La tierra es plana…

La tierra es plana… en Cataluña

CRISTIAN SEGURA

EL PAIS

20 FEB 2020 –

Ocho académicos exponen en un libro las manipulaciones sobre el pasado de Cataluña, con un esfuerzo especial para rebatir las tesis de Jordi Bilbeny y el Institut Nova Història

‘Complot histórico contra Cataluña’. Este era el título con el que el diario EL PAÍS publicó en 2014 una crónica relativa al XIV Simposio sobre la Descubrimiento de América del Institut Nova Historia (INH). Los ponentes de aquellas jornadas pretendían haber demostrado que Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Leonardo da Vinci, Hernán Cortés o Bartolomé de las Casas eran catalanes, una identidad borrada por una manipulación documental reiterada durante siglos por parte de las autoridades centralistas españolas. Varios lectores hicieron llegar al autor de aquel reportaje -quien escribe estas líneas- su escepticismo sobre la conveniencia de dedicar un artículo a lo que consideraban los delirios de unos nacionalistas pasados de rosca. A este mismo dilema se han enfrentado los historiadores autores del libro ‘Seudohistoria contra Cataluña. Del españolismo a la Nueva Historia’ (Eumo Editorial).

Los ocho académicos que firman el libro, que se presenta hoy en Barcelona, ​​llegan a la conclusión de que el esfuerzo es necesario porque los despropósitos del INH han sido validados por instituciones y por referentes de la sociedad catalana.

El objetivo de ‘Seudohistoria contra Cataluña’ es refutar algunas de las manipulaciones contemporáneas más destacadas sobre la historia catalana. Un tercio del libro está dedicado a casos de tergiversación por parte de personajes del nacionalismo español, pero el grueso de la obra está destinado a realizar un ejercicio de paciencia académica insólito. Bajan al barro para replicar lo que el profesor de la Universidad Jaume I Vicent Baydal no duda en comparar con los que defienden que la Tierra es plana: «Es también lo que hacen los miembros del INH, siguiendo la acientificidad más absoluta». La Fundación ‘Institut Nova Historia’ fue registrada en 2009 por un grupo de nacionalistas catalanes aficionados a la Historia liderados por su «jefe de investigación», el filólogo Jordi Bilbeny. «El verdadero drama social del caso -y por eso hacemos este libro-«, explica Baydal, «es que una parte muy importante de los medios de comunicación y de las entidades políticas con sensibilidad catalana o catalanista se hacen eco de los planteamientos de los miembros del INH, los legitiman y los tratan con normalidad, como si fueran investigadores serios a los que vale la pena escuchar y secundar».

A pesar de que la trayectoria de Bilbeny se remonta a la década de los noventa, ‘Seudohistoria contra Cataluña’ es el primer libro que quiere bajarlo del pedestal donde lo ha situado parte del nacionalismo catalán. La introducción que escriben los autores destaca que sólo Xavier Deulonder le ha dedicado unas páginas en el libro ‘¿Seguro que Colón era catalán? Las razones para dudar’. Un reportaje de 2019 en la revista Sapiens también reunió a los historiadores Baydal, Agustí Alcoberro, Ángel Casals y José Enrique Ruiz-Domènec para advertir que el INH es «una amenaza para el prestigio internacional de la historiografía catalana». «Si bien muchos mitos de carácter españolista sobre Cataluña y la Corona de Aragón sí son de vez en cuando refutados por trabajos historiográficos, hasta hace poco han sido nulas las obras realizadas por historiadores profesionales con el hito primordial de refutar dato a dato las formulaciones pseudohistóricas del INH», afirma la introducción de ‘Seudohistoria contra Cataluña’. Baydal describe así la manera de actuar de Bilbeny: «Se dedica a practicar el engaño sistemático, primero manipulando afirmaciones realizadas en un sentido totalmente opuesto -con la esperanza de que nadie vaya a consultar la explicación original- y después obviando y escondiendo los estudios que forman parte del consenso científico y que contradicen sus proposiciones».

