensa, que se remontan a 800.000, hace probable también esta presencia en nuestra tierra.
Hasta hace relativamente poco tiempo contábamos con pocas evidencias atribuibles a esta remota época. Se trataba solamente de una serie de bifaces, llamados así por tratarse de cantos tallados parcial o totalmente en sus dos caras, procedentes de muy diversos puntos del País, unos de tierras alavesas (Ai-tzabal, cerca de Gasteiz, Peñacerrada, Murua) y de Nafarroa (Iruña, Zuñiga, Lizarra, Irunberri) y otros de la costa labortana (Donibane Lohitzun, Bidart, Larralde entre Bidart y Biarritz). Todos estos hallazgos y otros semejantes procedían de lugares al aire libre.
Se trataba de hallazgos aislados, fuera de contexto, cuya procedencia originaria exacta se desconocía. Sólo su forma y modo de fabricación permitían pensar que se trataba de instrumentos tallados en el Paleolítico Inferior. Pero habida cuenta de la pervivencia de estos tipos de instrumentos en épocas posteriores no se podía afirmar con total seguridad su pertenencia a esa remota época. En todo caso, daban poca información acerca de los seres humanos que los confeccionaron.
Los primeros pobladores cazarían ciervos, uros o caballos cuando iban a beber a los ríos; también recolectaban vegetales
En Urbasa son numerosos los puntos en que aparecen industrias del Paleolítico Medio, dado que la zona es muy rica en sílex, pero hay también evidencias del Paleolítico Inferior, sobresaliendo las existentes en el entorno de la balsa de Aranzaduia, donde los bifaces y discos parecen proceder de la época final del Paleolítico Inferior. En esa época pudieron beneficiarse de un clima benigno del interglaciar y ocupar así la altiplanicie de Urbasa.
En la cuenca de Iruñea, las prospecciones llevadas a cabo en época reciente han proporcionado numerosos hallazgos de industrias ínferopaleolíticas, que van enriqueciendo nuestros conocimientos sobre los primeros pobladores de nuestra tierra. Se trata de industrias de aspecto más antiguo que las de Urbasa. Los asentamientos parecen establecerse sobre terrazas fluviales. Pero tampoco en estos casos se han encontrado, hasta el presente, las industrias en su contexto estratigráfico.
irikaitz Estando así las cosas, en 1996, miembros de Antxieta Taldea de Azpeitia descubrieron en Zestoa, en la proximidad del río Urola, una serie de restos entre los que aparecían algunos que parecían pertenecer al Paleolítico Inferior. Se trata del yacimiento de Irikaitz. Tenemos por tanto aquí evidencias de este remoto período de nuestra Prehistoria, esta vez dentro de su contexto, dentro de una estratigrafía. En este caso se puede pedir información no solamente a las piezas mismas sino también a los estratos en cuestión, a sus tierras y a otras evidencias que puedan salir asociadas a las industrias. Una de las tareas será la de datar estos estratos y ver desde qué antigüedad mínima habita el ser humano en la zona.
Por otro lado estos grupos de Irikaitz no parece que conocían fuentes de sílex, dado que los instrumentos fabricados por ellos lo están en otros materiales más blandos que aquél. Sí conocían el sílex y lo explotaban, en cambio, los que les sucedieron en el mismo lugar, decenas de milenios después.
El oso y los leones de las cavernas fueron los grandes enemigos de los neandertales; el fuego fue su gran aliado
Quizá el húmero humano hallado por nosotros en la cueva de Lezetxiki, en Arrasate, y perteneciente a una mujer joven pueda proceder de estos remotos tiempos. Pertenece al tipo humano denominado Homo heidelbergensis y se asemeja al aparecido en la sima de los huesos de Atapuerca.
