El congresista Anthony Weiner, figura emergente del Partido Demócrata, ha arruinado su carrera política por haber enviado unas fotos en ropa interior a varias mujeres con las que mantenía conversaciones de contenido erótico en las redes sociales. Los estadounidenses han visto a Weiner en televisión pidiendo perdón a su familia y a sus electores por su comportamiento. Las crónicas de los corresponsales coinciden en que la revelación ha causado una gran conmoción, porque era un firme aspirante a la alcaldía de Nueva York y porque su esposa Huma es asesora de Hillary Clinton. Además, el escándalo se ha dimensionado cuando se ha sabido que la mano derecha de la secretaria de Estado se encuentra embarazada.
Sorprende que, en cambio, no genere repulsa moral que una web de extrema derecha haya chantajeado a Weiner al apoderarse de las imágenes. Ni tampoco la traición que supone que alguien que fantaseaba en Facebook con el congresista pasara estas fotografías a terceras personas para perjudicarle. Este gran escándalo que ha llenado páginas en los diarios y programas en la televisión no tenía nada que ver con el sexo real, pues sólo hubo conversaciones virtuales. Como en modo alguno las fotografías que envió pueden considerarse obscenas, porque a lo sumo podrían calificarse de grotescas, pues el político aparecía en calzoncillos o con el torso desnudo.
El relativismo moral europeo es inaceptable en Estados Unidos. Sin embargo, se diría que el mismo rigor que existe en el país respecto a cuestiones sexuales no se da en otros ámbitos de la vida. Bill Clinton estuvo a punto de arruinar su mandato por una relación con una becaria, pero George W. Bush no fue censurado por haberse inventado las armas de destrucción masiva que le permitieron atacar Iraq. En cualquier caso, desconcierta que los políticos norteamericanos, sabiendo cómo piensan sus conciudadanos, no sean más precavidos en su vida privada. De un tiempo a esta parte se suceden una tras otra las situaciones comprometidas de figuras ilustres de la política: el penúltimo caso ha sido el de John Edwards, aspirante a la presidencia hace tres años, que utilizó fondos de su campaña a las primarias del Partido Demócrata para ocultar su relación con una colaboradora a la que dejó embarazada.
El caso de Weiner es ilustrativo de los peligros del uso indiscriminado de las redes sociales, donde todas las protecciones son pocas. Ni con un clic se obtiene un amigo, ni con dos se blinda una confidencia. En cualquier caso, lo más sensato sobre este asunto lo ha publicado The New York Times, al resaltar que el comité de Ética del Congreso puede mirar hacia otro lado cuando se declaran guerras injustas o cuando banqueros sin escrúpulos arruinan la economía, pero son incapaces de tolerar unos mensajes ridículos de un bobo de Queens.