La Santa Inquisición

En su versión moderna, no tanto en la medieval, la Santa Inquisición fue el instrumento de la monarquía hispánica para perseguir la herejía, es decir, la disidencia. Sin libertad de culto, y por tanto con todos los súbditos formalmente católicos, la Inquisición rastreaba cualquier signo de pensamiento herético, convertido en delito y castigado penalmente. La Inquisición no perseguía a la gente por lo que hacía, sino por lo que creía. «Pues la Santa Inquisición suele ser tan diligente en castigar con razón cualquier secta y opinión levantada nuevamente… Opinión, no acción». La Inquisición detectaba y castigaba delitos de opinión. Hay una verdad y lo que queda fuera es delito. Lo recordaba estos días cuando Vox se dedicaba en Mallorca a perseguir las herejías de María del Mar Bonet o cuando Ciudadanos exigía (y obtenía) en Aragón el cese de un técnico por haber ido a un acto independentista. Esto pertenece a la tradición inquisitorial: investigar qué piensa la gente y castigarla si no piensa lo que toca, lo que tienen que pensar todos, la verdad proclamada (ahora no por la Iglesia, por la Constitución, siempre por la monarquía). En la tradición inquisitorial, te puedes haber saltado la ley sólo de pensamiento. No es necesario hacer nada. Basta con pensar.

ARA