Los altavoces del INH

«No digo todo lo que sé para que no crean que estoy colgado». Bilbeny dejó esta frase para la posteridad en una entrevista de 2003 en el diario Avui. La entrevista era con motivo del primer documental que TV3 emitía sobre las teorías de Bilbeny, ‘La apropiación del descubrimiento de América: ¿una conspiración de Estado? La televisión pública ha emitido tres documentales más vinculados al INH: ‘El enigma Cervantes’, ‘Colón y la casa real catalana’ y ‘Desmontando a Leonardo’. Bilbeny, además, ha sido un habitual de la programación de Catalunya Ràdio: en 2019 fue invitado para detallar que Da Vinci era catalán -en el cuadro ‘La Gioconda’ aparece la montaña de Montserrat, según él. En 2015 la cadena entrevistó a Bilbeny y a otro destacado miembro del INH, Pep Mayolas, para que anunciaran que santa Teresa de Jesús en verdad era catalana y que había sido abadesa de Pedralbes.

‘Seudohistoria contra Cataluña’ incluye una lista de personalidades e instituciones que han apoyado el INH: ERC -que en 2013 le entregó el premio Lluís Companys- y la Diputación de Girona; el exvicepresidente de la Generalitat Josep Lluís Carod-Rovira, el exconseller Josep Rull, el sociólogo Salvador Cardús, el activista Antonio Baños y el presidente de la Cámara de Comercio, Joan Canadell; la fallecida escritora Patrícia Gabancho, el periodista Enric Vila y el profesor de Derecho Constitucional Héctor López Bofill.

El libro recoge otros apoyos destacados: el consejero de Políticas Digitales, Jordi Puigneró, se ha significado en varias ocasiones a favor del INH. Puigneró publicó en 1999 un estudio, a partir de las tesis de Bilbeny, en el que anunciaba que la identidad real de Juan Sebastián Elcano era la del catalán Joan Cacirea del Canós, que Bartolomé de las Casas era un fraile catalán de nombre Bartomeu Casaus y que los hermanos Pinzón eran los catalanes Pinçó. Los periodistas Pilar Rahola y Eugeni Casanova y el escritor Manuel Cuyàs también se han significado a favor de Bilbeny, que ha sido invitado varias veces a la Universidad Catalana de Verano para probar, entre otras proezas, que ‘La Celestina’ fue escrita en catalán por un autor valenciano. El actual jefe de Informativos de TV3, David Bassa, publicó en 2003 un libro con Bilbeny en el que, según recogía Cuyàs en Avui, pretendía «desenmascarar la mentira de los historiadores oficiales».

Cada vez hay más académicos que se plantan ante la legitimación del INH. El director de comunicación del Gobierno, Jaume Clotet, compartió el año pasado en Twitter un artículo de 2009 del diario ‘Jerusalem Post’ sobre un estudio de una investigadora de la Universidad de Georgetown según el cual Colón era catalán y judío. «Dedicado a los que se burlaban de las teorías de Jordi Bilbeny. Y que conste que yo en soy escéptico», decía Clotet. Albert Velasco, uno de los coautores de ‘Seudohistoria contra Cataluña’, le respondió: «No podemos dar oxígeno a Bilbeny y a los iluminados del INH. Me parece que con ello hacemos un flaco favor a la historia y a los que intentamos trabajar con rigor».

Mentiras sobre Colón

La posible catalanidad de Colón es un hipótesis que menea el rabo desde hace más de un siglo. El INH bebe de todas las fuentes acientíficas posibles para dibujar una conspiración mundial que habría ocultado hasta hoy que fueron catalanes los que descubrieron y conquistaron América. ‘Seudohistoria contra Cataluña’ se centra en la ficción que construyen los miembros del INH en torno a un caballero de Barcelona, ​​Joan Colom i Bertran, que sería el verdadero descubridor de América. El INH asegura que Colom i Bertran fue desterrado a Portugal porque tomó partido por Renat d’Anjou en la guerra civil por el trono contra el rey Juan II de Aragón, y que tuvo que cambiar de identidad. El libro demuestra que Colom i Bertran no era un almirante, como afirma el INH, que tampoco fue desterrado y, lo más importante, que hay tres pruebas escritas que concluyen que el personaje murió antes del descubrimiento de América, entre el 1477 y 1487.

