En Euskal Herria-Nafarroa, o en los Países Catalanes, dicen que hay “un problema de convivencia”, para referirse a un problema político detrás del cual está el supremacismo castellano y los intereses de las élites españolas. Desde su punto de vista ellos no son “nacionalistas españoles”, porque lo consustancial a esta parte del mundo es lo que ellos representan y defienden. Y lo que defienden son sus privilegios. Ese nacionalismo español, inexistente por inherente, les sirve para que nada cambie. Si algo escapa a su control, agitarán las banderas y los sentimientos ultranacionalistas de su gente ante la agresión a “España” por el “nacionalismo excluyente” (sempiterno comodín), los “social-comunistas bolivarianos” -(terminología algo más nueva para el “rojos” de siempre), “filo-etarras” (sempiterno comodín este también) y “golpistas” ( apelativo ideado por los que tienen el monopolio de la violencia y la coerción supremacista castellana para los parlamentarios catalanes que usan la palabra). Sin embargo, a los de 1936, a los de 1981, o a los 271 militares que en la misma línea subscribieron el manifiesto contra el gobierno “social-comunista” en 2020 los llaman sin más “patriotas comprometidos”.
En el País Vasco-Navarro (Euskal Herria-Nafarroa) también existe una élite que lleva siglos alineándose con Castilla-España por los beneficios que su colaboración les reporta. Puede que no sean tan estridentes; pero comparten, en gran medida, la necesidad de un “relato” construido para perpetuar la veracidad de una “historia de España”. La historia castellana de España se remonta a los “primitivos habitantes de Hispania”: celtas, iberos y godos. No, las gentes vasconas raramente aparecemos. No se explica cómo estamos aquí. Luego vendrá la “reconquista” y la “reunificación de España”de los reyes Católicos, forjadores de una “unidad sacrosanta” para los siglos de los siglos.
Este relato comporta la necesaria manipulación del lenguaje. La conquista de la Navarra Occidental en 1200 se convierte en “voluntaria entrega”. La invasión de lo que quedaba de Navarra en 1512 en “incorporación”. La resistencia de los naturales del país al conquistador y a la asimilación en “violencia”. El ocupante y sus colaboradores en “defensores de la paz y el orden” y están legitimados a tomar las medidas represivas militares, judiciales, y a manipular lo que convenga con tal de someter al rebelde al imperio de su “estado de derecho” y su “democracia”.
El pasado año 2020, año del inicio de la pandemia, también lo fue del 400 aniversario de la perdida de la independencia de los últimos territorios vascos tras la ocupación militar francesa de Nafarroa Behera, el último reducto independiente del reino vascón de Navarra después de casi 1000 años de estatalidad “vasco-navarra”. Este hecho histórico crucial en la memoria de cualquier nación pasó inadvertido. Pero es que la sexta merindad de ultrapuertos, Nafarroa Behera, está en la República Francesa y, tal vez, es cosa de los “gabachos” en referencia a nuestros compatriotas de Iparralde.
Este 30 de junio del 2021 se cumplirán 500 años de la batalla de Noain en la que, tras una inicial liberación de la Alta Navarra invadida en 1512, las tropas navarras y sus aliados gascones fueron finalmente derrotados por los españoles con la ayuda de jauntxos vascongadas y navarros, colaboradores del agresor. Esto supuso la muerte de unos cinco mil navarros, buena parte de la juventud navarra en aquel tiempo. Luego siguieron Amaiur y Hondarribia. Los alardes, los “pactos”, el “respeto al sistema foral” y otras manipulaciones. Este “relato” ha calado en buena parte de las generaciones que no han conocido otra cosa que el Estado de la Autonomías, en el que lo “vasco” y lo “navarro” son dos cosas diferentes y, además, “estamos bien como estamos”. A los que defienden la independencia de Euskal Herria-Nafarroa se les achacará el error del “presentismo histórico”, es decir, de analizar hechos y comportamientos del pasado con la mentalidad presente para sustentar su “nacionalismo excluyente”. Precisamente los “no-nacionalistas” que les acusan de ese error son los que sustentan toda su trama nacional presente en su relato del “pasado español” (castellano) de cualquier rincón de la península, y “plus ultra”.
Oiremos que en 1521 los “franceses” invadieron Navarra y que el santo Iñigo de Loyola fue herido en defensa de Pamplona contra las “tropas invasoras francesas”. Un jauntxo mercenario al servicio de Castilla ocupando Pamplona, enemigo de sus habitantes. En el bando navarro los Jatsu Azpilkueta, hermanos del otro santo, Frantses o Francisco de Xabier.
