Cada vez somos más los ciudadanos convencidos de la perversión de los grandes estados. Nos referimos a los estados que como EEUU, Inglaterra o España se gestaron mediante la razón de las armas y la represión de otros pueblos.
Hoy tenemos la convicción de que son justamente ellos los culpables de la situación de caos, injusticias y destrucción que azota nuestro mundo. Ellos son el soporte imprescindible que precisan las multinacionales para manipular y controlar, robar o expoliar, alimentos y materias primas, recursos energéticos, industrias, tecnologías, el mundo de la información, etc.
Las cabezas visibles o los mentores de toda esta fauna política que más que gobernar se envilece y nos envilece, son el G8, el FMI, el BM y otros buitres de tamaña catadura, auténtico trasunto de los jinetes del Apocalipsis.
Esta radiografía del mundo no es nada nuevo para cualquier analista avisado y comprometido. Es, sin más, el modelo que a lo largo de la historia han puesto en práctica y actualmente imponen las élites del dinero, los integrismos, las iglesias y todo tipo de movimientos involucionistas.
Esta trayectoria siempre ha generado hambre, muerte, parias humanos, esclavitud y destrucción de la tierra. Pero hoy estamos asistiendo a unas cotas tan aberrantes de perversión -y esto ya no es tremendismo sino pura realidad- que, de no ponerles freno, pueden acabar degradando el planeta hasta límites alarmantes.
Porque las alternativas a estos gobiernos conservadores, los denominados partidos socialistas, no garantizan ningún cambio sustancial. No es que estén descafeinados; hace décadas que se «regeneraron» -¿inicio de un viraje hacia la derecha?- para desembarazarse de su carácter reivindicativo-revolucionario. Fueron las parias que hubieron de satisfacer, para incorporarse al juego sucio de las cavernas del capital, o si se quiere del neoliberalismo.
Solo una leva general de humanistas, pobres esclavos y desheredados contra estos depredadores sin alma, de bienes y de vidas, podría detener esta catástrofe cotidiana que avanza.
Esta leva, en mi modesto entender, solo podría surgir del alma de los pueblos, nunca de los hijos de la globalización.
La derecha política nunca se ha resignado a permanecer fuera del poder. Antes su metodología -el golpismo- era inconfundible, sobre todo en países de escasa tradición democrática: España, Sudamérica… Hoy, que la coyuntura sociopolítica mundial -al menos formalmente-, mantiene un cierto decoro -más que real, aparente e hipócrita- y no parece tolerar abiertamente las prácticas golpistas, la derecha reformula sus tácticas.
Marcos Roitman observa que se trataría de hacer ingobernable lo gobernable, de desestabilizar y crispar a la ciudadanía hasta hacer inviable la convivencia. El paso siguiente, dentro de estas técnicas golpistas, sería reclamar hasta el agotamiento -desde las instituciones y desde los antros mediáticos mayoritarios que habitualmente controlan- elecciones anticipadas. Incluso, allí donde sea factible, acudir al fraude electoral (México, EEUU, como ejemplos más llamativos e inmediatos).
El objetivo que persiguen estos grupos fascistas o integristas, para quienes la democracia es un lastre, es acceder primordialmente a una estabilidad económica, adaptada a sus exigencias. Este objetivo está por encima de los derechos políticos de los ciudadanos. Para lograrlo no habría que tener ningún reparo en poner en práctica métodos ilegales, ya se les dotaría de carta de legalidad.
La razón de Estado justificaría hechos criminales -daños colaterales-, la mentira, la tortura… Se concedería larga discrecionalidad -mano larga- e impunidad a las fuerzas de seguridad. Se pondría un esmero especial en la captación y cooptación de magistrados con clara adscripción política al más rancio conservadurismo, para situarlos estratégicamente en los puestos decisivos de la estructura del estado.
¿A qué nos suena todo esto? ¿No es realmente, como muchos han señalado, un golpe de estado el que está gestionando el sector de la magistratura cofrade del PP, el que nunca se expurgó a pesar de su raigambre franquista?
Hoy, nos pone en alerta el citado M. Roitman, hay un proyecto de las élites de la derecha: liberales, conservadores, demócrata-cristianos que pretenden reunificar a todos los partidos de derecha con el nombre genérico de Partido Popular. La financiación de este proyecto corre a cargo entre otros del partido popular europeo. Son apadrinados por Aznar y su fundación y Condolezza Rice. Reivindican figuras del golpismo y de la dictadura como Ubico, Porfirio Díaz o Pinochet. El laboratorio sería Chile y el involucionismo se extendería por toda Sudamérica, incluida Cuba.
Todo esto, y aplicado a nuestro entorno inmediato, consciente de los berenjenales por los que deambulan las togas, es decir, la justicia, me empuja a enhebrar unas, no por breves, menos graves consideraciones:
– Hay que desenmascarar el falso espíritu democrático de estos franquistas reciclados (insisto, para quienes la democracia es un lastre). Son tan demócratas como su líder Bush hermanita de la caridad.
– Es preciso denunciar su victimismo hipócrita. Explotan vilmente la muerte de seres humanos cuando esas víctimas proceden de cualquier tipo de insurgencia (justificada o no) o de movimientos de liberación. Es entonces cuando ponen al rojo vivo todos los campanarios mediáticos, imponiéndoles el sambenito de terroristas. Sus guerras monstruosas, sus ejecuciones y fusilamientos sumarísimos, las masacres de poblaciones civiles, etc., son daños colaterales o servicios a la patria (condecoraciones incluidas). Es su doble rasero o moralidad para, apoyados en su prensa maldita, calificar el dolor humano.
– No podemos olvidar la complicidad y sintonía de esta derechona con los ejércitos y fuerzas armadas, proclives e instigadores de bandas de extrema derecha, incontrolados, paramilitares…
– Cuentan con el apoyo incondicional de la banca, la gran empresa, los gánsteres del cemento que, con la excusa del crecimiento sostenible (el de sus cuentas corrientes), van a terminar fagocitando -bucólicos ellos- todo el verdor y oxígenos de nuestros lares.
– Para bendecir sus obras y justificar, o en su caso apaciguar sus conciencias, cuentan -ahí es nada- con la jerarquía eclesial. Lo tienen todo, firme el paso, la mirada al frente… ¿Qué más pueden desear?
El neoliberalismo de los estados sólo ha beneficiado a las multinacionales, es decir, a la gran derecha. No ha podido evitar guerras, hambrunas, enfermedades endémicas. Probablemente nunca se habían producido en el planeta tal cúmulo de violaciones de los derechos humanos.
¿Será la soberanía y la solidaridad de los pueblos el eficaz antídoto contra la dictadura de los estados y la rapiña desoladora de las multinacionales? Si alguien es capaz de ofrecer otras alternativas capaces de rectificar este rumbo maldito, bienvenido sea, que lo manifieste.