Leo que el Banco de Sabadell está de oferta. Y que por ahora los candidatos a comprarlo son los de siempre: Santander y BBVA. Este último se ha especializado en digerir, como ave carroñera, casi todos los despojos del ecosistema financiero catalán, desde Banca Catalana a Caixa de Catalunya. Y algunos comentaristas lo sitúan como favorito en la carrera, porque en lógica capitalista, es lo que permitiría más liquidación de sucursales y personal. No entiendo, sin embargo, que gobiernos españoles tan no nacionalistas no se planteen que lo mejor que le podría pasar a España, y a Cataluña, sería que este banco de Sabadell entrara en la órbita de uno de los grandes bancos europeos de países solventes como Alemania.
Dicho esto, a modo de introducción, el BBVA está tocado y mucho, por su posición relevante en Turquía. Una vez más, la promiscuidad entre oligarquía financiera y Estado acaba teniendo consecuencias negativas. Recordemos que el BBVA es fruto de una fusión donde el pequeño, Argentaria (ex Banco Exterior de España) público, terminó controlando los bancos vascos fusionados y desplazando el peso de la burguesía de Neguri a favor de Madrid. En este marco de conexión de intereses políticos y financieros madrileños, el presidente de BBVA, Carlos Torres, apostó hace casi diez años por Turquía entrando en el banco Garanti, donde en 2017 elevó su posición hasta el 49,85%. La inversión total ascendió a 7.000 millones. Desde aquel año el beneficio del banco en el país ha caído en más de 300 millones. Y ahora se acerca una ola de insolvencias que requerirán provisiones extra.
En este contexto, Recep Tayyip Erdogan que ya lleva casi dos décadas gobernando Turquía de forma cada vez más autoritaria, quiere ejercer el control total sobre la banca. Quiere que los bancos presten más a las empresas y al consumidor como parte de las medidas diseñadas para estimular el crecimiento económico. Mientras la lira turca ha perdido un 36% de su valor frente al dólar entre 2018 y 2019. Por ello, la mayoría de bancos han rebajado la participación en la deuda del gobierno turco, pero no lo ha hecho el BBVA, una de las causas de que sea el banco español más barato en bolsa en 2021.
Erdogan para tapar la crisis económica hace una huida adelante nacionalista. Pero la Turquía de Erdogan tiene un aliado estable en la España del Régimen del 78. Las restricciones de libertades en un Estado miembro de la OTAN y de la UE, como España, son recibidas con entusiasmo por una Turquía que da pasos de gigante hacia el retorno del Imperio Otomano. Erdogan se ha propuesto convertir a Turquía en una potencia regional que recupere el esplendor del antiguo ‘Turquestán’ de naciones de lenguas túrquicas, desde Estambul a Urumqi (Xinjiang); e influenciar las áreas del antiguo imperio otomano desde el Golfo Pérsico a Túnez.
¡Qué lejos queda Lepanto! Allí con el apoyo económico y naviero de la Corona de Aragón se libró una batalla decisiva para impedir el dominio otomano en el Mediterráneo occidental. Entonces la Francia católica flirteaba con el sultán para combatir la hegemonía austracista en Europa. Ahora, Francia, con Macron por delante, lidera la bandera de la laicidad y el combate contra el neohegemonismo del islamismo político abanderado interesadamente por Erdogan. En el incidente de la semana pasada entre ambos líderes, se han recibido las respuestas de apoyo inmediatas a Francia de Merkel y de Conte. España ha callado. La presencia financiera en Turquía del IBEX acompañada del negocio militar configura esta alianza de autoritarios que puede terminar desestabilizando la UE y la propia OTAN.
Esta semana se anunciaban compras millonarias de armamento para el ejército español, en plena falta de recursos para combatir la pandemia y la ministra Margarita Robles pronunciaba ante la reunión de la OTAN del pasado jueves un discurso conocido: «No se puede bajar la guardia porque el coronavirus ha demostrado que no distingue fronteras, ni banderas” y “la importancia del multilateralismo para asegurar el apoyo mutuo entre quienes defendemos los valores del Estado de Derecho y la democracia». Y añadió que es necesario que las capacidades de las fuerzas armadas se preserven; y propuso la creación de un cuerpo de sanidad militar europeo. Temblemos, antes tendremos una estructura de generales médicos en Europa que un sistema sanitario europeo desmilitarizado.
De los 30 miembros actuales de la OTAN los más sólidos en el flanco sur son Portugal seguido por Grecia e Italia. Eslovenia (2004), Albania, Croacia (2009), Montenegro (2017) y Macedonia del Norte (2020) jugarán su papel. Si yo fuera dirigente de la OTAN analizaría de cerca los casos turco y español, no sea que derraparan. Quizá por eso los americanos o Francia están jugando de otras piezas en el tablero mediterráneo como Israel, Líbano, Egipto o Marruecos.
Por cierto, este último país, con un rey tan amigo de los Borbones que le regalaron el Sahara, ahora mismo está convirtiendo en una auténtica potencia militar con compras diversificadas de alta calidad: aviones de combate, helicópteros de ataque, sistemas de defensa aérea, misiles, carros de combate, sistemas de visión sofisticada…
Así pues, un Estado como el español obsesionado en los conflictos interiores, deslegitimado para aumentar el gasto militar por ineficiente y sesgado y alejándose de los valores democráticos predominantes en los países de la OTAN, se pone en situación de perder un nuevo Lepanto. Y quizás un Guadalete. Ya nos entendemos, ¿no?
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