La mercantilización del Museo de Bellas Artes de Bilbao

Decía Jorge Oteiza,:“¡Qué tristeza para este pueblo convertir la cultura en un elemento para dar de comer a los turistas!”. (Deia 1991.10.02)

Acorde a este presagio de hace 31 años, hoy 28 de junio, sorprendentemente por coincidente, con el agresivo proyecto que se pretende imponer para el Museo de Bellas Artes de Bilbao y con oportunismo intencionadamente justificativo, la empresa EY Zona Norte ha organizado en el salón del actos de dicho museo una mesa redonda “La invención del museo como motor económico”. Con la participación de los directores de, el propio museo, el del Guggenheim Bilbao Museoa y la directora del Artium, de Gasteiz-Vitoria, que afortunadamente no está contaminado por está obsesión mercantilista. Curiosamente, todos museos de arte, pero centrémonos en el Museo artístico por excelencia no solo Bilbao sino de Euskal Herria.

Por empeño personal y poder convincente de su director Miguel Zugaza mediante un convenio de colaboración entre la BBK y la Fundación Museo de Bellas Artes de Bilbao (creada en 2000.11.15), cuyo Patronato, constituido por el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral y el Gobierno Vasco, es decir con dinero público y unos dirigentes culturalmente sin criterio y menos que mediocres, se convocó (2019.02.11) un Concurso de Ampliación y Reforma del Museo de Bellas Artes de Bilbao (MBAB). Su objetivo fundamental, los discutibles motivos políticos, turístico-comerciales del Plan Estratégico 2019-2022, aprobado por el Patronato de la Fundación (2018.12.11) por los que deciden ampliar el elegante, sobrio y delicado edificio actual. Más que por apremiante necesidad expositiva, siempre existente en un museo y resoluble de otro modo más racional y menos sensacionalista ya tratado hace años: una ampliación en discontinuidad, por ejemplo en el Palacio Olabarri (1897) o en un edificio industrial de cierta calidad.

Competitividad

Una ampliación quizá absurdamente condicionada por la cercanía del Guggenheim Bilbao Museoa para aprovechar su clientela y estar poseído del contaminante virus competitivo turístico: se desean manadas de visitantes. Criterio hoy rechazado medio ambientalmente en numerosas cultas ciudades europeas y por los asistentes que desean contemplar los contenidos museísticos con serenidad arquitectónica, interés, sosiego y silencio. Se plantea un despropósito de crecimiento frenético, ilimitado, con una condición evidentemente no escrita en las bases del citado concurso pero sí presente en la conciencia de los convocantes, el deseo de espectacularidad arquitectónica, incluso de extravagancia. Un reclamo que provoque ansiedad populista universal por acudir y verlo, aunque sea por fuera, mas bien fotografiarlo y enseñarlo. Lo importante es dar réditos al influyente cartel de la hostelería.

Resulta extraña esta pretensión cuando el director del histórico museo declaraba (2017.12.31) en Radio Bilbao Cadena Ser: “Aunque el número de visitantes es importante, no debe ser el indicador que regule el éxito” e insistía en qué «no hay que pensar en vender el arte o la cultura vasca a los turistas, sino hacer que nuestra sociedad la respete y eso se transmite de forma natural”. Más considerando que el número actual de visitantes es correcto y por tanto cómodo en todos los sentidos: 252.928 (2018) y 250.742 (2019). ¿De qué se trata, de atraer curiosos por un sensacionalismo constructivo o una autoría famosa?

