A un año vista de la brutal agresión militar de Israel, y tras su manifiesta derrota a manos de la resistencia libanesa, la combinación de toda una serie de conflictos no anticipa un futuro tranquilo para la población libanesa. El grave deterioro de la economía y de la vida social del país, provocado por la campaña militar del vecino Israel, no hace sino complicar todavía más el devenir diario de Líbano, acostumbrado desde hace muchas décadas a tener que sortear una crisis tras otra.
En las ultimas semanas se están sucediendo toda una serie de acontecimientos, que algunos no dudad en señalar su interrelación, que marcan las líneas maestras que pueden abocar al país a iniciar un nuevo conflicto, al tiempo que se incrementan las divisiones entre su propia población.
Las muertes en atentado de importantes políticos de la gubernamental alianza contra Siria, el pulso político entre esas fuerzas y la oposición liderada por Hezbollah, los ataques contra las fuerzas internacionales de la UNIFIL, la violencia en los campos de refugiados palestinos, la aparición «reconocida» en escena de los grupos jihadistas, y la posibilidad latente de que Israel vuelva a atacar el país y la resistencia que Hezbollah opondría a la misma, son partes de la compleja ecuación libanesa.
La situación gana en complejidad cada día que pasa, y algunos políticos locales no dudan en calificarla como una especie de «bomba de relojería» que puede estallar en mil pedazos en cualquier momento. La fragilidad, y al mismo tiempo debilidad, del estado libanés, algo más que evidente, no contribuye tampoco a superar esa sucesión de crisis de manera definitiva.
Una buena muestra de ello es la intervención de actores extranjeros en la vida del país desde hace muchas décadas, defendiendo cada uno de ello sus propios intereses en Líbano o en la región, independientemente de los deseos de la población libanesa. Por ello es difícil entender las crisis políticas que periódicamente sacuden al país sin prestar un poco de atención a la influencia extranjera.
Más allá de los continuos reproches de unos y otros, donde para algunos el gobierno de Siniora «no es más que una marioneta de Washington», mientras que para otros, «Damasco y Teherán mueven los hilos de Hezbollah y Aoun», lo cierto es que esa dinámica impide que los llamados intereses locales «avancen de modo propio».
Esas manos «internacionales» no han aportado hasta ahora más que dificultades y divisiones a un pueblo que quiere buscar sus propias vías para avanzar. Así, la presencia de las fuerzas de UNIFIL es vista como una correa de transmisión de las desprestigiadas Naciones Unidas, quien es vista como parte claramente parcial del conflicto. Buena parte de la población libanesa no olvida los posicionamientos favorables a medidas impulsadas desde EEUU, siempre en defensa de los intereses de Israel, y que se han materializado en condenas, embargos y otras medidas contra Irán, Siria o Hezbollah, mientras que las resoluciones condenando la actuación genocida del estado sionista quedan en papel mojado.
Otras faceta ocultada en Occidente es la actuación de Arabia Saudí en Líbano. Temeroso del auge que las opciones chiítas muestran en diferentes países, el reino de los Saud no duda en emplear el beneplácito estadounidense para intervenir allá donde mejor considere. En el caso libanés, llama la atención que los mismos que proclaman a los cuatro vientos la supuesta presencia de Siria e Irán, callen u oculten la actuación saudita. La inversión de los saudíes en Líbano ha sido mayor que la suma de los demás países árabes, y sería ingenuo pensar que esa inyección económica se debe al altruismo del régimen del Golfo. Además en torno ha esta actuación es más fácil enfocar la presencia y desarrollo de las organizaciones jihadistas, utilizadas en su momento como punta de lanza contra Hezbollah, y que al igual que en otros lugares parece que se les ha escapado de las manos.
Sería ingenuo no encontrar también la presencia interesada de Irán o Siria en este tablero. Los primeros con vistas geoestratégicas que van más allá de Líbano, al tiempo que los lazos que crean a través del chiísmo militante son claros. Por su parte Siria ha mantenido históricamente un papel protagonista en los asuntos locales, también en defensa de sus «propios intereses» y no dudará en utilizar a terceros agentes para que su presencia siga manifestándose.
Finalmente, hay que volver a señalar a EEUU y a su fiel aliado regional, Israel, que con su política unilateral están llevando a todo el mundo a una especie de callejón sin salida, donde la inseguridad y los enfrentamientos se extienden como la pólvora por todo el planeta y amenazan con afectar a todos. También conviene seguir con detenimiento los movimientos del estado francés, que deseando recuperar un papel protagonista en la esfera internacional no duda en utilizar su presencia colonial en la región para influir en una determinada dirección de los acontecimientos.
Si la actual perturbación que presenta Líbano es el preludio de un nuevo caos o no es pronto para afirmarlo. Pero es evidente que de continuar los cleavages internos y las intervenciones interesadas de las fuerzas externas, el futuro no es nada halagüeño. Esta fin de semana representantes de 14 organizaciones o «facciones» libanesas tienen previsto reunirse en París (entre ellas Hezbollah, a pesar del disgusto que ha supuesto para el conservador presidente francés, Nicolas Sarkozy) para analizar la situación de su país y buscar una salida a la misma. Si logran avanzar puede significar que el rumbo de Líbano estará en manos de sus representantes y podrán buscar puentes de unión para salir de la complicada coyuntura que se encuentra el país.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)