Llarena: reprobado por Europa, protegido por Esquerra

Ahora hace unos días, después de que Junts per Catalunya y la CUP se quedaran solos en el pleno del Ayuntamiento a la hora de votar que el juez Pablo Llarena fuera declarado ‘persona non grata’ en Sant Cugat del Vallès, escribí un artículo en un medio de comunicación local, Cugat Mèdia, explicando, como testigo ocular, el fracaso de la moción por culpa de la negativa de Esquerra Republicana a votarla también. Los nueve concejales de Junts, autores de la moción, y los tres de la CUP, doce en total, fueron insuficientes ante los seis de ERC, los cuatro del PSOE, los dos de Ciudadanos y el de la ‘concejala no adscrita’, trece en total, que unieron esfuerzos para salvar a Llarena e impedir que el consistorio lo reprobara públicamente. La moción era altamente pertinente por dos razones: la primera, porque Sant Cugat es un municipio en el que el juez Llarena decidió tener una casa; la segunda, porque estamos hablando de un juez que utiliza el cargo que desempeña para llevar a cabo la persecución de políticos catalanes independentistas.

Este comportamiento es de una gravedad extrema porque constituye por sí mismo la antítesis de lo que debería ser la praxis judicial en un sistema democrático. Llarena ha demostrado ser un juez que toma decisiones jurídicas no de acuerdo con los principios de un estado de derecho sino de acuerdo con su ideología ultranacionalista española y no tiene escrúpulos a la hora de saltarse el derecho internacional y las directrices de los tribunales de la Unión Europea, lo que, además de suponer una flagrante violación de los derechos humanos, debería comportar que fuera llevado ante un tribunal penal internacional. El último revés le ha llegado recientemente del Tribunal General de la Unión Europea resaltándole que sus euroórdenes contra el presidente Puigdemont están suspendidas y que, por tanto, no puede seguir persiguiendo a personas libres.

Pues bien, el bloque formado por ERC-PSOE-Ciudadanos impidió que Sant Cugat declarara a Llarena ‘persona non grata’. Y ERC, por si fuera poco, lo hizo dedicándose a atacar a Junts per Catalunya y a la ANC. Sí, a la ANC también. Escuchar a la portavoz de ERC y sentir vergüenza ajena fue una misma cosa: un espectáculo esperpéntico que encantó a PSOE y Ciudadanos, sus compañeros de voto. Yo, mientras escuchaba aquella exhibición tan impúdica de cinismo y de impotencia intelectual, pensé: Dios mío, si vieran esto hombres de Esquerra como Heribert Barrera o Jordi Carbonell, el político que decía “que la prudencia no nos haga traidores”, ¡qué vergüenza habrían sentido ante tanta indignidad!

Pero la cosa ha traído cola. Mucha. Se vio el pasado 20 de noviembre, cinco días después del famoso pleno del Ayuntamiento, en el Teatro-Auditorio de Sant Cugat, en el concierto conmemorativo de los 50 años de la concesión de la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas a Pau Casals. Al finalizar el concierto, la presentadora pidió que los organizadores y colaboradores subieran al escenario para hacerse la foto de grupo, algo que hicieron. Pero cuando finalmente, además, ofreció a la alcaldesa Mireia Ingla, de ERC, incorporarse, “si es que todavía está”, y ésta lo aceptó, el Teatre-Auditori estalló pateando el suelo y con gritos de “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!”. Impresionante.

Paralelamente, hubo un miembro del Partido Socialista, el teniente de alcalde Pere Soler, miembro del gobierno municipal y socio de Esquerra, que, descontento con mi artículo y, naturalmente, a favor del juez Llarena, me dirigió vía Twitter un conjunto de vituperaciones que duró cuatro días, del 20 al 24 de noviembre, a distintas horas de la mañana, de la tarde y de la noche. Será que tiene muy poco trabajo. Reconozco que en estas vituperaciones el señor Soler decía algo bastante divertido, como que PSOE y PSC son partidos diferentes. Todavía me sigo riendo. Basta con recordar la respuesta de la señora Diana Garrigosa, esposa del president Maragall, al ser preguntada sobre el «PSC». Dijo: «Ah, ¿pero todavía existe?».

En cualquier caso, aquellos cuatro días de jornada laboral del portavoz socialista en Twitter dieron como resultado toda una ‘reunión’ de críticas. Una de las más reiteradas fue el uso de la segunda persona del plural, es decir, el uso del “vosotros”, para dirigirse a mi. He aquí una muestra:

– «Vergüenza debería daros a vosotros, someter a más de la mitad de la ciudadanía de Catalunya al pensamiento único». (El pensamiento único, señor Soler, es imponer la Unidad de España a porrazos, a prisión, a exilio, a tribunales, a persecución de la disidencia…).

