La importancia de las metáforas

Se ha convertido en un lugar común comparar el combate contra el coronavirus con una campaña militar. La escenificación de los jefes militares en rueda de prensa, el despliegue de la UME, el control policial de las salidas de la ciudadanía o incluso los gráficos del virus como un enemigo a eliminar contribuyen a esta metáfora que se convierte en familiar y fácil de asimilar por parte de la ciudadanía. Pero toda metáfora comporta una visión de la realidad, y en este caso, no es precisamente la más adecuada a la situación que vivimos.

Decía Nietzsche que el lenguaje empleado por la Filosofía y la Ciencia tiene un poder cosificador, unívoco y empobrecedor. Un lenguaje que es fácilmente utilizable por el poder, acostumbrado a servirse de estas disciplinas para justificar las injusticias y la opresión. Por eso él prefería el lenguaje de la poesía y del arte en general, más abierto, más libre y enriquecedor de una realidad que vamos creando en la medida que la denominamos en todas sus vertientes. La metáfora es una manera más vívida y humana de hablar de las cosas y Nietzsche se dedicó a escribir de esta manera, con metáforas y analogías que ayudaron a hacer nuestro el mundo, a vivirlo de una manera personal y creativa, libre.

Si bien, esta fuerza de la metáfora, en manos de un poder que pretende marcar un sentido a la realidad, se convierte en una herramienta de control y de creación del mundo. Las metáforas interpretan los hechos en una dirección concreta y nos llevan a entenderlos en el sentido marcado. Las metáforas son bombas de relojería en nuestro pensamiento, entran disimuladamente, sin darnos cuenta de ello y estallan cuando menos lo esperamos, conduciendo la comprensión de las cosas de la manera que los terroristas del pensamiento querían.

Piensen, si desean, en la equiparación de la inmigración con las visitas a casa. Se trata de una comparación que envenena el sentido del concepto de ciudadanía y de derechos humanos y lo equipara con la propiedad inmobiliaria, mucho más física y cercana a nosotros. O la de las cuentas públicas de un Estado con los de una familia para justificar recortes en servicios esenciales en la medida que son imposibles de pagar si no hay suficientes ingresos, como si el dinero fuera un objeto finito imposible de generar o adquirir valor. O, por qué no, la de la defensa ante unos ladrones que quieren entrar a robar a tu casa o con la ocupación de viviendas por parte de colectivos sociales. Son ejemplos de cómo una buena metáfora lleva a una comprensión restringida de de una realidad social y ayuda a imponer una visión política sobre estos hechos.

Algo similar está ocurriendo ahora con la manera como estamos afrontando la crisis sanitaria que padecemos. Se ha hecho popular la metáfora de la guerra contra el virus, como si de un combate armado se tratara, con soldados, armas y organización militar. Se trata de una manera de entender el problema muy cómoda para un poder que no ha dudado en movilizar el ejército y militarizar al funcionariado y que, con esta visión, dispone de un margen de actuación más amplio y cómodo.

 

Pero la metáfora envenena la comprensión y contamina las actuaciones y, de este modo, justifica unas medidas que, desgraciadamente, no se corresponden con una realidad tozuda que tiene poco de militar.

Esta crisis sanitaria tiene causas políticas y sólo la podemos combatir con la combinación de estas dos comprensiones de los hechos. Por un lado, se debe dotar al sistema sanitario de las condiciones materiales y profesionales para hacer frente a una enfermedad que se comporta de una manera claramente previsible y para la que los profesionales sanitarios están bien preparados y, desde esta perspectiva, pueden organizar las actuaciones necesarias si se les facilitan los medios.

Por otra parte, el sistema político debe estar al servicio de una ciudadanía que necesita explicaciones y soluciones y su misión debe ser proporcionar los medios materiales y legales al sistema sanitario para hacer frente a la pandemia. No se pueden admitir en este sentido metáforas militares que llevan a un ejercicio del poder autoritario y poco racional, sino con una comprensión más colaborativa, como de un proyecto colectivo, ayuda mejor a sumar fuerzas y a entender una situación de la que es difícil salir sin cuidado, atención, solidaridad y ayuda mutua.

Más valdría abandonar tentaciones militaristas, que sólo ayudan a tapar la incompetencia y a justificar estados de carencia intolerables para un Estado democrático moderno que debe disponer de un sistema público capaz de hacer frente a situaciones excepcionales, y adoptar modelos de comprensión de la situación más solidarios y compartidos, más adecuadas a una sociedad democrática y dotados de mecanismos de respuesta públicos y de control racional de las decisiones.

RACÓ CATALÀ