Tampoco sabemos nada acerca de los modos de vida de estos primeros pobladores del País. Extrapolando lo que ocurre en otros sitios y conociendo la fauna de la época, podemos decir que cazarían ciervos, caballos, uros y otros ungulados mediante trampas tendidas en las orillas de los ríos, cuando estos herbívoros venían a abrevar. Aprovecharían también probablemente la carne de animales muertos y completarían su dieta con la recolección de restos vegetales. En esos lugares próximos a los ríos o a zonas donde la materia prima para la fabricación de sus instrumentos era abundante construirían sus chozas con materiales deleznables como troncos y ramajes de los que nada se ha descubierto hasta el presente.
Últimamente comienzan a aparecer restos de esas remotas épocas en cuevas. Una, por cierto, la de Astigarraga, a sólo 4 km. de distancia de Irikaitz, en el valle de Goltzibar (Deba). A algunos de los habitantes de esta época les tocó sufrir los rigores de la penúltima glaciación, la glaciación del Riss, como lo muestra un hallazgo de Bidart relacionado con un nivel de esta época glaciar.
los Neandertales De esta época, que comienza hace unos 100.000 años y que conlleva una nueva tecnología producida por un tipo humano distinto, el hombre de Neandertal (Homo sapiens neandertalensis), tenemos un conocimiento mucho más amplio, ya que los yacimientos existentes son numerosos. Estos yacimientos se dividen en dos grupos: los situados al aire libre, donde construirían probablemente sus chozas, y los situados en cuevas o abrigos bajo roca. Entre los primeros destacan los de Murba en Treviño y Urbasa, además de otro costero en Kurtzia, Sopelana. Entre los segundos sobresalen Axlor en Dima, Lezetxiki en Arrasate, Amalda en Zestoa, Olha en Kanbo e Isturitz en el pueblo bajonavarro del mismo nombre.
Durante la primera parte de este período, el clima era benigno, como lo atestiguan los animales presentes en la base de los niveles musterienses del abrigo de Olha e Isturitz, animales de apetencias climáticas atemperadas. En efecto en esta primera fase aparecen restos de ciervos y uros, procedentes de la caza de sus pobladores. Pero poco a poco este clima fue deteriorándose y fue penetrando más intensamente la última glaciación, la glaciación del Würm, aunque ésta no alcanzó sus momentos álgidos hasta más tarde, durante el Paleolítico Superior.
Ese enfriamiento del clima lo muestra la aparición de especies árticas y de apetencias climáticas frías, tales como el reno, el rinoceronte lanudo y el mamut, en algunos de los yacimientos citados. El dominio que estos grupos humanos tenían del fuego se constata perfectamente en los hogares descubiertos en algunos de estos mismos yacimientos. La forma de caza nos la ilustran la situación de Axlor, Lezetxiki o Amalda.
Axlor es un abrigo situado en una ladera a unos 15 metros del torrente que corre en el fondo del valle. Este torrente se abrió paso a través de un paisaje calizo y formó, cerca del abrigo, un puente natural de roca caliza, precioso fenómeno kárstico realizado por el agua. Este puente une las dos laderas del valle. Este fenómeno llamó la atención de los lugareños, a quienes pareció una construcción artificial. Pero, al ver que ningún ser humano era capaz de construir semejante puente, atribuyeron su realización a los gentiles, seres gigantescos de la Mitología Vasca a los que se atribuyen distintas potencialidades. De ahí que el topónimo del lugar sea el de Jentilzubi o puente de gentiles.
Conocido el lugar es fácil imaginarse la caza en el mismo. Se trataría probablemente de una caza al ojeo, en que unos cazadores espantaban a los ungulados de la ladera donde se encuentra el abrigo y les obligaban a tener que pasar a la ladera opuesta, por el puente citado. Otros apostados en las proximidades del mismo, ejerciendo una acción análoga, provocaban un caos en la huida, de forma que muchos de los animales se despeñaban del puente abajo, donde otros hombres podían matar a los animales malheridos.