Se pretende tal vez rivalizar y empatar, muy difícilmente, como icono con el Guggenheim con un impactante gigantesco y violento añadido. ¿Y sí en un futuro no muy lejano la parte vasca del Patronato de esta sucursal bilbaina de la Solomon R. Guggenheim Foundation, compuesto por representantes de los Patronos Fundadores—Gobierno Vasco y Diputación Foral de Bizkaia—, actuase como tal y decidiesen prescindir de esta dependencia y por tanto suprimir la palabra Guggenheim y simplemente ser Bilbao Museum, o similar que sucedería? Además de ahorrar los 2,4 millones de euro anuales a pagar hasta diciembre del año 2034 (ya se han pagado 1,77 millones de euro entre 1997 y 2014) ¿Supondría acabar con el intercambio de obras de la citada fundación? En realidad se contribuye a la revalorización de su amplio patrimonio artístico ¿Cuántos visitantes verdaderos interesados en el arte se podrían perder? considerando que la inmensa mayoría acude por ver, entrar, recorrer y contemplar su original arquitectura.

Por lo demostrado en este caso del concurso plagado de evidentes irregularidades con un jurado de incompetentes, un proyecto hecho ganador con numerosas manifiestas ilegalidades contra la Ley 6/2019 de Patrimonio Cultural Vasco y un consejero de Cultura del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, que admite tales incumplimientos impasible y complacientemente asistiendo a admirar la maqueta, y de acreditada nula sensibilidad por el patrimonio arquitectónico del que, sólo políticamente, debiera ser el máximo valedor cultural, declaró, que antes de abordar “nuevos proyectos más ambiciosos” en los museos de Euskadi la prioridad es “asentar lo que se tiene” Todavía se está en fase de recuperación de la crisis económica. (El Correo español 2018.02.19). Periodo anterior a la pandemia padecida. Al día siguiente la diputada de Cultura de Bizkaia, Lorea Bilbao, con similares carencias culturales, sobre la posible ampliación del Guggenheim y del Bellas Artes de Bilbao manifestó que en esta legislatura “no hay manera de hacer” frente a esta propuesta, (Deia 2018.02.20).

Para lograr un resultado efectista se convocó el citado concurso con un ganador predestinado, el mismo que en la ampliación del Museo del Prado en Madrid en 2016 Foster+Partners en este caso con el arquitecto local español Carlos Rubio, con entonces el mismo director del museo que en este caso, y con el mismo “cerebro conductor” en el jurado, el arquitecto y miembro de la Foster Foundation, Luis Fernández-Galiano. Es decir, el espectáculo asegurado, la legalidad despreciada, con la silenciada justicia aliada, los costes no importan ya se pagarán con fondos públicos.

El concepto actual e inmediato de museo

Más recientemente,Vicente Todolí (Palmera, Valencia, 1958) licenciado en historia del arte, prestigioso experto y consultor artístico en una entrevista (El País, 2020.08.09) muy reveladora sobre el presente y el futuro del arte y de los museos afectados por la crisis del corona-virus se muestra muy escéptico. Avalado por su experiencia desde la dirección artística de l’Institut Valencià d’Art Modern, IVAM (1988-1996), director fundador en 1996 del Museu de Arte Contemporânea de Serralves, Porto, director de la Tate Modern en Londres (2003-2010), y actualmente de la Fundazione Pirelli HangarBicocca, Milano y de Bombas Gens Centre d’Art en Valencia, centro artístico privado de la Fundació Per Amor a l’Art inaugurado 2017, ha lamentado que los museos «hayan pasado a depender del mercado, porque los gobiernos veían que el arte se había puesto de moda y se podía sacar dinero«. Prosigue, «Hasta que llega un momento como este en el que ya no hay dinero por la venta de entradas…” Y concluye,»Un museo tendría que considerarse como un servicio público, porque es un hospital para el alma, igual que la ciencia”.

Existe, además de los índices de asistencia de visitantes y rentabilidad de ingresos, otro tipo de contabilidad inmaterial, social y cultural para entender el sentido público de un museo y del conocimiento, enseñanza y sensibilidad que proporcionan las bellas artes. En esta nueva era post pandemia a partir de 2020 surgen algunas nuevas tendencias sociales relacionadas con actividades colectivas culturales con carácter irreversible y quizá entre ellas el concepto de visita y conocimiento del contenido de un museo. La preocupación es grande y con el título “Museo transformador” un colectivo independiente de profesionales de museos se interroga sobre la duda constante para el nuevo tiempo inmediato si va a ser como hasta hace poco para “volver a lo de siempre.”

