La publicación del documento elaborado por altos mandos militares británicos, y que bajo el nombre de «Operación Bandera» recoge en cerca de cien páginas la actuación militar británica en el norte de Irlanda durante las ultimas cuatro décadas, ha mostrado la incapacidad de Londres para resolver el conflicto por la vía militar.
El próximo 31 de julio, el ejército británico terminará la que ya se ha calificado como «la campaña militar más larga de su historia», y pondrá fin a la que se denominó «operación Bandera». A lo largo de sus páginas los militares analizan ese largo período, presentando a sus actores principales y a las diferentes estrategias y objetivos que caracterizaron su campaña militar.
Este análisis sigue la línea de otros documentos anteriores, como el que en la década de los setenta publicó el IRA, tras hacerse con un documento secreto, y donde se afirmaba que la victoria militar sobre los republicanos irlandeses era imposible y ya se anticipaba una especie de «empate técnico» en ese ámbito. En esta ocasión también se reconoce la imposibilidad de «derrotar militarmente las reivindicaciones republicanas», al tiempo que se deja entrever que el principal objetivo militar de las fuerzas de ocupación británicas no era tanto la resolución del conflicto, como «lograra la destrucción del IRA».
Los militares británicos describen a la organización republicana como «profesional, entregada, altamente cualificada y con gran capacidad de recuperación». También resaltan la efectividad del movimiento republicano y de sus campañas de información, que pudieron sortear la rigurosa censura y la propaganda británicas.
Esas páginas sirven también para repasar las actuaciones más importantes de las tropas de Londres en esos años, y apuntan tanto «éxitos como fracasos o errores». Así, no tienen ninguna duda al apuntar que operaciones o medidas como el Internamiento de los años setenta supuso un importante revés para sus aspiraciones. Por su parte, dentro de los primeros, señalan «el uso de operaciones encubiertas», como la que en 1987 realizaron en Loughgall, y que costó la vida a ocho voluntarios del IRA y a un civil.
Normalmente a nadie le gusta airear sus fracasos, de ahí que los militares británicos traten en pocas líneas otras actuaciones que reconocen como contraproducentes. El toque de queda de Falls (Belfast» o el Domingo Sangriento en Derry apenas merecen unas líneas, mientras que se aducen además, errores técnicos en su ejecución, sin mencionar el alto coste de vidas y sufrimiento que eso trajo consigo para las poblaciones nacionalistas. Es evidente que se intenta ocultar la transcendencia de esos errores y su influencia en el desarrollo posterior de los acontecimientos y del propio conflicto.
También hay importantes «olvidos» en las cerca de cien páginas de «Operación Bandera». Así no se hace ninguna mención a la «Force Research Unit», los servicios de inteligencia del ejército británico, cuyos agentes se infiltraron en los grupos paramilitares lealistas. Tampoco se señalan la colaboración de las fuerzas británicas con esas organizaciones, en lo que se ha venido a conocer como «collusion» (connivencia), y que supuso la realización de atentados contra la comunidad nacionalista.
Finalmente, también se «olvida» de mostrar el trato de favor que siempre tuvieron las tropas británicas ante la justicia. Con muy pocos condenados por sus actuaciones sectarias, y los que lo fueron tuvieron un rápido «perdón real». Y no hay mención de la política de «tirar a matar» que supuso la ejecución sumaria de militantes y civiles republicanos.
Lo que sí recoge en sus páginas es la presencia de organizaciones paramilitares lealistas, de las que señala que «a pesar de presentarse a sí mismas como defensoras de la comunidad unionista», en la práctica no son más que «una colección de gansters». Eso sí, sin mencionar en ningún momento la estrecha colaboración que mantuvo el personal «de su graciosa majestad» con esos individuos y que supuso la muerte de decenas de civiles nacionalistas.
En 1969 Londres envió sus tropas a las calles del norte de Irlanda, en un principio fueron tres batallones, pero a lo largo de los años, más de treinta mil soldados británicos ocuparon más de cien lugares de los seis condados. Casi cuarenta años después, la cifra de militares es la más baja, y no hay duda que el proceso de paz y la apuesta decidida del movimiento republicano en su conjunto por el mismo han logrado en buena medida esta realidad.
Como señalan algunas fuentes republicanas, «la tragedia es que Londres ha tardado tanto en aprender las lecciones de la historia y los ejemplos de resolución de conflictos de otros lugares. Y ha habido que llevarle a rastras hasta una negociación política de carácter inclusivo que ha podido acabar con la guerra».
Tras esos años de lucha y sufrimiento, parece que definitivamente la «Operación Bandera» llega a su fin, y dentro de unos años, los más optimistas señalan hacia el 2030, Irlanda «volverá a ser una nación de nuevo», y la bandera colonial británica habrá sido arriada definitivamente.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)