Es difícil de creer en la honestidad de la justicia de un país cuyo gobierno tiene desde hace más de año y medio en la cárcel a unos chicos jóvenes por una bronca de taberna con unos guardias civiles. Que tiene en la cárcel a políticos adversarios, no por lo que han hecho sino por lo que “pueden” hacer. Que mete en la cárcel a unos ancianos, uno de ellos en silla de ruedas, porque “pueden” salir de España y escapar a su ¿justicia? Mientras tanto la tortura -la más perversa de las maldades humanas- cuando es practicada por torturadores de las fuerzas del orden, estos son indultados sin cumplir sus penas o no son ni investigados, al tiempo que un PP podrido de corrupción y un cuñado del rey que se pasea por Ginebra subvencionado con dinero público, esperan a que sus porquerías prescriban. Al llegar a este punto, recuerda Simplicius que en una de sus últimas visitas a La Habana oyó cantar en un cabaret de Varadero la siguiente rumbita: “Sentado en el malecón/cantaba el negrito Pol/Dios mío quién fuera blanco /aunque sea español”. Después del nombramiento para vicepresidente del Banco Central Europeo, la más alta instancia de las finanza europeas, del ministro nada menos que de economía, de un país, que con una deuda pública de 1.140.000 millones de euros está en irreversible bancarrota, Simplicius espera oír cantar en su próxima visita al cabaret de Varadero: “Sentado en el malecón/cantaba el negro Tadeo/ Dios mío quién fuera blanco/aunque sea europeo”.
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