Ha desaparecido el barrio de Wadi Abu Jmil, un barrio del oeste de Beirut donde vivieron los judíos. Este vecindario, cabe a la «Línea verde», que dividió durante años la capital, quedó atrapado entre los combatientes de la guerra civil, y después se ha convertido en terreno de especulación inmobiliaria para familias acomodadas. Su sinagoga fue alcanzada, por extraño que parezca, por los bombardeos de la invasión israelí de 1982. El edificio con su estrella de David y la inscripción en hebreo en su fachada, ha permanecido en pie y, de vez en cuando, se hacen cábalas sobre su restauración. Se pudo salvar de guerras y de la demolición de las excavadoras de la compañía «Solidere», cuyo principal accionista había sido el asesinado primer ministro Rafic El Hariri. Ahora, para recuperar la memoria de los habitantes del barrio, de los judíos que convivían con musulmanes y cristianos. Nada Abdelsamad, periodista libanesa acaba de publicar su libro en las ediciones árabes de An Nahar.
Los pocos judíos que han quedado en El Líbano son invisibles. Es un tema tabú, tratado siempre con mucha discreción. Al llegar yo por primera vez a Beirut, me hospedé en el Hotel Omar Kayam, ya desaparecido, en Wadi Abu Jmil, a dos pasos de la sinagoga y de su escuela adyacente de Selim Terrab. Entonces, su comunidad, reconocida en esta república de sistema confesional, estaba compuesta de alrededor de veinte mil personas, y desde siglos, estaba arraigada en esta acogedora tierra levantina.
El libro cuenta las historias de treinta familias judías que abandonaron el Líbano y emigraron a Europa, al Canadá, o se establecieron en Israel, a partir de 1948 y, sobre todo, a causa de la guerra de los «Seis días» de 1967. Son testimonios de su vida cotidiana, descripciones de fiestas y bodas judías en la sinagoga de Maghem Abraham, en el club de los Macabeos, de la calle Francia, lugar de paseo de los jóvenes. Se evocan docenas de pequeñas escenas de amable convivencia, como la del muchacho cristiano que todos los «sabat» encendía el horno a sus vecinos judíos, de este tendero musulmán que participaba en los gastos del entierro de un rabino, de un rico judío que suministraba el agua de sus depósitos a sus vecinos musulmanes necesitados, de esta mujer sunita que prefería comprar la carne l»hilal», prescrita en su religión, en una carnicería «kacher».
Algunos vecinos fueron funcionarios públicos y trabajaron en las fuerzas de seguridad en la radio nacional del Líbano. No faltan historias rocambolescas, como las de la bella Shella Cohen, espía israelí, sobre la que se ha rodado recientemente una película, o en torno a soldados del «Tsahal» que invadieron Beirut en 1982, y que al visitar su antiguo barrio donde pasaron su infancia, trataron de localizar a antiguos amigos de sus familias que habían abandonado El Líbano. Nada Abdelsamad no olvida relatar las jornadas en que la policía rodeaba el barrio para protegerlo de los manifestantes antisionitas, ni el miedo de muchos judíos que, de un día a otro abandonaron sus casas y sus bienes de Beirut. Se fueron sin dejar rastro y nunca intentaron reanudar sus anteriores relaciones. «Es una comunidad -ha escrito Nada Abdelsamad- que decidió concluir su presencia en El Líbano». Los raros supervivientes de este éxodo, rehúyen hablar en público, ocultan su identidad, viven con discreción. «Wadi Abu Jmil, historias sobre los judíos de Beirut», no aborda temas políticos, sino que describe este ambiente del barrio, este largo éxodo en silencio, estos viajes de niños que salen hacia Israel antes de que partan sus familias, de personas desaparecidas que vuelven, de vecinos que dejan, casi de puntillas, de noche, sus viviendas para nunca más volver. Es un libro escrito sobre la memoria arrancada de Wadi Abu Jmil, que sólo podría publicarse en Beirut.