El INH replica que estos documentos quieren decir que Colón era un «muerto civil», no difunto, haciendo una retorcida reinterpretación de escritos latinos de la época. ‘Seudohistoria contra Cataluña’ se pregunta también por dos documentos esgrimidos por Bilbeny que demostrarían que Joan Colom estaba vivo en el siglo XVI, pero que no han sido nunca publicados.

La verdad parece que importa poco para los miembros del INH. Bilbeny, por ejemplo, afirma que una carta de Colón en la que indica que está en Túnez -ubicación que a Bilbeny no le viene bien para sus postulados- fue manipulada por un censor, que no identifica, para ocultar que en verdad el almirante estaba en Barcelona. La seudohistoria escrita en el siglo XX por el librero Josep Porter es una de las columnas argumentativas del INH. Porter escribió en 1997 cuál era su método de investigación: «Todo lo que digo, o casi todo, se puede probar documentalmente. Quizás en algún momento he hecho trabajar a la imaginación, pero no lo he hecho gratuitamente».

El ‘Quijote’ y otros delirios

La presunta catalanidad de Cervantes es uno de los pilares de la acción del INH. Según esta fundación, el autor del Quijote era alicantino y se llamaba Joan Miquel Sirvent. No sólo eso: Sirvent también es el autor que está detrás de William Shakespeare, según el colaborador del INH Miquel Izquierdo. Xevi Camprubí afronta en ‘Seudohistoria contra Cataluña’ lo que él define como «una tarea pesada y exasperante que hemos tenido que sufrir durante algunos meses». En concreto, Camprubí refleja buena parte de las quinientas catalanadas que, según Bilbeny, se encuentran en el Quijote y que demostrarían que el original fue escrito en catalán. Camprubí busca en otros libros de la época para ilustrar al lector cómo Bilbeny ficciona o tergiversa. Se trata de palabras como ‘vegada’, que era recurrente en la literatura castellana no normativizada del siglo XVII, en vez de ‘vez’, y que Bilbeny da por hecho que son pistas definitivas.

El Quijote es motivo de otras teorías delirantes, como las planteadas por una de las estrellas del INH, Josep Maria Mandado, el cual afirma haber descubierto un mensaje de Sirvent oculto en el nombre de uno de los personajes de la gran novela la de la literatura española, Cide Hamete Benengeli. Mandado modifica el nombre en Cid Hamet Benenqueli, en el que afirma descubrir un anagrama de «Miquel de Cibent», es decir, Miquel Sirvent. Mandado igualmente afirma que el nombre real de Sancho Panza era ‘Panxo Panxa’.

‘Seudohistoria contra Cataluña’ también hace el esfuerzo de replicar la supuesta catalanidad de Marco Polo y del Cid Campeador. Bilbeny afirma que el explorador italiano era realmente el mercader Jaume Alaric. Para demostrarlo, el jefe de investigación del INH aporta como conclusión el «número ingente de catalanadas» que empleaba Marco Polo, cuando de hecho eran italianismos en manuscritos escritos en francés. Bilbeny también asegura que Alaric era Marco Polo porque era el único embajador occidental en la corte del Gran Khan; según Baydal, está holgadamente documentado que había más.

Baydal desmonta «los razonamientos de baja estofa» que utiliza el músico Juanjo Albinyana, del INH, para construir la hipótesis que indica que Rodrigo Díaz de Vivar no era de Burgos, sino del municipio valenciano de Biar, y que ostentaba un escudo heráldico de la taifa de Dénia. Baydal replica que no se conoce ningún escudo del Cid, entre otras razones porque en aquel momento del siglo XI aún no se empleaban estos distintivos caballerescos.

Otra aportación delirante de Bilbeny que intenta rebatir el libro es que el catalán deriva en buena parte del idioma de los íberos, y que éste sería la misma lengua que el vasco. Así, Bilbeny dice que la palabra oreja no viene de la latina ‘auricula’ sino de la vasca ‘belarri’. El verbo ahogar no vendría del latín ‘offocare’ sino de una palabra compuesta del «protovasco» que es ‘afo-gar’, y que traducido es «boca sin». La lógica para Bilbeny es demoledora: «Cuando tú te ahogas te quedas sin boca».

