Nabarralde ha organizado en Iruñea una jornada más, la VIIIª, en torno al patrimonio (memoria, identidad, cultura en tiempos de la Globalización), centrada en esta ocasión en el tema de los caminos.
En el inicio de la jornada se contó el suceso de Lepe (aviso: no es chiste), población andaluza en la que hace unos años con dinero público se construyó un hospital; pero, cosas de la corrupción, el dinero se acabó y el edificio no contaba con accesos. Las carreteras habituales no cuajaron; se evaporaron. ¿De qué sirve un hospital sin caminos? ¿Por dónde llegarían los médicos, las ambulancias, los enfermos, los familiares, los instrumentales o cualquier otro servicio?
Esta historia sirve para poner de manifiesto la dimensión funcional, pragmática, de los caminos. En efecto, como explicó Izaskun Abril (directora de Ordenación del Territorio del Gobierno de Navarra), entre sus atribuciones el camino actúa de infraestructura de la sociedad; controla el territorio; vertebra el espacio de esa comunidad; pero también, instrumento de relación y contemplación, funciona como sistema de percepción del paisaje.
Más técnico, el geógrafo Antonio Lista explicó que lo que define un camino es su oficio de aprovechar la tensión que existe entre dos puntos para canalizar los flujos con una cierta infraestructura. Lo que ocurre es que, en la actualidad, con la Globalización, si no la hay se inventa esa tensión a través de un relato, que hace que la gente entienda que merece la pena transitar por ese camino. El relato, en este campo, es una forma de dar el pego. El signo de los tiempos, que diríamos. Es el fundamento del turismo, panacea para todo y negocio de algunos.
El uso de transporte basado en combustibles fósiles (en la Globalización) se ha traducido en un aumento de la velocidad, en un ahorro de tiempo en el viaje, cada vez más vertiginoso, lo que provoca una pérdida de contacto con el entorno. Esto se traduce en un menoscabo de experiencia, conocimiento y relación con la naturaleza y el paisaje. Y también con las comarcas cercanas y con su gente. Rutas históricas, itinerarios, lugares aislados, montaña, comarcas rurales… todo queda arrinconado.
Juan Mari Mtz Txoperena nos explicó la importancia de la infraestructura de calzadas romanas en territorio vascón, que da fe del interés de ese imperio en nuestra tierra; de paso, es evidencia de la integración de este pueblo en la civilización europea de su época. La red de vías de comunicación que se descubren es signo del desarrollo de nuestra sociedad en aquel momento. El territorio estaba justamente en la encrucijada de dos de las más importantes calzadas romanas; la de Burdigala/Burdeos-Astorga y la de Oiasso-Tarraco.
Iñaki Uriarte nos ofreció una semblanza de los distintos caminos que acompañan a la Humanidad, desde la Vía Láctea hasta el último sendero que conduce al cementerio. Con respecto a las vías marítimas, aseguró que los pueblos que tienen mar limitan con el infinito. Quizás sea como decía Nietzsche: cuando miras mucho tiempo al infinito, el infinito acaba mirando dentro de ti.
Amaia Apraiz centró su intervención en los caminos de hierro; el ferrocarril es hijo de su época mecanizada, industrial, de dominio de la tecnología sobre la naturaleza. Como ejemplo del papel que las vías de tren y las máquinas han jugado en la sociedad puso sobre la mesa el dato de que la primera vía del Estado español se tendió en Cuba (que para eso es un Estado-imperio), para conectar los ingenios azucareros. Y su efecto fue el de vertebrar la isla, con un fin colonial, por supuesto.
Al hilo de la reflexión sobre los relatos (y quizás por darle la vuelta), explicó que cada línea que cruza el territorio cuenta una historia. Desde luego, el tren del Irati, el Plazaola, el Vasco-Navarro, el trenico, el del Bidasoa…, cada línea un recuerdo.
A la hora de hablar de itinerarios culturales, Ainara Mtz Matia cuestionó que, como se comentó desde el principio, todos los relatos llevan al turismo. O juegan con el simulacro. Dentro de la Unión Europea se comenzó con el camino de Santiago; pero luego se establecieron otros como la ruta de hierro de los Pirineos; el camino del arte rupestre prehistórico, la ‘Vía Carlomagno’, para acabar en el ‘Destino Napoleón’, y ya rozando el ridículo la ‘Ruta D’Artagnan’. Algunos no son precisamente recorridos históricos.
Entre los caminos que la historia de las guerras y la represión ha dibujado, Isabel Elizalde y Juanbi Mihura nos hablaron de la Red Comête, la ruta que seguían los aviadores (y otros prófugos, judíos…) que escapaban de Europa ocupada por los nazis, y que atravesaba el Pirineo por los puertos navarros. Entre otros detalles, hablaron de sus abuelos Alejandro Elizalde (que murió al poco de salir de Mauthausen) y Xan Mihura, que salvaron a tantos huidos por los caminos de contrabando de muchos siglos.
Y para hablar de los caminos de la noche José Antonio Perales nos describió el arraigo de los contrabandistas de Navarra a lo largo del tiempo. Francisco Gregorio de Salas, clérigo español, definía a los navarros como “…todos son traficantes (paqueteros, mugalaris, pasadores…), indianos y cazadores”. En efecto, durante siglos la frontera estuvo en el Ebro, las mercancías venían de Europa por el norte y por el mar, y como apuntó el profesor Perales, “todos los caminos de Navarra eran de contrabando”.
En un estudio que hizo con contrabandistas hace algunos años, al entrevistarles alguno le comentaba: “Cuando íbamos por el monte, a los guardias civiles a distancia les olíamos”. Y era cierto.