A lo más tardar, ya en el siglo XVIII los exegetas de la Biblia estaban convencidos de que en lo recogido en sus cinco primeros libros, denominados en griego Pentateuco, subyacían dos fuentes documentales. Y en el XIX de dos se pasó, por lo menos, a cuatro. En el Pentateuco, o libros denominados por entonces de Moisés, no sólo había dobletes sino narraciones triples. Se denominó documento J al que invocaba a Dios con el nombre de Yahvé, al que a Dios llamaba Dios (en hebreo Elohim) se le nombró documento E. El tercer documento, con mucho el más largo, que contenía parte de las leyes y además sobre todo se preocupa de los asuntos de los sacerdotes, pasó a llamarse P. Y un joven erudito alemán, Wilhelm Martin Leberecht de Wette (12 de enero 1780 – 16 Junio 1849) observó en su tesis de doctorado que el último de los cinco libros de Moisés, el Deuteronomio, se diferenciaba notoriamente desde el punto de vista del lenguaje de los cuatro libros restantes. Obedecía a otra fuente, y se le denominó D. Pues bien, en este libro del Deuteronomio del Antiguo Testamento (23, 2) se dice que: “Ningún hombre con un huevo aplastado o mutilado puede participar en la asamblea de Jahvé”. Es árbol seco. No puede ser ni cristiano, ni cura, y mucho menos obispo. Y los obispos, que ejercen en nuestro pueblo, han tratado de demostrar en sus últimos tiempos que su cargo se ejerce por cojones. Dos ejemplos vendrían a demostrar el huevo veterotestamentario de nuestros obispos.
1.- “Escándalo monumental. La privatización de las iglesias, ermitas, casas, tierras y otros bienes públicos de Navarra” es un libro publicado por la Plataforma de defensa del patrimonio navarro. Cuentan que, de manera casual, se descubrió a principios de 2007 que la diócesis de Navarra estaba poniendo a su nombre de modo masivo todo tipo de edificios religiosos, casas tierras, arbolados, cementerios… Más de mil escrituraciones desde 1998, en concreto 1087, por unas pocas docenas de euros al amparo del artículo 206 de la Ley Hipotecaria. De la noche a la mañana la Iglesia Navarra se ha convertido en la mayor inmobiliaria del territorio; unos bienes, en gran parte fabricados y mantenidos con el sudor de las gentes y el erario público, han sido robados con dolo y a traición por el obispo de Pamplona. A medida que los templos van quedando desnudos y vacíos, a medida que la gente se alejan de sus iglesias y ermitas ellos se prestan a vender el robo e incautación y a lucrarse con el sudor de los antepasados. Y lo hacen por la noche, en silencio, con la ayuda de mano amiga en registros, juzgados y gobierno. La inmatriculación comenzó con una orden de Fernando Sebastián, que no sólo era obispo sino arzobispo y, por lo visto, los tiene como el caballo de Santiago: Se ha hecho dueño de lo que han levantado otros con el objeto de vender, alquilar o hipotecar. “La mayor apropiación indebida de la historia de Navarra, después de la propia conquista del Reino” dirá José María Esparza. El libro aporta datos y, sobre todo, crea indignación. Hoy subvencionar a la Iglesia es contribuir con la expoliación. Hay un dicho neotestamentario que recuerda: “No echéis las perlas a los cerdos”. No sólo no ha habido obispo alguno, que en nuestra tierra haya alzado la voz frente ante tal latrocinio, sino que posiblemente todos ellos, amparados en la noche, pueden estar perpetrando el mismo robo. Porque no olvidemos, lo más parecido a un obispo es otro obispo.
Una vieja historia eclesial. Nos recuerda Richard Dawkins que en tiempos medievales la Iglesia vendía indulgencias a cambio de dinero. Este dinero servía para evitar cierto número de días de remisión en el purgatorio, y la Iglesia literalmente emitía certificados firmados especificando el número de días que se habían comprado. La venta de indulgencias estaría en los primeros lugares del ranking de los más grandes timos de la historia, pero referente a Navarra sin duda que en cantidad y valor lo supera este robo citado en Escándalo monumental con detalle, perpetrado por la Iglesia con la inmatriculación de los 1087 bienes en nuestros días.
2.- “Y al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo objetivo. Y de repente vino del cielo un rugido como una impetuosa ráfaga de viento y llenó toda la casa en la que se encontraban. Y les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; y se llenaron todos de espíritu santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el espíritu les concedía expresarse. Otros en cambio meneaban la cabeza diciendo: “¡Están llenos de mosto!”
Es un pasaje diario en el acontecer eclesial. ¡Ojo cuando un obispo hecha mano del espíritu santo!, es el recurso fácil para hacer su santísima voluntad y acallar al cristiano creyente, que se le rebela. Dice que va a orar a Dios para que le ilumine; lo que en realidad trata es de, con la excusa de Dios, hacer su santísima voluntad. Es un viejo truco eclesial de todas las épocas. En otras palabras, es un golpe de estado llevado a cabo con impunidad ante el creyente. Se juntan cuatro jerifaltes de la Iglesia y deciden, en este caso, que el obispo de Gipuzkoa -por supuesto por la gracia de Dios y con la ayuda del espíritu santo que, por lo visto, sólo les ilumina a ellos y no a los demás- sin contar con sus feligreses ni sus párrocos va a ser José Ignacio Munilla. Ya tenemos, por obra del espíritu santo, al nuevo jefe comercial de Dios en esa tierra. Por el dedo del altísimo. A esto siempre se le ha denominado en historia absolutismo, feudalismo, dictadura, golpe de estado, invasión… o cosas parecidas, sin embargo en la Iglesia a esto se le llama voluntad de Dios e iluminación del espíritu santo. Ya lo dijo Atahualpa Yupanqui, y lo sabemos desde hace siglos: “¿Que Dios vela por los pobres?… Lo seguro es que almuerza en la mesa del patrón”. ¡Con su pan se lo coman! “¡Olé los obispos valientes, no les tengas miedo! ¡Dios y la virgen te darán su ayuda! ¡Le encomendaremos a Juan Pablo II!”, le gritan desde la garita algunos ángeles. De nuevo en acción el huevo veterotestamentario del Deuteronomio, por eso las mujeres siguen esperando en la Iglesia católica en el pórtico. ¡Y también vienen esperando en su atrio desde siglos quienes en ella reclaman un mínimo de democracia y de dignidad humana! Pero hay un refrán, que no debiéramos olvidar, que dice: “no pidas peras al olmo! La culpa no es del olmo sino de quien le pide peras.
Publicado por Nabarralde-k argitaratua