Falsedades del españolismo

‘Seudohistoria contra Cataluña’ también se esfuerza en desarticular algunas manipulaciones por parte del nacionalismo español. La más destacada es la tesis que rebate Palomo del historiador Antonio Ubieto, que rechaza que los condes de Barcelona hubieran llegado a ser reyes de la Corona de Aragón. Ubieto reinterpreta los escritos de Ramiro II en el que cede su poder sobre la Corona de Aragón a Ramon Berenguer IV a partir de una tradición matrimonial del norte de Aragón que en la época del relevo dinástico (siglo XII) ni se tiene constancia de que existiera.

Palomo menciona tergiversaciones históricas que han cuajado hasta el presente, lo que él llama «canon españolista», como que la nación española arraiga en los reyes godos, o que la uniformidad del país ya era un hecho a partir de los reyes católicos. Palomo, investigador de la Universidad Jaume I de Castelló, también argumenta que se ha manipulado la influencia de la Marca Hispánica y el dominio francés de los condados catalanes durante el siglo XIII para negar la existencia de Cataluña. Palomo razona por qué no hubo un reino de Cataluña y sí un Principado, una diferencia que la propaganda pseudohistórica del nacionalismo español ha esgrimido para afirmar que Cataluña no existía en la Edad Media.

Palomo subraya que Cataluña no tiene mil años -una idea que arraigó gracias al pujolismo- sino ocho siglos. También confirma que la guerra de Sucesión no fue una contienda por la independencia, pero hace hincapié en la mala intención de los discursos políticos -desde los orígenes de la dinastía borbònica- que habrían negado el hecho de que el Principado era hasta la derrota de 1714 un principado soberano que luchaba por mantener su condición de lo que hoy se entiende como Estado.

El historiador César Sánchez cita, sin entrar a fondo, nombres de escritores y periodistas que denuncia como paradigmas de una seudohistoria normalizada en España, personajes como Federico Jiménez Losantos, César Vidal o Pío Moa. Sánchez afirma que la seudohistoria de carácter españolista está tan aceptada que permite que triunfen series de televisión como ‘Cuéntame’ o ‘Isabel’.

Sánchez cita a la superventas Elvira Roca Barea, alabada incluso por el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Roca Barea ha triunfado por, pretendidamente, demostrar que la leyenda negra de España en América fue una conspiración de sus rivales internacionales. En un apartado de su libro ‘Fracasología’, el ensayista se inventa una supuesta serie de dibujos animados titulada ‘Conquista-Dora’ (de hecho, se trata de una parodia de ‘Dora la Exploradora’ en YouTube) que según ella se proyecta en las escuelas de los Estados Unidos para menospreciar el legado español en América. La ficción en historia no tiene fronteras.

LA DIRECCIÓN EQUIVOCADA DE LA IMPRENTA DEL ‘QUIJOTE’

Multitud de libros de historia, artículos de prensa y guías turísticas sobre Barcelona han informado durante décadas en la calle del Call número 14 estaba la imprenta de Sebastià de Cormellas. La importancia de este establecimiento radica en la creencia generalizada de que se trata de la imprenta que el Quijote visita durante su estancia en Barcelona. La imprenta de los Cormellas, explica Xevi Camprubí a ‘Seudohistoria contra Cataluña’, funcionó entre 1590 y 1700, pero no en aquella dirección. El origen del error, según este experto en imprentas catalanas, es un artículo publicado en 1902 por el periodista Lluís Carles Viada en que afirmaba que era aquella la dirección de Cormellas. «Desde entonces todos los libros, artículos, exposiciones, catálogos, trípticos, páginas web, fotografías, pies de foto o cualquier otro documento, ya sea de investigación o de divulgación, que haya hablado de los Cormellas, ha situado la imprenta en aquella casa», explica Camprubí. Camprubí revela que un estudio reciente del Archivo de Protocolos de Barcelona y el Archivo Histórico de la Ciudad ha establecido la verdadera ubicación del negocio de la familia Cormellas en el número 11 de la misma calle del Call. Se da la coincidencia de que en este edificio tuvo su primer estudio, en 1878, el arquitecto Antoni Gaudí.