El modelo implantado hasta el presente de museo-fábrica, un desfile multitudinario con una sobre saturación de visitantes como en una cadena de montaje productivo industrial con ambientes ruidosos, incómodos, repletos y visitantes impertinentes con su obsesivo objetivo del autorretrato en cualquier momento y circunstancia. Una pose museística para asistentes turísticos movilizados por otros condicionantes como la curiosidad, la moda y el barniz social de la asistencia. Los iconólatras cuyo único interés del viaje y la visita son las imágenes a capturar, que es diferente a la percepción visual y asimilación sensorial.

Un museo no es un almacén de obras de arte ni tampoco una tienda, es sobre todo un centro para la investigación y educación, la divulgación y el conocimiento del arte, especialmente el propio, a través de la historia mediante creaciones artísticas en sus múltiples facetas expandiendo la sensibilidad, generando un placer estético y una motivación emocional. El pueblo vasco a lo largo del tiempo, de sus diferentes territorios y mediante sus creadores en variadas disciplinas ha generado un enorme repertorio de obras artísticas tangibles, materiales, en todos los aspectos de las bellas artes, la industria, la técnica, la artesanía y el diseño. Todo ello es merecedor de ser conocido y mostrado socialmente. Debemos exigir y exigirnos un mayor sentimiento de autoestima que nos impone conocer, valorar y apreciar este patrimonio cultural y para ello es necesario en Euskal Herria un Plan Nacional de Museos que coordine todas las diversas sedes, no esta desarticulación territorial y fanatismo territorial, provinciano, con duplicación de recursos y cargos que tantos despilfarros y daños está causando desde hace demasiados años en la constitución de un proyecto de país soberano.

Desideratum

Las grandes exposiciones de reconocidos artistas con muchos préstamos serán en un inmediato futuro muy difíciles de organizar por cuestiones económicas, con sus repercusiones en seguros, transportes y probablemente en bastantes museos sea más interesante la periódica renovación expositiva de los numerosos fondos propios. Hacer una “posesión popular” de sus contenidos de modo que al menos la sociedad local, nacional, conozca y reconozca su rico, valioso y variado legado como algo propio suyo. Qué acuda esporádicamente a disfrutar de exposiciones que muestren obras poco divulgadas, una extensión y expansión recreativa, que considere y disfrute de ese amplio patrimonio público próximo y sus creadores. Es muy previsible que en los próximos años por variadas razones, entre ellas las económicas, desinterés familiar y poco apego al arte, como está sucediendo desde hace algún tiempo, aumenten las cesiones o donaciones a los diferentes museos de coleccionistas, particulares, o de empresas. Así como las ventas en las casas de subastas de obras de posible interés que frecuentemente pasan desapercibidas por falta de supervisión. Con tal fundamental motivo es imprescindible por elemental respeto social democrático conocer si existe y en este caso su contenido, un plan de viabilidad económica en materia cultural sobre todo ante este inmediato futuro tan diferente en tantos aspectos.

Como paradoja hay varios interesantes museos en Euskal Herria con entrada gratuita, incluso los fines de semana, que en cambio están casi vacíos a los que es preciso dedicar más atención e inversiones económicas y suscitar un interés social. Un pueblo que no ama sus museos desprecia su propia idiosincrasia.

Pero especialmente es urgente crear otros museos básicos e imprescindibles de acuerdo a la idiosincrasia de nuestro país, en recientes años se han perdido, por negligencia política, numerosas oportunidades de edificios adecuados para, además de los reiteradamente demandados, Museo de la Industria y la Técnica, Pilotaren Museoa, museos específicos de la electricidad, del agua, un Museo de Escultura, de la Historia Nacional, del Trabajo, de la Música y también del Euskara.

Naiz