Las ocurrencias de Borrell

¡Ay, Josep Borrell! La deriva del señor ministro hacia el esperpento parece no tener fin. ¿La última ocurrencia? Afirmar en un tuit que la Segunda Guerra Mundial -y la autodestrucción de Europa, según sus palabras- fue consecuencia «de los enfrentamientos entre nacionalismos exacerbados y de la locura étnica».

Aparte de un error en la fecha del inicio de este drama, el texto de Borrell tiene delito, ya que sitúa en el mismo plano a los agresores nazis y a las potencias aliadas; a los creadores de los campos de concentración y exterminio y a sus víctimas; a los miembros de la franquista División Azul -que fueron al frente ruso a combatir el comunismo junto a los nazis- y a los refugiados republicanos -como el valenciano Amado Granell- que liberaron París, en agosto de 1944, con la División Leclerc. Las palabras de Borrell, además de ser inexactas, representan una lamentable banalización del nazismo que no se debería permitir nunca ni a un representante público ni a nadie.

Está claro que el tuit de Borrell pensaba más en el proceso catalán y en el intento de asociarlo a los peores horrores de la historia de la humanidad. Nada nuevo. De hecho, hace pocos días, el insigne ministro desinfectador volvió a hablar de la existencia de un gran peligro de conflicto civil en Cataluña, vinculando el independentismo catalán con los peores totalitarismos del siglo XX.

Pero volvamos al inicio, ya que la cosa no acaba aquí. Porque Borrell, en los pocos caracteres que caben en un tuit, todavía se permite explicar que, con el final de aquel conflicto, «Europa vivió 70 años de paz». ¿70 años de qué? ¿70 años de qué, ministro socialista y obrero con sueldos astronómicos gracias a las puertas giratorias y a la poca vergüenza? ¿70 años de qué, si en Cataluña y en España, el franquismo aún se alargó más de tres décadas, manteniendo decenas y decenas de miles de personas hasta hoy todavía enterradas en fosas y cunetas.

¿Es la paz del comunista Julián Grimau, fusilado en abril de 1963, señor ministro? ¿La paz de los anarquistas Francisco Granados y Julián Delgado, asesinados a garrote vil en junio del mismo año? ¿La paz de Salvador Puig Antich? ¿La paz de los 5 jóvenes ejecutados por el fascismo en septiembre de 1975, en los últimos días de vida de Franco? ¿La paz de los obreros asesinados en la iglesia de San Francisco de Asís de Vitoria el 3 de marzo de 1976, cuando era ministro de Gobernación Manuel Fraga y de Relaciones Sindicales Rodolfo Martín Villa, otro habitual de las puertas giratorias?

Josep Borrell juega a hacer de historiador y el superan la pasión y los prejuicios. Hace pocas semanas, ya vimos de qué pie calzaba cuando recomendó públicamente el libro ‘Imperofobia y leyenda negra’, de María Elvira Roca -y con prólogo del inclasificable Arcadi Espada-, un trabajo destinado, entre otras cosas, a eliminar la responsabilidad castellana en las atrocidades cometidas durante la conquista de América. Como siempre, la culpa está en el exterior. Como siempre, reescribiendo la historia de la manera más indigna. A este paso, Josep Borrell negará la matanza franquista de Badajoz y dirá que la guerra civil comenzó en 1934. Como Pío Moa.

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