La Veu de Catalunya, una empresa recatalanizadora

La Veu de Catalunya (1899-1937)

No hay duda de que si hiciéramos una encuesta sobre el grado de conocimiento que los catalanes pueden tener de ‘La Veu de Catalunya’ (‘La voz de Cataluña’), los resultados que obtendríamos serían bastante escasos. Habría que formular la pregunta a profesionales del periodismo o de las letras y a personas de edad avanzada para obtener una respuesta que nos dijera que fue el diario más importante de nuestro país entre los 1899 y 1937. Este desconocimiento se explica por los cambios espectaculares que ha experimentado el mundo de la comunicación en los últimos ochenta años, unos cambios que hacen que todo acercamiento a la prensa de principios del siglo XX sea percibido como un paseo por el bulevar de los trastos. Pero es un error, porque basta profundizar un poco para darse cuenta de que el periodismo catalán de hoy no se explica sin estos precedentes de la misma manera que los árboles no se explican sin sus raíces.

Es en este sentido como el historiador Josep M. Figueres, residente desde hace años en Sant Cugat, ha hecho un trabajo formidable en forma de libro para narrarnos el papel que jugó La Veu de Catalunya en la conciencia del país. El libro se llama justamente así, ‘La Veu de Catalunya (1899-1937)’ y en sus páginas -casi setecientas- encontramos un pedazo de nuestra historia. La Mancomunitat, sin ir más lejos, constituida en 1914 como fruto del movimiento catalanista y como infraestructura política alineada con la de los países más avanzados de Europa, no habría sido posible sin el citado diario. Dirigido inicialmente por Enric Prat de la Riba, La Veu de Catalunya nace también con voluntad de normalizar la lengua catalana en unos años en que la imposición del español abarca todos los órdenes de la vida. Las consecuencias del Decreto de Nueva Planta de Felipe V -que hoy sigue vigente- causan un daño terrible en el consumo cultural durante dos siglos y, como dice Figueres, conllevarán graves problemas financieros en el diario, si bien a finales del siglo XX la prensa en catalán experimentará un empuje.

Uno de los aspectos más relevantes del libro es el relativo al conjunto de colaboradores con que contó La Veu de Catalunya en sus columnas de opinión. Sólo con ver los nombres, el lector ya se puede hacer una idea del nivel intelectual y literario que tenían: Josep Carner, Josep M. de Sagarra, Eugeni d’Ors, Carles Riba, Prudenci Bertrana, Josep Pla, Joan Maragall… De Maragall destaca la censura que sufrió su artículo «La ciudad del perdón» al día siguiente del consejo de guerra contra el pedagogo Francesc Ferrer i Guardia, acusado sin pruebas de haber intervenido en la Semana Trágica. Es muy probable que el artículo de Maragall le hubiera salvado la vida, pero Prat de la Riba, asustado, no consideró oportuna su publicación y Ferrer fue fusilado tres días después en Montjuïc. En la praxis periodística de Prat de la Riba encontramos aspectos que hoy, desde un punto de vista deontológico, serían escandalosos, como que aplicara la censura política, religiosa y social y modificara los textos de opinión de sus colaboradores. Pero hay que situar las cosas en su contexto para entenderlo.

Estamos, por tanto, ante un libro interesantísimo que describe una etapa convulsa de nuestra historia a través de las interioridades de la Veu de Catalunya, un diario con muchísimos claroscuros, pero que favoreció la creación de la Biblioteca de Cataluña y el Instituto de Estudios Catalanes. A veces es imprescindible revisar el pasado para comprender muchas cosas del presente.

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DIARI DE SANT CUGAT