Afirmar, sin pestañear, que «en 1476 Fernando el Católico (1452-1516) siendo rey de Navarra, estaba casado en primeras nupcias…», cuando quien en aquel momento en realidad, y únicamente como consorte, lo era su padre Juan II, es un desatino histórico. Fernando el Católico no fue nunca rey de Navarra, ni tuvo derecho a serlo, hasta que conquistó en 1512 el reino manu militari. Y entonces lo fue por «el justo derecho de conquista».
Confundir, sin un ligero temblor en la voz, o en la mano, a Germana de Foix con Catalina de Foix, muestra un desconocimiento total de la historia de nuestro reino. Germana de Foix fue segunda esposa del ya citado Fernando e hija de Juan de Foix y María de Orleáns; Catalina, esa sí, reina de Navarra, estuvo casada con Juan de Albret (o Labrit), era nieta de Leonor de Evreux y Gastón de Foix y bisnieta de Carlos III el Noble; nada tienen que ver ambas.
Convertir en uno solo, el castellano para mayor gloria de Dios y de la patria española, los múltiples romances que se generaron en la península Ibérica: catalán, galaico-portugués, navarro-aragonés y el propio castellano, constituye una apabullante manifestación de ignorancia histórica.
Antes de continuar, he de decir que quien suscribe nunca ha afirmado que Javier desconociera los idiomas romances. El ser euskaldun me da la sensación de que no incapacita para conocer otras lenguas, e incluso hablarlas perfectamente. Seguro que Javier hablaba el romance navarro; y, seguro también, el bearnés. Más tarde, obviamente estudiando en París, el francés. Obligarme a decir que desconocía el único romance posible, según el señor Olaso, el castellano, es un poco forzado, sobre todo dada su proximidad lingüística con el navarro.
Es necesario insistir además que en la época a la que nos estamos refiriendo todavía España no existía como tal. Existía desde muchos siglos atrás la realidad geográfica ibérica, pero no el concepto político de España, aunque en esta época ya comienza a despuntar. Nebrija y su gramática del romance castellano, recordemos aquello de «siempre la lengua fue compañera del imperio», ya citada en mi anterior artículo (Noticias de Gipuzkoa 19/01/2006), constituyen una muestra de ello.
Con todos estos antecedentes la cruda realidad muestra que el señor Olaso no es la persona más adecuada para defender la hipótesis de la «españolidad» de Javier, incluida en la de la «españolidad» de una Navarra conquistada, ocupada y sojuzgada por Castilla.
Otras cuestiones que plantea en su carta tienen aspectos opinables, pero no evidentemente desde sus presupuestos. La inviabilidad de un Estado navarro (Euskal Herria) en la actual Europa y en el mundo basada en presupuestos económicos obsoletos y discutibles, pertenecientes a la también obsoleta sociedad industrial, como son los aspectos relacionados con el sector del automóvil, es algo desfasado. La dura competencia en este campo de los países orientales que afecta tan gravemente a dicho sector en Estados Unidos no creo que vaya a poner en peligro la viabilidad política de dicha nación. ¿O sí, señor Olaso?
Hablar de dependencia energética está muy bien, pero hablar sólo de la misma con relación a lo que don Ángel denomina como «el resto de España» es un disparate. Piense en los recientes problemas entre Ucrania y Rusia, piense en Argelia, piense en los países productores de gas y petróleo en general, y ¡abra la mente!, no se deje cegar por ese nacionalismo estrecho y pacato que no ve más allá de Gibraltar y los Pirineos y que incluso excluye a Portugal. Por favor, ¡viaje!, ¡lea!, ¡entérese de por donde va el mundo de hoy!, ¡infórmese de qué es la globalización!, ¡dése cuenta de que nos afecta a todos!
El mundo actual ha vuelto la espalda, parece que definitivamente por ahora al menos, a la autarquía y al aislamiento económico, social y cultural. Las naciones y los estados siguen existiendo y son, estos últimos sobre todo, elementos fundamentales en la regulación de los nuevos problemas generados por la globalización, como son la canalización de inversiones, la educación y formación en general, el control y gestión de los flujos migratorios… Y muchos otros, pero con una visión completamente diferente a la heredada de épocas anteriores. Estamos en la época de Google y de las transacciones electrónicas, en una época cuyo centro neurálgico es el conocimiento y no la producción.
También es bueno recordar que muchos aspiramos a una sociedad libre y democrática, políticamente independiente y con Estado propio por lo tanto, en la que espero no tengan cabida los banderizos de uno u otro signo. Ni Beaumont ni Agramont, ni Oñaz ni Gamboa. Simplemente, ciudadanos navarros.