En la fachada del número 14 de la calle del Call luce desde 1966 una placa conmemorativa donde se puede leer: «Esta casa albergó de 1591 a 1670 la oficina tipográfica Cormellas». La planta baja, donde aún hoy se cree que estaba la imprenta donde el Quijote aprendió cómo se producían los libros, lo ocupa una tienda de marroquinería llamada Dulcinea. La localización real de donde estaba el negocio de los Cormellas, en el número 11, lo ocupan varios establecimientos sin ningún nombre que evoque la obra maestra de Cervantes.

SIGENA, «PARADIGMA DE USO TENDENCIOSO DE LA HISTORIA»

JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS

El conflicto patrimonial que enfrenta a Cataluña y Aragón por los bienes del monasterio de Sigena (Huesca), depositados en el Museo de Lleida y el MNAC, protagoniza uno de los capítulos del libro, siendo este enfrentamiento «un ejemplo paradigmático de utilización tendencioso de la Historia por defender determinados relatos o argumentos». Es lo que denuncia en su artículo Alberto Velasco, profesor de la Universidad de Lleida y conservador del museo donde estaban 44 de las 97 piezas que el juez ordenó volver a Sigena en 2015, y que ha sido una de las caras más visibles que ha denunciado el tema en las redes sociales y en conferencias y publicaciones.

Velasco repasa la bibliografía, antigua y actual, y la infinidad de artículos de prensa generados para evidenciar «cómo un tema patrimonial se puede llegar a manipular por parte de una de las partes con intereses espurios en beneficio propio». Según él, autores aragoneses como la bloguera Marisancho Menjón (nombrada directora general de Patrimonio de Aragón) y el historiador Guillermo Fatás «han analizado hechos que han ocurrido en el pasado a Sigena para intentar ayudar a comprender a la población aragonesa cosas que están pasando en pleno siglo XXI». Para Velasco, el libro debe «poner delante del espejo las manipulaciones torpes que han llevado a cabo al hablar de temas como la Guerra Civil obviando fuentes que van contra ellos». Fatás ha defendido incluso que Lluís Companys y la Generalitat fueron responsables del incendio del monasterio en 1936, en un plan para apoderarse de las pinturas en litigio. «Es una de las cosas que tienen en común todos los que hacen seudohistoria, la hagan desde Andorra, Sevilla o Sigena. Cuando tienes unos datos que no te interesan porque no te vienen bien para tu tesis, los descartas. Esto une a los protagonistas a Sigena con la técnica historiográfica de Bilbeny para articular sus teorías de locos».

 

PUNTUALIZACIONES

Bilbeny y los demás

Vicent Partal

VILAWEB

02/20/2020

La editorial Eumo acaba de publicar un volumen coordinado por Vicent Baydal y Cristian Palomo titulado ‘Seudohistoria contra Cataluña’, que contiene una documentada crítica del trabajo hecho durante todos estos años por el Institut Nova Història, y más particularmente por Jordi Bilbeny. El libro es más farragoso de lo que sería deseable e intenta complementar la crítica a Bilbeny con la crítica a esta cosa de la nueva historiografía española. Son dos aspectos que comentaré después y que en mi opinión deslucen un trabajo que, en cualquier caso, es importante.

Es importante que la crítica y el contraste que se hace sobre el trabajo del Institut Nova Història es necesaria y en términos generales muy correcta. El trabajo interesante que tiempo atrás emprendió Jordi Bilbeny ha derivado con los años en un proyecto imposible de defender, en el que las reglas más básicas de la investigación historiográfica han sido sistemáticamente desterradas. Bilbeny tuvo una intuición potente al principio, cuando estudiaba el posible origen catalán de Cristóbal Colón: ¿qué papel había tenido la censura a la hora de dibujar el carácter del iniciador de la colonización de los pueblos americanos? Yo doy el debate por cerrado con todas las aportaciones que tenemos, algunas de las cuales muy bien recogidas en el libro. No, Colón no era catalán. Pero en ese primer momento exponer la duda y explorarlo tenía sentido. El problema es que, a partir de aquello y contaminados por aquello, el institut ha entrado en una espiral de ‘descubrimientos’ que han perdido su razón de ser y que incluso a veces causan estupefacción. Porque se ha querido justificar como lucha contra la censura y la descolonización mental lo que en todo caso es aversión al método. Y sin método no hay ciencia.