– «Habéis llevado a la ruina nuestro país». (La auténtica ruina de Cataluña, señor Soler, es ser un pueblo expoliado, esposado y amordazado sometido a España).

– «No acabo de entender el mundo paralelo en el que vivís». (Sin comentarios).

– «Sois quienes habéis sufragado el Proceso, el peor desastre de Cataluña». (Pere Soler aún va más lejos que Salvador Illa, que el pasado 29 de agosto, en el Diari de Girona, decía: “Los últimos diez años han sido los peores de los últimos 300 en Catalunya». Eso es lo que piensa la delegación catalana del PSOE: que Catalunya haya puesto las urnas para decidir sobre sí misma ha sido «el peor desastre de la historia de Catalunya», una nación con mil años de historia).

– «El PSC no es un partido nacionalista español, es un partido catalanista». (¿Alguien puede imaginar una dosis más elevada de cinismo? Nueva carcajada).

No es casual que los votos que recogió el PSOE en Cataluña en las últimas elecciones catalanas provinieran del naufragio de Ciudadanos, ya que, más allá de ciertos matices coloristas, PSOE y Ciudadanos son Dupont y Dupont. Mucho más grave fue que, al recordarle al señor Soler las palabras de Pablo Iglesias dirigidas al Partido Socialista, “un partido con las manos manchadas de sangre”, y referidas al GAL y a sus 27 víctimas, me respondiera: “Bla , bla, bla”; «Buf, como cansa, la cantinela». Todo un autorretrato ideológico. Nada sorprendente, sin embargo. En semanas anteriores, también en relación con el GAL, el interpelado me había contestado: “Todos los gobiernos cometen errores”. Sólo le faltó decir: «Y a otra cosa mariposa».

Así están las cosas en esta atmósfera de cinismo y de baile de máscaras que nos rodea políticamente. Existe una profunda degradación de valores que son básicos en una sociedad democráticamente estructurada e intelectualmente evolucionada, y en su lugar se imponen el afán de dominación –España como tótem religioso del pensamiento único– y la criminalización de la disidencia. Y todo ello gracias a la colaboración de aquellos dominados que, velando por sus intereses más espurios, colaboran con la dominación y atacan a todo el mundo que les pone en evidencia.

Una pregunta que se hace mucha gente es si esa protección que Esquerra Republicana da al juez Llarena no tendrá que ver con que la señora Meritxell Serret esté plácidamente sentada en el Parlament –algo de lo cual me alegro personalmente– mientras sus excompañeros de exilio en Bruselas siguen perseguidos por España. Quizás esto explica por qué Pere Aragonès, Oriol Junqueras y ERC se han convertido en los mejores aliados de Pedro Sánchez y PSOE. Ni Jordi Pujol había sido tan autonomista como ellos.

Una última consideración para acabar y que tiene que ver con el discurso que pronunció Pere Soler, socio de gobierno de ERC en Sant Cugat, el pasado 15 de noviembre, día en el que estos dos partidos más Ciudadanos protegieron a Llarena. Pere Soler niega que, para justificar su voto, insultara a Junts per Catalunya tildándolos de nazis. Ante esto, reproduzco aquí literalmente la frase del señor Soler para que el lector saque sus propias conclusiones: «Necesitan mociones para convencer de que son la raza aria del país». La alcaldesa, que estaba a su lado presidiendo el pleno, lejos de reprobarlo, ni se inmutó. Al socio no se le puede reprobar.

Esa injuria del portavoz socialista –hay quien por encubrir la falta de argumentos opta por la agresión–, no es nueva en ese partido. Por el contrario, tiene tradición. Ya en noviembre de 2012, hace justo nueve años, el Partido Socialista de Mont-roig del Camp (Baix Camp) colgó en su Facebook un fotomontaje que transfiguraba al president Artur Mas en el genocida Adolf Hitler. El president Puigdemont, en ese momento alcalde de Girona, dijo una frase perfectamente definitoria de lo que es el Partido Socialista: «Los demócratas del PSC son lo más parecido a los demócratas del PP». La alianza Esquerra-Partido Socialista-Ciudadanos en Sant Cugat, para proteger al juez Llarena, dice muchas cosas. Muchísimas.

EL MÓN