Ya cerca del término de su primer año como presidente, Barack Obama ha dado un valiente paso al decidir aumentar la cantidad de tropas estadounidenses en Afganistán hasta llegar a más de 100.000. Los críticos a la izquierda señalan que
Sin embargo, los críticos a la derecha se han quejado de que el enfoque de política exterior de Obama ha sido débil, demasiado en tono de disculpa y excesivamente dependiente del poder blando. Les preocupa la promesa de Obama de comenzar a retirar las tropas de Afganistán 18 meses después de este aumento.
Obama heredó una agenda de política exterior llena de baches: una crisis económica global, dos guerras difíciles, la erosión del régimen de no proliferación nuclear por parte de Corea del Norte e Irán, y el deterioro del proceso de paz del Medio Oriente. El dilema de Obama fue cómo manejar este complicado legado y, al mismo tiempo, crear una nueva visión de cómo los estadounidenses deberían relacionarse con el mundo.
A través de una serie de gestos simbólicos y discursos (en Praga, El Cairo, Accra, las Naciones Unidas y otros lugares), Obama ayudó a restablecer el poder blando de EE.UU. Como señalara hace poco el informe Pew: «…en muchos países la opinión sobre los Estados Unidos es hoy tan positiva como lo era al comienzo de la década en que George W. Bush estuvo en el poder.»
Es un error pasar por alto el papel que los líderes transformadores pueden jugar para cambiar el contexto de problemas difíciles. El poder implica definir temas y crear preferencias en los demás, tanto como intentar influir y presionar. Por eso es que la administración Obama habla de un «poder inteligente», que combine de manera adecuada los recursos de poder duro y blando en diferentes contextos. El poder blando puede crear un ambiente que abre posibilidades, en lugar de obstaculizar las políticas.
Sus críticos dicen que Obama ha sido muchas palabras y nada de hechos. Lo retratan como una estrella de rock que ganó el premio Nobel por promesas más que por resultados. Se burlan de su popularidad, y hacen notar que el Oriente Próximo sigue siendo intratable, que siguen sin resolverse los problemas de Corea del Norte, Irak y Afganistán, y que Irán se está poniendo difícil. Sin embargo, ningún analista serio esperaría algo distinto en el corto plazo. Ciertamente, el enfoque de poder duro de Bush-Cheney no solucionó estos problemas.
Más aún, además de las palabras, ha habido algunos hechos importantes. Primero que todo, el manejo de Obama de la crisis económica. Cuando asumió el cargo, sus asesores económicos le decían que había una posibilidad entre tres de caer en una depresión al estilo de la de 1930.
Si Obama no hubiera evitado ese desastre, todo lo demás habría palidecido en comparación. Para lograrlo fue necesario no sólo un paquete de estímulo a nivel nacional, sino coordinación internacional. A pesar de las medidas estadounidenses contra las importaciones de neumáticos chinos, el nivel de proteccionismo ha sido mucho más bajo que en los años 30 y que lo predicho por muchos observadores. Más aún, Obama utilizó la crisis para lograr lo que muchos habían sugerido durante años: transformar el G-8 en el marco institucional más amplio del G-20, que incluye a las principales economías emergentes.
En estrecha relación con la crisis económica ha estado el manejo de Obama de las relaciones con China. Cómo responda Estados Unidos al ascenso del poderío chino es uno de los retos de política exterior más importantes del siglo veintiuno. Obama amplió las reuniones encabezadas por el Tesoro a un diálogo estratégico co-presidido por el Departamento de Estado, con un temario que incluye el cambio climático, así como asuntos multilaterales.
Contrariamente a algunos informes de prensa escépticos, la cumbre de Obama con el Presidente Hu Jintao en noviembre fue un éxito silencioso. Al mismo tiempo, ha reconocido que mantener alianzas estrechas con Japón y Australia -y buenas relaciones con India- ayuda a mantener las capacidades de poder duro que dan forma al ambiente de una China en ascenso.
Un tercer logro importante del primer año de Obama ha sido la reformulación del problema de la no proliferación nuclear, que muchos expertos consideraban en crisis al final de la era Bush. Al abrazar el objetivo de largo plazo de un mundo sin armas nucleares (aunque tal vez no durante su vida), Obama reiteró el tradicional compromiso de Estados Unidos, consagrado en el Artículo 6 del Tratado de No Proliferación, de reducir el papel de las armas nucleares. Más aún, dio seguimiento a esto negociando con Rusia un sucesor del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas para fines de año, y ha puesto el tema de la no proliferación entre los principales asuntos que tratar en las Naciones Unidas y en el G-20.
Los críticos dicen que estos logros, así como los esfuerzos por desbloquear los puntos muertos de Sudán y Birmania, se han alcanzado al precio de renunciar a la claridad moral en torno a los derechos humanos. Sin embargo, las proclamas públicas a menudo son menos eficaces que las estrategias de largo plazo para la promoción de estos temas. El discurso de Obama en Ghana, para el que se seleccionó cuidadosamente un país africano que últimamente ha tenido un traspaso democrático de gobierno, ilustra ese enfoque.
Otros críticos a la izquierda se han quejado de que no ha sido capaz de lograr que el Congreso apruebe un exigente proyecto de ley antes de
Por supuesto, la gran prueba será Afganistán. ¿Puede Obama combinar el poder blando y duro en una estrategia de poder inteligente que funcione? ¿Producirá el aumento de tropas estadounidenses y aliadas, y de la ayuda para el desarrollo, suficiente estabilidad para la retirada, cuyo inicio tiene previsto en 2011? ¿Puede el gobierno afgano comenzar a dar seguridad para proteger a sus ciudadanos de la violencia de los talibanes? ¿O el país terminará siendo un atolladero que defina la presidencia de Obama?
A medida que Obama se acerca el fin de su primer año en el cargo, debe saber que Afganistán será la prueba mayor por la cual los historiadores del futuro calificarán su política exterior.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
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