Todas las hipótesis son explorables, claro que sí. Todas se deben explorar, si es posible. Pero con rigor. Con datos solventes e inapelables que ningún otro colega te pueda rebatir y desmontar en una simple conversación de café, sino que reclaman mucha más investigación. Y este ha sido mi juicio el gran error de Bilbeny y del Institut Nova Història: construir hipótesis con pies de barro, fundamentándose en anécdotas que tienen explicaciones adecuadas y mucho más consistentes por otro lado. Esto es un error que no depende de las titulaciones que se tengan ni del lugar donde se trabaje, sino del respeto al método que los siglos han ido forjando, precisamente como alternativa al sofismo -y para frenarlo-.

En un momento determinado el libro critica, también, que los periodistas de este país hemos sido demasiado condescendientes con el crecimiento y la difusión de estos trabajos, que descalifica llamándolos pseudo-historia. Por la parte que me toca acepte la crítica, aunque ya hace muchos años que he hecho manifiesta mi incomodidad con este estilo de hacer. Pero tienen razón.

Dicho esto, el volumen contiene al menos dos aspectos que creo que lo ensucian. Uno es esa pretensión, metida con calzador, de criticar al igual el trabajo de Bilbeny y el de la historiografía neofranquista española, tan de moda en el país vecino. Es absurda y desproporcionada. Desproporcionada en cuanto a la atención que se le dedica, con artículos muy bien elaborados contra Bilbeny y en cambio poco más que generalizaciones contra los otros. Y desproporcionada también porque se dejan caer afirmaciones impropias precisamente del método científico, con adjetivos ostensiblemente peyorativos, o bien diciendo que Bilbeny hace esto para enriquecerse. Una acusación que los autores no creen necesario demostrar con el rigor con el que demuestran quién era y quién no era Colón o el Cid. Es una afirmación que cualquiera que conozca a Jordi Bilbeny sabe que es falsa e insidiosa -y yo lo conozco desde hace décadas y pongo la mano en el fuego por él en esto.

Y la segunda cuestión que creo que lo ensucia es un elitismo corporativo. La entiendo como reacción al amateurismo osado de la Nova Història, pero hace mucho daño. Entre otros motivos, porque no responde a ninguna pregunta que merecería respuestas: ¿cómo es que tanta gente, profesionales rigurosos en sus disciplinas o simples ciudadanos de a pie se han creído todo esto? ¿En reacción a qué? Es evidente que la situación política ha ayudado a hacer crecer las tesis de Bilbeny y hacerlas creíbles en este entorno de mentira institucionalizada que todos vivimos cada día. Pero habría sido de agradecer también una reflexión sobre el papel que la instrumentalización política del pasado, a través de la transición y las connivencias del gremio, ha tenido. Y no hablo de los historiadores españoles, no sólo ni precisamente. Nosotros hemos tenido grandes nombres, faros enormes -comenzando por Pierre Vilar, sobre todo- que nos han ayudado a entendernos y a entender qué somos. Pero también hemos tenido segregadores de ideología basada en la historia que han asentado una desconfianza popular hacia la academia, lo que incluso diría que me parece que está en la base del interés por la obra de Bilbeny.

Seguramente el volumen habría sido más iluminador si no hubiera querido ser equidistante, fácilmente equidistante, creo. Entre otras razones porque comparar una institución privada que se ha hecho a sí misma con todo el poder de la academia y los medios españoles es absolutamente desproporcionado.

  1. Los periodistas llevamos luto hoy, por la muerte a los noventa y nueve años de Jean Daniel. Era una de las grandes referencias contemporáneas de la profesión: un gran periodista, un gran director y un hombre de coraje, inteligencia y humanidad, como recordaban sus compañeros del ‘Obs’ (*) ayer de manera emocionada. La generación que él simboliza, siempre acompañado de gigantes como Albert Camus, Pierre Mendès France y Jean-Paul Sartre, defendió una izquierda no dogmática ni doctrinaria, profundamente comprometida a la vez con la protección de la libertad y la defensa de la justicia. Sobre todo en ‘Le Nouvel Observateur’, nos enseñó a hacer algunas de las cosas que VilaWeb quiere hacer: mostrar la evolución de la sociedad de la manera más honesta o construir puentes intelectuales que nos ayuden a entender mejor el mundo en que vivimos.

