El historiador Christopher Clark analiza la culminación de las insurrecciones liberales en Europa con la ‘primavera revolucionaria’ de 1848
Waterloo no arruinó el legado de Napoleón. La derrota del Emperador en su empeño de acabar con principitos y reyezuelos devolvió a Europa a manos del absolutismo, pero las semillas del liberalismo ilustrado y la soberanía de la Nación no pudieron ser arrancadas de cuajo por Metternich y sus patronos coronados. Cuando en 1823 el funesto Fernando VII requirió la presencia en España de tropas francesas para acabar con el Trienio Liberal surgido del pronunciamiento de Riego, el monarca recuperó sus vetustos privilegios, pero su tiempo estaba tocado de muerte. Eso sí, “el Deseado”, que accedió al trono gracias a la guerra contra el francés –crisol del nacionalismo español– no tuvo el menor escrúpulo en recurrir a realistas galos para luchar contra su propio pueblo.
El caso es que la legitimidad del antiguo régimen, del Estado considerado como una finca propiedad de la Corona, se deshizo en polvo en el período de la Primavera revolucionaria de 1848-1849 al que Christopher Clark dedica este libro extraordinario, un ensayo erudito que posee una lectura de una sencillez total, en la tradición de los grandes historiadores anglosajones. Clark, profesor en Cambridge y una celebridad en su ámbito, es también autor, entre otros, del monumental Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914, que analiza los perversos mecanismos diplomáticos que condujeron a aquella tragedia y se ha convertido en uno de los libros de historia más importantes de este siglo.
En esta ocasión su investigación se centra en el estallido de disturbios paralelos que se extendió como la pólvora, de Suiza a España y Portugal, Valaquia, Moldavia, Noruega, Dinamarca, Palermo, y que representó el cierre del ciclo de revoluciones liberales burguesas que había sacudido a Europa desde la Revolución Francesa: una auténtica Primavera de los Pueblos que fue la única revolución auténticamente europea que ha habido jamás y que recorrió el continente como un fuego abrasador.
En aquellos días Metternich tuvo que huir de Viena, el ejército prusiano fue retirado de Berlín y se otorgaron Constituciones de norte a sur mientras el nacionalismo de raíz romántica enardecía aún más los ánimos de los manifestantes y la revolución pasaba a formar parte del relato fundacional de los diversos Estados. De hecho, aunque las convulsiones revolucionarias se vivieron en su día como un fenómeno europeo, se nacionalizaron retrospectivamente y hoy constituyen el sustrato histórico que fundamenta la historia constitucional de cada país.
Clark revisa exhaustivamente cada una de esas historias nacionales recurriendo a fuentes primarias y a la más reciente historiografía. Para el lector español resulta muy de agradecer la atención prestada a nuestro país y su inserción sin matices en las corrientes generales del liberalismo europeo desde 1812. Tal y como el autor recuerda, el término ‘liberal’ es de origen español y aunque el 48 español fue duramente reprimido, triunfó en los levantamientos progresistas de 1854 y en la Revolución Gloriosa.
Por otro lado, Clarck relata con prosa ágil los elementos sociales y culturales de aquel momento. Su descripción de la situación de los trabajadores, los pobres y los indigentes es digna de Dickens o del propio Marx y todo lo relativo a la situación de las mujeres, explotadas por “un poder monstruoso, una especie de ley divina que se mantiene impotente y severa en su antiguo pedestal”, ilustra el origen y desarrollo de los movimientos feministas posteriores.
Clark analiza los hechos y, convencido de la función pedagógica de la historia, intuye enseñanzas para nuestro presente. Aunque, como él mismo apunta, “no decimos de una tormenta marina, una llamarada solar o dieciséis días de fuertes nevadas que hayan ‘triunfado’ o ‘fracasado’, nos limitamos a medir sus efectos”. Es lo que pretende esta obra brillante y fundamental.
Christopher Clark
Primavera revolucionaria
Traducción de E. Rodríguez.
Galaxia Gutenberg. 984 páginas. 41,80 euros
LA VANGUARDIA