Arabia Saudí ha optado tradicionalmente por un enfoque calculado de no confrontación para contrarrestar la supremacía de Irán como potencia regional clave. Sin embargo, paralelamente a este enfoque más sosegado ha puesto en marcha lo que un observador saudí ha descrito como «una guerra oculta» contra Irán destinada a influir en el proceso de alianzas de la región. En particular, una campaña de retórica agresiva ha emergido en medios de prensa financiados por capital saudí que pinta a Irán como el torbellino de Oriente Próximo, la gran amenaza para la estabilidad regional, y un agente del caos en muchos países árabes, entre ellos Iraq y Yemen.
En su escrito publicado en el diario londinense Al-Hayat del miércoles pasado, el comentarista árabe Abdallah Nasser Al-Otaibi advertía a los lectores sobre «un esquema iraní para dominar la región». «Hubo un esquema de 50 años marcado por Jomeini para controlar Oriente Próximo. Han pasado ya 20 años”, escribía Al-Otaibi. Pero sus palabras no terminaban allí. Pasaba a sugerir a los regímenes árabes “que apoyen al movimiento separatista suní de Irán, Al-Ahwaz, en el oeste, o el baluchi en el este”. «Para hacer frente a la marea de Irán es necesario diseñar un plan a 50 años para una revolución suní», escribía.
Abdel-Rahman Al-Rashed, veterano comentarista del diario Asharq al-Awsat, escribió que en el centro de las políticas regionales de Teherán está «usar y financiar a Al-Qaeda, a grupos extremistas shiíes de Iraq, y a los Houthis en Yemen». Un tercer comentarista, Ghassan Sharbel, advirtió en contra de la emergente alianza de Irán y Turquía. Pidió a los regímenes árabes que hagan frente a los intentos de Irán de crear un nuevo orden regional, incorporando a Siria al campo árabe para aislar a Irán.
Estos escritos reflejan la narrativa dominante de lo que ha dado en conocerse como el «eje de los moderados» en la prensa progubernamental financiada por Arabia Saudí. El factor unificador aquí es la utilización del sectarismo como modo de interpretar y comprender los acontecimientos en Oriente Próximo. La cobertura mediática de la rivalidad irano-saudí tiende presentar a bombo y platillo los sentimientos sectarios, pintando tanto la política iraní como la saudí como inspiradas por motivaciones puramente confesionales. Sin embargo, una revisión más cercana de lo que inicialmente aparece como un conflicto que refleja una brecha entre suníes y shiíes permite ver en realidad un patrón de creación de alianzas por motivos de naturaleza distintos de los sectarios. Así, el confesionalismo está siendo utilizado como una herramienta para alcanzar fines políticos de dominación regional.
Un académico iraní describía este enfoque como «una estrategia de alto riesgo» de consecuencias desastrosas que podría estallar en muchos lugares de Oriente Próximo, incluso en la propia Arabia Saudí. En esta estrategia, sostiene Masud Asadollahi, académico establecido en Beirut, Irán —y no Israel— es el principal enemigo de los árabes. Para construir esa percepción, continúa, es necesario movilizar a la población a lo largo de líneas sectarias que finalmente conducirán a la lucha confesional, enfrentando a suníes contra shiíes. «La preocupación excesiva por ‘la amenaza shií’ contra los árabes únicamente está diseñada para desviar la atención de las atrocidades de Israel en un momento en el que Israel cuenta con el gobierno más racista y fascista».
El académico saudí Fuad Ibrahim, quien ha escrito extensamente sobre las relaciones entre suníes y shiíes, está de acuerdo. «A medida que Israel se convierte en miembro del bloque moderado, debe ser Irán, el núcleo del mal, el que amenaza la estabilidad y la paz en la región», dijo.
Los israelíes no ocultan sus esfuerzos para exacerbar las tensiones sectarias en su propio beneficio. El escritor israelí Akiva Eldar escribió en Haaretz el pasado julio sobre la forma en que «la amenaza iraní» empujaría a los árabes a la normalización con Israel. «La interpretación original de los dirigentes árabes sobre su iniciativa fue que la normalización esperaría a que Israel se retirase de los territorios», escribió Eldar. «Las cosas han cambiado cuando han cambiado las prioridades: la común amenaza iraní se ha puesto a la misma altura que el común enemigo israelí”.
