La ‘paradoja intelectual’ de ser citado erróneamente

UNA NOCHE RECIENTE EN JERUSAlén, un periodista italiano me habló acerca de una nota en el servicio noticioso que estaba circulando ampliamente, en la cual se comentaba que yo había comparado a Silvio Berlusconi con Hitler durante una conferencia de prensa esa mañana.

Durante el curso del día, varios miembros de la mayoría parlamentaria italiana habían emitido comentarios acerca de mi supuesta declaración, que en su opinión ofendía a toda la comunidad judía. Entre tanto, la propia comunidad judía aparentemente tenía otras cosas que hacer, porque a la mañana siguiente diversos diarios israelíes publicaron amplias versiones de la misma conferencia de prensa (incluyendo The Jerusalem Post, en su primera plana), sin hacer mención alguna de Hitler. Al parecer, prefirieron concentrarse en los temas que realmente se habían discutido.

Ninguna persona racional, por más crítica que pueda ser de Berlusconi, pensaría en compararlo con Hitler, dado que el primer ministro italiano no ha desatado un conflicto mundial que costó cerca de 50 millones de vidas, no es responsable de la matanza de seis millones de judíos, no ha disuelto el Parlamento de la República de Weimar, no ha creado divisiones de camisas marrones o SS, o cosas semejantes.

Así que, ¿qué fue lo que ocurrió esa mañana?

Muchos italianos aún no se han dado cuenta de que su primer ministro está totalmente desacreditado en el extranjero —al grado de que, cuando los no italianos nos preguntan acerca de él, en ocasiones nos sentimos obligados a defenderlo, por lealtad a nuestro país—. Una persona irritante que encontré en esa conferencia de prensa evidentemente esperaba que yo estuviera de acuerdo con que, dado que Berlusconi, Hosni Mubarak y Muammar Gaddafi compartieron en un tiempo una renuencia común a renunciar, entonces Berlusconi debía ser el Gaddafi italiano. Obviamente, yo tuve que contestar que Gaddafi es un tirano sediento de sangre que tomó el poder mediante un golpe de Estado y ahora está disparando contra sus compatriotas, en tanto que Berlusconi ha sido elegido en tres ocasiones —“desafortunadamente” señalé— por el pueblo italiano. Y en consecuencia, si deseamos hacer analogías a cualquier costo, entonces uno podría comparar a Berlusconi con Hitler sólo sobre la base de ambos han estado en posiciones de liderazgo —Berlusconi por la vía electoral y Hitler por ser designado—. En este punto de la conferencia de prensa, después de hacer pedazos la absurda analogía, regresamos a discutir asuntos serios.

Cuando mi colega italiano me contó acerca de la nota en el servicio de noticias, comentó con cierto fatalismo: “Sabes, los periodistas tienen que rascar para encontrar noticias, aun cuando estén ocultas”. Yo estoy en desacuerdo: los periodistas deben reportear noticias que ya estén ahí, no conjurar historias sacadas del aire. Pero esto es también una señal de la naturaleza provincial de mi país: si, por ejemplo, la gente en Calcuta estuviera discutiendo acerca del destino del planeta, nadie en Italia estaría interesado; pero si la gente en Calcuta estuviera hablando en favor o en contra de Berlusconi, entonces súbitamente los italianos estarían intensamente interesados.

Un aspecto curioso de este asunto Berlusconi-Hitler es que la nota original del servicio noticioso –que fue publicada en numerosos periódicos en todo el mundo– también sugería que yo había definido la comparación como “una paradoja intelectual” y también que yo había hecho la comparación “hablando intelectualmente”. Ahora bien, en un estado de intoxicación quizá yo llegara a comparar a Berlusconi con Hitler, pero incluso en el nivel máximo de ebriedad nunca emplearía expresiones como “paradoja intelectual” o “hablando intelectualmente”. ¿Qué es lo opuesto de una paradoja intelectual? ¿Una manual, una sensorial, una rural?

No se puede esperar que alguien sepa de memoria toda la terminología de la lógica y la retórica, pero ciertamente “paradoja intelectual” es la expresión de una persona iletrada y quien asegure que otros dicen cosas como “hablando intelectualmente” claramente tiene el hábito de hablar prosaicamente. Esto significa que la nota en el servicio noticioso fue el resultado de una torpe manipulación por parte de alguien.

Sobre la base de un material tan obviamente de segunda clase, se ha montado una campaña de indignación virtuosa, con —como es típico— la intención de difamar a quienes no sienten amor por nuestro primer ministro. Por supuesto, en medio de todo esto, nadie se molestó en mencionar que es imposible comparar a Berlusconi con Hitler por cuando menos una razón: Hitler era notoriamente monógamo.

 

* Novelista y semiólogo italiano.

 

http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-263567-paradoja-intelectual-de-ser-citado-erroneamente