Unamuno glosó sus hazañas llamándolo “caballero Bayardo”: creía que los usos tradicionales eran más justos con las gentes “de alpargata” e hizo morder el polvo a los liberales. Ha estado casi olvidado 150 años
Ilustración de Juan Alaminos que recrea el momento en el que la bala perdida de artillería explota en el corro de Ollo (que murió en el acto) y Radica (que murió al día siguiente). Diario de Noticias
“Es más valiente que Radica”, se solía decir cuando se quería señalar a alguien con un valor extraordinario, inigualable, porque “el albañil de Tafalla”, como era conocido, mantuvo en el campo de batalla una valentía y audacia que, rayando en la temeridad, era reconocida hasta por sus propios enemigos.
Nacido el 9 de noviembre de 1825 casualmente en Pamplona, Teodoro Rada Berruezo se casó con una joven de Viana en su Tafalla familiar, donde tuvo una hija –Salustiana– que murió sin cumplir los seis años. Y allí, en la ciudad del Cidacos, ejerció como “maestro de obras”, mejorando considerablemente la comunicación vial dentro y fuera del núcleo urbano.
De acuerdo con sus indicaciones, se construyó el puente de Cuatropea para salvar el desmonte abierto al tender la nueva carretera de Larraga; también el aún existente pasadizo entre la Plaza Nueva y la calle Mayor, así como la pavimentación de los accesos a la estación de tren, recientemente inaugurada.
Radica, en una de las pocas fotos que se conservan con uniforme carlista. Diario de Noticias
Pero lo que realmente dio nombre a Radica fue su participación en las insurrecciones carlistas del siglo XIX, aunque sería la última y más importante de todas la que le haría entrar con letras de oro en las páginas de la leyenda. Rada había participado en la primera (1833-1839) como cadete; después se sublevó con Lucas Zabaleta en los años 40, intervino en las conspiraciones de 1855 y 1860, igual que en las intentonas de 1868 y 1870, para asumir el mayor de los protagonismos a partir de 1872, siendo comparado con Zumalacárregui.
Radica, como la mayor parte de los habitantes de Tafalla, comulgaba con el carlismo frente a la minoría de potentados que dominaban el Ayuntamiento gracias al voto censitario, que reservaba el voto a quienes tuvieran suficiente patrimonio, excluyendo así de la participación política al resto de la población, los “de alpargata” como se decía entonces.
Eran gentes que, como Radica, defendían las “viejas” costumbres y libertades, las tierras, molinos y carnicerías comunales, se oponían a las quintas y defendían la cultura local y la religión; en definitiva, el tradicional sistema de unos fueros y creencias consideradas por el liberalismo la mayor traba al progreso y el desarrollo. Por eso a nadie le sorprendió que, cuando la Revolución Gloriosa instauró el sufragio universal masculino en 1868, la totalidad de los concejales cayeran en manos carlistas, como ocurrió de forma abrumadora en Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, repitiéndose los mismos resultados en las elecciones a Cortes.
Guerra a los «peseteros»
Ante tal panorama, se enviaron columnas del Ejército para “meter en cintura” al nuevo poder municipal. El comandante Lagunero se encargó de la zona entre Tafalla y Puente la Reina, acudiendo a darles “un pequeño escarmiento”, según sus propias palabras, cuando a finales de abril de 1869 los carlistas tafalleses se enfrentaron a los “peseteros”, como eran conocidos los miembros de la milicia nacional. La actuación de Lagunero en Tafalla dejó media docena de muertos y más de cuarenta encarcelados. Radica fue acusado de instigar los incidentes y fue buscado por la justicia militar, pero ya se había unido a la nueva y gran insurrección en marcha.
Tras cruzar la frontera con Nicolás Ollo en diciembre de 1872, con base en la Valdorba, se paseó durante la última guerra carlista por la Cuenca de Pamplona y el valle de Aranguren, ocupando Noáin, Monreal y Echauri, esquivando siempre las columnas que se enviaban en su busca. Hasta se atrevió a realizar una incursión por la Ribera, entrando, a su paso, en Olite, San Martín de Unx, Ujué, Santacara, Villafranca, Carcastillo, Milagro y Caparroso. Por su intervención, al frente del Segundo Batallón de Navarra, famoso por sus cargas a la bayoneta, se decidieron batallas tan importantes como las de Erául, Udabe, Monreal, Estella, Dicastillo, Montejurra, Portugalete o Somorrostro, haciendo “morder el polvo” a generales profesionales, como Nouvilas, Moriones o el propio presidente Serrano, que no pudieron con él pese a su mayor superioridad militar.
Enviado en febrero de 1874 a completar el sitio a Bilbao, Radica, igual que Zumalacárregui, se opuso a continuar el asedio y seguir bombardeando la capital vizcaína. Y fue allí, sitiando Bilbao, donde una bala perdida, en este caso de artillería, acabó con la vida de este importante general carlista, cuya muerte, como la del mítico general de Ormaiztegui en circunstancias muy similares, supuso un duro golpe para las armas de Don Carlos. Ocurrió el 29 de marzo de 1874, durante una tregua en plena batalla de Somorrostro, cuando conversaba distendidamente con su compañero Nicolás Ollo y otros mandos carlistas. Junto a ellos estalló un proyectil provocándoles heridas de extrema gravedad. Ollo murió ese mismo día y Radica el 30.
En el lecho de muerte, fue condecorado como “mariscal de campo”, general de generales, máximo rango dentro de los ejércitos. Fue enterrado en Santurce, pero, con la victoria liberal, desaparecieron las marcas y la cruz que señalaban su tumba. El enterramiento solo se pudo localizar con ayuda de antiguos combatientes cuando en 1912 se pensó trasladar su cuerpo, como se había hecho con Ollo, al Panteón de los Generales de Estella, donde cuatro leones con los escudos de Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava “protegen” a los más renombrados mandos del carlismo.
La clausura años después del antiguo cementerio de Santurce y la construcción del nuevo hizo que desapareciera para siempre la caja de zinc donde se habían depositado sus restos. Así permaneció, prácticamente olvidado, hasta que a comienzos de 2024 un grupo de tafalleses, en el 150 aniversario de su muerte, decidió recuperar su figura y rendirle un homenaje con la ayuda de la sociedad Altaffaylla y del Ayuntamiento. Gracias a esta iniciativa, Radica, el albañil de Tafalla, el caballero Bayardo sin miedo y sin tacha, como le llamó Unamuno, tiene, a partir del año que comienza, un monolito y una biografía que le inmortalizan por haber llevado sus hombres a la victoria con un valor y audacia dignos de recuerdo.
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