Es digno de elogio la obsesión identitaria del presidente del Partido Socialista de Euskadi. Siempre atento a cualquier desviación de una parte de la sociedad, aunque la fraccione, siempre en una defensa cerrada de la lengua común utilizándola en exclusiva en sus mensajes y comunicación oral o escrita. Y qué decir del entusiasmo en celebrar dignamente la Fiesta Nacional en una brillante parada en el Centro de Vitoria, de la tan estimada y entrañable Guardia Civil, donde tampoco le fueron a la zaga otras dos ilustres militantes, como la alcaldesa de Vitoria y la delegada del gobierno central. Siga adelante sin desmayo por esa vía casi olvidada desde los lejanos tiempos de otro auténtico ilustre presidente del PSE, Nicolás Redondo Terreros. Además la suerte le acompaña, porque aunque sean minoría, su obsesión no hace falta que sea utopía, puesto que tienen la fuerza, no la de los votos o la razón, sino la bruta, para imponerla a la mayoría de la sociedad vasca, aunque sea fraccionándola, algo que tanto teme nuestro lenguaraz político.
Diario Vasco