Los esfuerzos para demonizar y así aislar a Irán y su eje no son nuevos. Un artículo de la revista Time titulado «La lucha para aislar a Irán», del 6 de febrero de 2007, puso de manifiesto que la Administración Bush, con la ayuda de un eje de los Estados árabes moderados, trató de formar un frente unido contra Irán. Time reveló entonces que, «la Administración está buscando un nuevo frente unido entre los responsables de los regímenes árabes (aliados) e Israel para ayudar a la lucha contra el campo extremista de Hezbolá y Hamas». Según Time, en esta narrativa Irán se presenta como una amenaza regional de gran envergadura y un agente de caos en Iraq. Acontecimientos como la guerra de julio de 2006 contra Líbano, la agresión israelí en Gaza, las ambiciones nucleares de Irán y, más importante, en Iraq, han exacerbado las tensiones.
Otra táctica para contener a Irán es la creación de fisuras a lo largo de líneas sectarias. La última ronda de enfrentamientos en Yemen —la sexta desde que surgieron los problemas por primera vez en 2004— es un ejemplo de esta política. Uniéndose al coro de los regímenes árabes que despiertan temores y sospechas sobre las políticas de Teherán en la región, el presidente de Yemen, Ali Abdallah Saleh denunció que Irán estaba usando su país como frente para ajustar cuentas con los saudíes. Acusar a los rebeldes huzíes de ser títeres iraníes ha sido una manera conveniente de despojar de legitimidad su causa.
De hecho, la presentación del conflicto en términos sectarios ha sido el modo preferido tanto en la prensa saudí como en la progubernamental. Un observador saudí ha referido cómo Riad ha alentado a los jeques salafíes para que propaguen la doctrina wahabí entre los zayidi, que son shiíes. Instan a los salafíes del Yemen a participar en operaciones militares contra los seguidores de Huzi. Un seguidor de Huzi radicado en Adén ha revelado que los ulemas salafíes tanto en Yemen como en Arabia Saudí han estado profundamente implicados en la exacerbación del conflicto mediante la emisión de fatuas que condenan a los seguidores de Huzi y piden a sus seguidores que se unan en la guerra contra ellos. Esto podría explicar la bilis sectaria dirigida regularmente contra los seguidores de Huzi por clérigos suníes próximos a Arabia Saudí. Asimismo, los medios de comunicación controlados por Arabia Saudí pintan el conflicto con criterios meramente confesionales, enfrentando a los rebeldes shiíes respaldados por Irán contra el Estado suní apoyado por Arabia Saudí.
La problemática relación entre Irán y Arabia Saudí sigue siendo el meollo de la cuestión. Se ha caracterizado por ser un conflicto latente que emerge de vez en cuando a la superficie de las páginas y las pantallas de los medios de comunicación financiados tanto por Arabia Saudí como por Irán. Por ejemplo, cuando los estudiantes iraníes se manifestaron frente a la embajada saudí en Teherán para protestar contra la intervención saudí contra los huzíes, los saudíes se mantuvieron en silencio. Cuando el ayatolá Ali Jamenei y el Presidente Ahmadineyad hicieron declaraciones acerca de lo que refirieron como «trato inmoral e inhumano a los peregrinos iraníes por parte de las autoridades saudíes», los saudíes, enfadados por las declaraciones, respondieron con un doble mensaje: sugerir a Irán que no politice el hajj y, al mismo tiempo, advertirle de que se enfrentaría a cualquier intento de interrumpir el ritual sagrado.
Teherán se movió rápidamente para reducir la tensión. Por ello envió al Ministro de Relaciones Exteriores, Manuchehr Mottaki, a Riad el miércoles, para aclarar el «malentendido» provocado por las declaraciones de Ahmadineyad. La década de 1980 fue testigo de desagradables episodios de enfrentamientos entre las autoridades saudíes y peregrinos iraníes que utilizaban el hajj como lugar para protestar contra EEUU e Israel.
Hay cuatro factores que definen las relaciones irano-saudíes: la seguridad del Golfo; las ambiciones nucleares de Irán; Iraq; y el más importante, el factor estadounidense de la relación. Aunque el aspecto confesional es uno entre muchos otros componentes que definen la relación, los medios de comunicación enfatizan el factor sectario como si fuese el único que explica la rivalidad.
Muchos observadores creen que el resultado del conflicto latente irano-saudí es probable que desempeñe un papel fundamental en la configuración del futuro mapa de alianzas en Oriente Próximo. Es poco probable que ambos países participen en una confrontación abierta, pero el conflicto probablemente continuará y se manifestará en diferentes formas. Arabia Saudí quiere limitar la influencia de Irán en la región sabiendo que tal influencia no puede ser ignorada o borrada.
Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/2009/971/re4.htm