Dice el historiador Pierre Nora que los lugares de memoria son aquellos donde cristaliza y se refugia la memoria colectiva.
La memoria colectiva de los catalanes, es decir, la suma de recuerdos, conscientes o no, y de la experiencia vivida o recordada de una colectividad, se hace especialmente visible desde hace muchos años durante la Diada Nacional de Cataluña, y en concreto en sus manifestaciones.
Las manifestaciones del 11-S, como nos gusta llamarlas, han sido históricamente lugares de memoria donde una parte de los catalanes recordaba el sitio de Barcelona de 1714 con una manifestación en la que se reivindica la nación, el autogobierno y la independencia.
Esto es así a pesar de que algunos últimamente hayan querido desvirtuar el objetivo y el clamor de estas movilizaciones. Las manifestaciones que se convocan durante la Diada, y ya van unas cuantas desde que esta fiesta nacional se empezó a celebrar a finales de siglo XIX para conmemorar los mártires de 1714 en el Fossar de les Moreres (otro lugar de memoria), tienen un carácter de reivindicación nacional que nos recuerdan que la historia tiene un papel fundamental en la formación de nuestra conciencia nacional. Este carácter de reivindicación nacional de las movilizaciones de la Diada, queda demostrado en la negativa a participar de los lerrouxistas del Ayuntamiento de Barcelona en los años 1912 y 1913, el crecimiento de las ofrendas y manifestaciones durante el periodo de la Mancomunidad (1914-1923) y durante el gobierno autonómico de la Segunda República (1931-1939) y sobre todo, con la prohibición de toda conmemoración durante el franquismo que, a pesar de la represión, no frenó las reivindicaciones de la oposición democrática del catalanismo con ejemplos como la organización de la Diada de 1964, que conmemoraba el 250 aniversario de 1714 o la de 1971, donde, por primera vez desde la Guerra Civil, ‘Els Segadors’ volvía a sonar en el espacio público.
Las conmemoraciones de la Fiesta Nacional son un ejercicio colectivo de memoria histórica, pero a la vez forman parte activa de la construcción de una identidad nacional forjada en la historia.
Con el advenimiento del siglo XXI, la manifestación de la Diada Nacional ha vuelto a demostrar que la nación está viva, adaptándose a los cambios políticos y sociológicos que Cataluña ha experimentado, y convirtiéndose en uno de los referentes mundiales de organización de movimientos sociales.
La Asamblea Nacional Catalana ha sido la gran propulsora y organizadora de las manifestaciones multitudinarias a partir del 2012, eclosión pública del crecimiento del independentismo, convirtiendo la calle y la Diada anual en una manifestación popular, cívica, familiar y colorida, lejos de las manifestaciones independentistas de los años ochenta del siglo XX, mucho más politizadas, minoritarias y que a menudo acababan con enfrentamientos con la policía.
Las manifestaciones masivas organizadas por la ANC, Òmnium y otras organizaciones de la sociedad civil, convertidas en expresiones del nacionalismo cívico del catalanismo, han conseguido tres hitos importantes: popularizar el movimiento independentista, internacionalizar la causa catalana y presionar, sobre todo a partir de 2015, a la clase política para la realización de un referéndum unilateral de independencia, que no habría sido posible sin la complicidad y colaboración entre sociedad civil e instituciones políticas.
Pero el momento político actual ha cambiado. El primero de octubre de 2017 ejercimos el derecho a la autodeterminación votando en un referéndum de independencia que, a pesar de la violencia ejercida por parte del Estado español y del revisionismo que del mismo se hace últimamente, ganaron los que votaron a favor de establecer una república catalana independiente. La fecha del 1 de Octubre para siempre quedará ligada al imaginario nacional de Cataluña y se añadirá a lo que Pierre Bordieu llama «el mercado de los bienes simbólicos» que se usan para completar la memoria histórica.
A partir de aquí, DUI, 155, represión, cárcel, exilio, pero también mayorías independentistas en las urnas que no pueden ser ignoradas y que deben tener traducción política en las instituciones pero también en las conmemoraciones y, sobre todo, en la calle.
El independentismo, aunque les pese a algunos, es mayoritario y es la única salida para el avance social y nacional. Tenemos que volver a las calles, recobrar la fuerza, la lucha por la independencia, la confrontación contra el Estado español y recordar que tenemos una república ganada en las urnas y defendida por el pueblo, pendiente de desplegar en las instituciones.
Dignifiquemos la memoria para seguir construyendo la historia.
EL PUNT-AVUI