La independencia, en el limbo

La fundación este fin de semana del Partido Nacionalista de Cataluña es la gota que colma el vaso del desmenuzamiento del espacio soberanista. Y como según su misma líder, Marta Pascal, en el partido conviven los que dicen que quieren la independencia y catalanistas que dice que no, en el supuesto de que entren en el Parlamento, todavía habrá más dificultades -como ocurre con los comunes- para saber cuál es el verdadero peso del independentismo. Hacerlo incontable es otra manera de debilitarlo. Una fragmentación, sin embargo, que todavía puede ser mayor según qué hagan el PDECat, la Crida y JxCat, y además algunos otros aspirantes a comerse las migajas de este lamentable descortezamiento.

si dejamos ahora de lado las dramáticas condiciones impuestas por la represión externa en que se produce todo este troceado, las causas internas son bastante claras. El desvanecimiento de un horizonte cercano al objetivo final, la independencia, ha producido un doble efecto. Unos han optado por chutar la pelota adelante, convirtiendo el ‘ir tirando’ en una retórica de espera indefinida en la esperanza vana de futuras ampliaciones de una hipotética mayoría necesaria. Otros han elegido marear el balón, atrapados en la retórica de una impotente y agónica confrontación con el Estado. En el primer caso, ERC resiste bien la dilación del objetivo final gracias a un liderazgo carismático, una estructura de partido llevada con mano de hierro y la expectativa de, finalmente, presidir el govern de la Generalitat. En el segundo caso, la impotencia en el mundo de JxCat ha derivado en un conjunto de confrontaciones organizativas y personales con liderazgos intermitentes, acompañados tanto de discursos grandilocuentes que apelan a una dignidad sin eficacia como de pobres maniobras de mera supervivencia.

Creo que a estas horas ya podemos tener la certeza de que tan estéril es la vía del diálogo como la de la confrontación, porque en ambos casos les falta lo que es imprescindible para hacerlas operativas: la fuerza. Hace años sostuve que lo peor que le podría pasar al independentismo no sería perder en una derrota democrática, sino quedar atascado en unos limbos políticos (el lugar donde las almas de los justos no bautizados quedan atrapadas para siempre). Es decir, quedar perdido en un no-lugar que no le permitiera ni retroceder al antiguo autonomismo, como le gustaría al PNC, ni tomar tiempo para recuperar el aliento, como quiere ERC, ni avanzar hacia la ruptura, como quiere JxCat. Así lo ha visto Pete Wishart, diputado del Partido Nacional Escocés en el Parlamento británico -y músico de folk y rock-, que acaba de advertir que el nuevo plan para la independencia de su partido también podría llevar Escocia a una situación como la de Cataluña. Es decir, quedar atrapados «en una especie de limbo diabólico».

Que el independentismo no estuviera representado por un solo partido, y por tanto que mostrara diversas sensibilidades políticas e ideológicas, siempre me ha parecido una virtud. Era una vía más complicada que la escocesa o la canadiense, pero más consistente. Esta diversidad pudo conformar el futuro espacio político soberano con partidos nacionales que fueran desde uno liberal hasta otro anticapitalista pasando por uno socialdemócrata y uno de la izquierda estatista. Pero no ha sido así, y aquí todo el mundo ha renunciado a tener perfiles ideológicos claros con el argumento de una transversalidad confusa sometida a la jaculatoria de la unidad.

Hace unas semanas escribía aquí mismo que incluso podría haber sido positivo que el independentismo tuviera más de una estrategia («¿Y si fuera bueno tener dos estrategias?», ARA, 02/06/2020) (1). Pero visto que a medida que se acerca la fecha de las elecciones los movimientos son cada vez más convulsos, debo decir que si dos o tres estrategias no debían ser ningún problema, media docena de ‘estrategias’ retóricas no ofrecen ninguna salida. Ahora mismo, mientras en el espacio político están a degüello todos contra todos, el proyecto independentista ha quedado enrarecido en una especie de sueño letárgico del cual las próximas elecciones muy difícilmente lo podrán despertar.

(1) https://nabarralde.eus/es/y-si-fuera-bueno-tener-dos-estrategias/

ARA