Se trataba de una caza oportunista, no dedicada o especializada a una sola especie, como veremos en épocas posteriores, sino a todos los ungulados existentes en la zona. Así, en la cueva han salido abundantes restos de ciervos, cabras monteses, sarrios, caballos, bisontes y otros animales más en menores cantidades.
Este extraordinario lugar en el que la naturaleza colaborara plenamente con la actividad fundamental de los pobladores de Axlor, la caza, fue ocupado durante muchos milenios. En efecto los estratos musterienses tienen una potencia de más de 3 metros y su contenido es sumamente rico en hogares, en útiles y en restos óseos de alimentación.
En otro orden de cosas, estos grupos musterienses tenían unos peligrosos enemigos que le disputaban el hábitat. Eran el oso de las cavernas, abundantísimo entonces en el País, como en el resto de Europa y otro mucho más peligroso, si bien no tan frecuente, el león de las cavernas.
Estos animales acudían a invernar a las cuevas. El hombre tenía que defenderse de ellos mediante el fuego. La llama del fuego, procedente de una luz intelectual inmensamente superior a la de esas fieras, hizo que este hombre, físicamente mucho más débil, sobreviviera con éxito a esas temibles especies hoy extinguidas.
De estos seres humanos sabemos también más cosas. Conocemos algo de su cultura espiritual. Enterraban a sus muertos con alimentos y útiles. Decoraba su cuerpo para determinados ritos. Pero estos datos los conocemos a partir de otros yacimientos europeos de neandertalianos. Sin embargo en la cueva de Lezetxiki hemos hallado ocres alóctonos, es decir aportados por el hombre al yacimiento, los cuales no tienen valor como materia prima para la construcción de instrumentos, sino únicamente como colorantes. Quizá se coloreaban el cuerpo para determinadas prácticas rituales que se nos escapan por completo.
los Cromañones Los autores de las diversas manifestaciones del Paleolítico Superior pertenecen a la forma Homo sapiens sapiens, es decir al ser humano actual, representado entonces en Europa Occidental por la raza de Cromañón. Su presencia supuso grandes avances en todos los órdenes. Entre las manifestaciones principales se encuentran los siguientes: avances tecnológicos en la industria lítica, desarrollo de la industria del hueso, caza especializada, no sólo oportunista y, sobre todo, manifestaciones artísticas
Esta época se extiende desde hace unos 40.000 años hasta hace unos 10.500. Toda ella tiene lugar dentro de un recrudecimiento climático grande. El límite de las nieves perpetuas, situado hoy en el Pirineo hacia los 3.500 m de altitud, bajó hasta los 1.100 m en las fases más frías. Las cumbres de Gorbea, Aizkorri, Aralar y desde luego el Pirineo navarro estaban bajo nieves perpetuas. Las temperaturas medias eran unos 10 grados inferiores a las actuales.
Todo esto obligó a los grupos humanos del País a deshabitar en buena medida las tierras meridionales del mismo, para refugiarse en las cuevas de los valles de la vertiente atlántica, mucho más abrigados que las tierras altas de Araba y Nafarroa. Incluso en la vertiente atlántica las cuevas con habitación del Paleolítico Superior están situadas por debajo de los 500 metros de altitud.
Grandes yacimientos de esta época son los de Santimamiñe en Bizkaia, Ekain en Gipuzkoa o Isturitz en Baja Navarra, todos los cuales contienen a su vez importantes santuarios de arte rupestre en su interior.
EL AUTOR
● Jesús Altuna Etxabe (Berastegi,1932). Prehistoriador. Amplió estudios de paleontología y prehistoria en Alemania. Doctor en Arqueozoología. Acompañó a aita Barandiaran en 25 excavaciones. Ex profesor de la UPV y director científico del Centro de Patrimonio Arqueológico de Gipuzkoa, ha publicado una docena de libros y más de 200 trabajos en revistas internacionales. Colabora con Sabino Arana Fundazioa en esta serie de reportajes sobre la historia de los vascos.