El consejo de la sociedad de redactores del ‘Obs’ escribió ayer: ‘Él quería crear un diario para leer los artículos de la manera que le gustaban: bien investigados, bien informados, bien escritos, sin concesiones al sensacionalismo y prefiriendo siempre la ironía sutil y la distancia crítica al ataque gratuito’. Y añadía: ‘Estos principios, estos requisitos, estas concepciones son siempre los nuestros’. Desde el recuerdo a Jean Daniel y su vida excepcional, hoy quisiera poder reivindicarlos también como nuestros.

(*) https://www.nouvelobs.com/

La tierra es plana… en España

Angel Rekalde, Luis Mª Martínez Garate

Es un viejo debate. O al menos viene de lejos. La élite académica española ha publicado una obra de denuncia contra la manipulación catalana de la historia. “Seudohistoria contra Cataluña”. Ipurbeltz!! Zozoak beleari ipurbeltz.

Se trata de una crítica coral al Institut Nova Història, una iniciativa de la sociedad civil, y en concreto al historiador Jordi Bilbeny que lo encabeza. El País ha recogido el guante de los catedráticos hispanos (lo titulan: La tierra es plana… en Cataluña), lo ha cocinado a fuego lento y lo ha servido al público de masas como plato de escarnio. De propaganda. De paso, ha aprovechado el impulso y ha cargado contra Pujol, la prensa catalana, el ‘procés’, ERC, Carod-Rovira, el sociólogo Salvador Cardús, la escritora fallecida Patricia Gabancho, el periodista Enric Vila y el lucero del alba por si en algo les iluminaba.

El debate, de largo recorrido, no deja indiferente a nadie porque trasluce la sombra de muchos resabios e intereses. La historia de los pueblos siempre arrastra un trasfondo político, de relato nacional, y los Estados (y quienes pretenden serlo) se juegan mucho en ese campo. Claro que unos juegan con tiragomas, y otros con quincalla intergaláctica. De ahí el primer sobresalto, el de descubrir una falange de catedráticos de prestigiosas universidades arremetiendo contra un institut de la calle, privado, una iniciativa de la sociedad civil, como quien dice un cine de barrio. Y El País, con su potencia de fuego, con su arsenal pirotécnico, bombardea por todo lo alto.

La segunda reflexión, en clave irónica, nos lleva a constatar el esfuerzo invertido, seguramente con rigor y seriedad, para desmontar las mitificaciones e inexactitudes del Instituto catalán. Más de un autor, de las propias filas del catalanismo (Vicent Partal lo menciona en Vilaweb. “Bilbeny y los demás”) lo ha comentado hace mucho. Sin rigor histórico el relato no se sostiene. Se desacredita. Pero que sean los historiadores españoles quienes levanten la perdiz tiene su cosa.

Llevan años blanqueando la “historia de España” y tapando los chorretones que se les corren por la fachada. Porque la suya es fachada, de fachas. La leyenda negra de un imperio en el que no se ponía el sol, dice El País, es un invento inglés para descalificar la empresa hispánica de cristianizar el mundo. No hay justicia en hablar de genocidio en la conquista de América, ni del ‘hombre del saco’ (el duque de Alba) en la memoria infantil de Flandes, etc.

“La catalanidad de Colón es una hipótesis que menea el rabo desde hace más de un siglo” (sic). El País argumenta que es ridícula esta idea (lo rechaza la científica Seudohistoria…), que Cristóbal Colón fuera catalán. Pero ese rigor exquisito no viene a cuento cuando se sostiene que Elkano era español –y no vasco-; que el emperador Adriano era español –y no romano nacido en la Bética-; que el Cid fue un personaje histórico y no un mito de literatura o leyenda; que Roldán fuera un héroe (con monumentos en abundancia); que los musulmanes vencieran a Carlomagno; o que los reyes godos fueran el origen de la monarquía hispánica.

Vivimos en una atosigante atmósfera de historicismo y nacionalismo banal español, el castellano es la lengua elegida para hablar con Dios, con glorias subrepticias y calles dedicadas a generales franquistas, gobernantes genocidas, reyes despóticos, reinas corruptas… Y estos historiadores se crispan porque alguien discute el pueblo donde nació Colón.

