He leído un artículo de Pablo Iglesias, Seis tesis sobre el golpismo y la ultraderecha (1), que suscribo punto por punto, con todos los detalles; de hecho, le añado algunos puntos y algunos detalles. Comulgo con su diagnóstico de los golpes de estado. Y también con su conclusión de que los golpes de estado se realizan hoy desde los medios de comunicación; por su iniciativa o complicidad, con su apoyo. Los medios son la brigada de choque de los aparatos ideológicos del estado. Unos dan los golpes; otros informan y los interpretan. Es la conjura política mediática, la alianza de políticos y periodistas en casi todas las sociedades actuales. Su munición en esta guerra es la ideología. La guerra es ideológica. De acuerdo.
De acuerdo también en que Podemos y el independentismo catalán han radicalizado a la derecha de siempre de la que se ha desgajado un brote fascista muy agresivo. Sin embargo, no hace mucho que los de Podemos aún asignaban al independentismo el exclusivo mérito de reavivar carroñas. Entonces, compartimos destino y luchamos por lo mismo la izquierda radical española y el independentismo catalán. ¿O no?
Si a la lucha ideológica se debe decir la verdad, toda la verdad, poniendo de manifiesto las manipulaciones y tergiversaciones de la derecha y su extrema, ¿quiere decir que la izquierda radical española reconocería el derecho de los catalanes a decidir libremente? Esta es la cuestión porque, si la respuesta es que sí, peligra la fuerza del partido en el parlamento y, por tanto, su proyecto español. Si la respuesta es que no, su lucha contra la derecha tradicional española queda manchada por una coincidencia de fondo en un asunto cuyo valor ideológico es indudable; algo que lleva a Podemos a compartir la idea de España de la extrema derecha, la derecha y la izquierda dinásticas. La idea de España de una abrumadora mayoría de españoles.
Una situación sin salida, pues, en la que los de Podemos se ven obligados a elegir entre ser españoles (según la citada idea de España) o ser de izquierda (española). El lío montado con la ocasión del evento del 19 es una prueba fehaciente de ello. Como el independentismo lo ha visto como a una provocación se ha organizado un movimiento espontáneo contrario en las redes al que se añadieron las asociaciones sociales y, por fin, arrastrados, los partidos.
Sin embargo, el ministro español Bolaños ha advertido que la finalidad de la ‘performance’ es certificar el fin del proceso y la entrada en una nueva era de diálogo y entendimiento general. Para los escarmentados independentistas, esto parece como cuando los vencedores de una contienda dictan las condiciones de paz en la capital del enemigo vencido. De hecho, hay quien habla del Tratado de los Pirineos, del que ésta es la enésima emanación. El rol del presidente Sánchez va más allá de la cumbre barcelonesa, hacia toda España. Este triunfo simbólico es el primer acto de la precampaña electoral de este año, donde el candidato se presenta como el pacificador de la tierra indómita.
La cosa pinta distinta para ERC y, sobre todo, para el govern. Obedeciendo a la voz de la opinión partidaria de plantar cara con la flexibilidad del junco contra el viento, ERC se ha incorporado a la convocatoria, pese a ser nacida en la burbuja de Twitter. Aunque la portavoz de ERC haya advertido (es una señora que siempre está diciendo a la gente lo que debe hacer) que la manifestación es contra el gobierno y no contra el govern, lo cierto es que será contra un evento en el que el govern actúa como anfitrión del gobierno. Si la izquierda española tiene una salida áspera, la catalana no parece tener ninguna. No se puede estar con el govern y al mismo tiempo contra el govern, no se puede predicar e ir en la procesión. Han llegado al cielo del ridículo.
Que el evento haga realidad el propósito del ministro Bolaños, o no, dependerá de la gente y entidades convocantes. Una reacción de rechazo en masa a la idea del fin del proceso sería transmitida por todas las televisiones en España y Francia. Una manifestación de fuerza probablemente debilitaría las expectativas electorales del PSOE.
Es el mismo lío de la izquierda española; los republicanos deben elegir entre dejar de ser independentistas o dejar de ser de izquierda (española).
(1) https://ctxt.es/es/20230101/Firmas/41812/golpismo-poder-mediatico-ultraderecha-pablo-iglesias.htm
EL MÓN