Tampoco creo que las actuales élites económicas y políticas plegadas al supremacismo castellano en las dos autonomías vasco-navarras quieran saber nada de la intentona liberadora del estado vascón. Si al caso, se repetirá el “relato” oficial donde los “Reyes Navarros de la Casa Francesa de Foix” serán extranjeros franceses y “Carlos I de España”, que no hablaba ni papa de castellano y que acababa de aplastar el movimiento Comunero en Castilla, será el capitán del equipo local. El rey de Navarra, Enrique II de Albret o Labrit de la dinastía Foix, nació en Sangüesa/Zangotza, merindad bilingüe: euskaldun y romanzada en aquellos años. Enrique II además de hablar las lenguas romances, también hablaría euskara, lengua natural de la inmensa mayoría de los navarros del siglo XVI, incluida la corte y los funcionarios del reino. Pero eso de ser “ francés” no parece ser sano. Así que al librarnos de nuestros “reyes franceses” nos hicieron un favor, según me ha venido a explicar algún que otro amigo castellano. ¡Como si los Austrias fueran de Arratia o de la Ribera! Esos Foix, tan “franceses” fueron los que promocionaron la publicación en euskara en el momento en el que se empezaba a imprimir en las lenguas nacionales. De todos modos, ¿supremacismo castellano o jacobinismo francés?: de Guatemala a guatepeor.
¿Nadie exige “arrepentimiento por el daño causado” por las invasiones, la represión y los años de violenta ocupación militar, o qué? Ah! Que fue hace mucho tiempo. Ya, pero es que de aquellos polvos estos lodos. ¿O es que en este caso hay que olvidar, o es que al que se le pide una disculpa es demasiado poderoso? Más bien lo último. Y porque con la repetición del “relato” ha calado que este es el “devenir de la Historia” ya que hay lenguas, culturas y pueblos que son superiores y tienen que ejercer su “misión civilizadora” e “integradora”. Es lo “normal”.
Y en nombre de esa “normalidad” y de la “paz social” se pueden conculcar derechos civiles individuales y colectivos. Así, se suceden las “decisiones judiciales ajustadas a derecho” y las “actuaciones proporcionadas”, que tienen más de matonismo que de derecho. Quizás ahora los omnipresentes teléfonos que graban todo ayuden a desmentir la “proporción”. Pero para evitarlo ahí está la “Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana” o “la Audiencia Nacional”. ¿Para proteger los derechos del ciudadano? ¿La ley Mordaza? ¿La Audiencia Nacional?
Y para volver a su “normalidad” tras la perpetua “crisis”, ahora en pandemia, las élites económicas exigen los fondos europeos Next Generation debido a su inefable “buena gestión”. Gestión que para “reactivar la economía”, también inefablemente, solo sabe de restringir derechos laborales, pensiones o prestaciones públicas. Esos “proyectos de futuro”, que hay que llevar a cabo con o sin consenso social, porque ya están comprometidos a costa del erario público, y no son otra cosa que chanchullos clientelares de las elites económicas que desprecian cualquier alternativa en la que ellos no medren. Si salen mal, el “rescate” irá a cuenta del patrimonio público. Si salen bien, terminarán engordando fondos buitres y las cuentas de estos defensores de la “libertad de mercado”. “Libertad” en el lenguaje de estas élites resulta aberrante. Ven “social-comunismo” y “bolivarianos” cuando ni siquiera se han empezado a revisar las medidas más injustas de la “Reforma Laboral”. Medidas impuestas por los defensores de esa “libertad”, y que condenan a varias generaciones a pagar sus pufos con la “adecuación del mercado laboral” e implantan la ley de la selva capitalista neoliberal. Hablan de “sostenibilidad de las pensiones”, pero lo que quieren decir es que quien pueda pagárselas que se las pague, como ellos pueden gracias a sus ingresos desorbitados. Pero no hay jóvenes que contribuyan al sistema público porque no tienen sueldos decentes, o no tienen sueldos. Y ninguno de esos grandes “estadistas” y “gestores” defiende que, tal y como se rescató a la banca con fondos del presupuesto público, el sistema de pensiones esté también a cargo de los presupuestos púbicos. “Libertad” para repartir dividendos, bonos, primas. “Libertad” para tomar cañas, “Libertad” para desmantelar el “estado de bienestar” público, “Libertad” para que ahí se las arregle libremente el que pueda.
Las palabras han adquirido nuevos significados Palabras como “eje del mal”, “guerra contra el terror”, “guerra preventiva”, “terrorismo palestino”, “defensa israelí”… Los civiles muertos son ahora «daños colaterales». “Entregas extraordinarias”, “cambio de régimen”, “ahogamiento simulado”. Primero se roban las palabras, luego se roban los significados. Se puede seguir con una lista interminable de manipulaciones del lenguaje que nos condicionan nuestra vida privada y nuestra memoria colectiva: “a nivel nacional”, “imposición del vascuence”, “imparcialidad judicial”, “violentos y demócratas”, “reconocimiento del daño causado”, “delito de odio”, “kale borroka”, “neutralidad informativa”, “reajuste de plantilla”, “vasco”, “navarro”… Todo este lenguaje está en nuestras vidas y no es innocuo, contagian nuestros pensamientos y actos. Como observó el filósofo francés Voltaire en el siglo XVIII: “Aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades.”