La polémica nos preocupa porque no se limita a Cataluña ni al ‘procés’. También nos salpica. Nos inquieta porque si alguien ha manipulado y utilizado en su favor la historia es España. Las conquistas, expolios, destrucciones de lenguas y culturas en general llevadas a cabo por el imperio español, entre las que se incluye la nuestra, han sido reflejadas por historiadores de todo el mundo, y aquí se niegan. Con absoluta desfachatez. Y nos preocupa que se sostenga “académicamente” que Navarra se incorporó -por propia voluntad- a España. Que en San Marcial lucharon los iruneses (?) contra los franceses. En la guerra de Navarra. Que la regresión del euskera se debe a la desidia de la gente, y no a un supremacismo y una represión que todavía hoy colean (lo vemos a diario en la educación, en la prensa, en la calle).

En resumen, que la polémica y la manipulación de la Historia están ahí; es evidente; pero si hay alguien que sostenga, como dice El País, que la Tierra es plana, seguro que está en la Academia Española.

 

Las rebajas

Enric Vila

Los autores de Pseudohistòria contra Catalunya me han hecho pensar en aquel grupo de articulistas que, cuando se constituyó Ciudadanos, se autoproclamaron “intelectuales del siglo XXI”. Si aquella pandilla se creía que iba a llenar su vacío con el cadáver del pujolismo, los historiadores de Sàpiens parece que esperan hacer lo mismo con la cabeza de Jordi Bilbeny.

Un libro de historia que empieza apelando a la “sinceridad” y a la “honestidad”, parece más un sermón de Oriol Junqueras escrito desde la prisión que no un ensayo publicado por académicos. De hecho, si los autores del panfleto hubieran tenido algo importante que decir, ya haría tiempo que sus libros, muy editados y muy distribuidos, se habrían impuesto a las tesis del Institut Nova Història, en prestigio y difusión.

Se escribe para discutir las ideas del poder, no las manías de los marginados. Solo los fanáticos y los farsantes pierden el tiempo con enemigos más débiles, o se dedican a hacer libros colectivos contra discursos que desprecian. Es difícil elevar una idea si estás tan preocupado por tener razón que no puedes soportar la posibilidad de perder el argumento. Si te mueve el miedo de fracasar, la pretensión de parecer equánime siempre te acabará estropeando el libro.

Tratar Bilbeny de deshonesto no tapará las mentiras de los líderes procesistas ni la mediocridad del gremio de historiadores, que es uno de los responsables principales del bajo nivel de la política y del derrumbe que sufrimos. Es lógico que algunos de los académicos más subvencionados de las últimas décadas ahora busquen cabezas de turco para hacerse perdonar. Pero, después de 40 años, estaría bien que la universidad diera algún historiador que tuviera una idea general y propia del país, y un mundo que se aguantara solo.

Si el libro contra Bilbeny tiene algún interés es porque llega con la misma caspa que ha desprestigiado la historiografía catalana. Si no tienes talento para liquidar a Bilbeny tú solo y de una sola vez, no aporta nada que montes una carnicería con tu pandilla. Además, el pasado puede ser complejo pero tiene que inspirar al lector, no ponerle la cabeza como un bombo con discursos paternalistas y un atracón invertebrado de datos supuestamente neutrales.

El libro contra Bilbeny tendrá el mismo recorrido que las gesticulaciones de Artur Mas o que Marta Pascal, es decir, durará mientras dure el clima de rebajas y valencianización. Franco no necesitaba a flautistas de Hamelín para controlar el presupuesto público del país; después de la guerra tenía ya bastante con el exilio y la represión ―a pesar de que una de las primeras cosas que hizo fue impulsar la investigación científica.

La unidad de España necesita ahora un proceso de destrucción todavía más sutil y más profundo. Cuando la vitalidad no se puede matar de un tiro, hay que matarla despacio, alimentando las vanidades estériles de las momias y los renacuajos más ridículos. “What sphinx of cement and aluminum bashed open their skulls and ate up their brains and imagination?» ―se pregunta Ginsberg en Howl. Yo también hace tiempo que veo los cerebros de mi país destruidos por el hambre, la histeria y la decepción.

ElNacional.cat