La fortaleza española de Iruñea

El pasado jueves, 7 de febrero de 2008, aparecía en cartas al director del Diario de Noticias un artículo titulado A por ellos, escrito por Miguel Iturralde Goñi. En dicho escrito, el señor Iturralde nos habla del lamentable estado de la Ciudadela de Pamplona, debido, como bien nos dice, a una vegetación incontrolada e invasiva.

Al miembro de la asociación de vecinos del Ensanche no le falta razón, aunque su comienzo del escrito no es el más correcto. Es cierto que las tropas francesas de Napoleón ocuparon la ciudadela de Pamplona, donde estaba una guarnición de tropas españolas, que no navarras, simulando una batalla de bolas de nieve.

Los navarros habían acogido con sus mejores cuidados a las tropas francesas, aproximadamente un año antes, cuando cruzaron la frontera y se instalaron en la Colegiata de Orreaga. El 9 de febrero de 1808, las tropas napoleónicas entraron triunfales y en formación en la ciudad de Iruñea, ante el estupor de los hijos de esa ciudad.

Las tropas españolas se encontraban encerradas en la Ciudadela, sin ninguna intención de combatir, ya que los franceses entraron a la Península por el reino de Navarra, en virtud de un compromiso entre Napoleón y el ministro español Godoy. En dicho compromiso, los franceses atravesarían Navarra y después España para invadir Portugal.

El día 16 de febrero de 1808 las tropas napoleónicas, que solían acudir a la Ciudadela a por raciones de pan, mediante una falsa batalla de bolas de nieve, se hicieron con el control de la Ciudadela. Rápidamente el virrey y el Consejo Real fueron informados de este acto, al igual que la población navarra, tratándose de justificar y calmar a los navarros.

Los sucesos posteriores del 2 de mayo madrileño y de otros lugares no suscitaron ninguna reacción en los navarros. Esta pasividad se tachó de cobardía desde Aragón. Habría que esperar hasta septiembre de 1809, cuando se produzcan actos hostiles contra los franceses en territorio navarro. Casualmente un guerrillero que con anterioridad había ayudado a las tropas francesas, Espoz y Mina.

Para concluir hay que saber que fue un rey español, Felipe II, el promotor de la construcción de esta fortaleza. Fue en el año 1571 concretamente, y con ella se trataba de sustituir al anticuado, para la época, castillo del católico Fernando II de Aragón, regente de Castilla, llamado El Falsario por los navarros.

El emplazamiento elegido como más idóneo fue a cierta distancia de la ciudad en su extremo suroccidental. Idóneo para vigilar a los navarros, presos en su ciudad, y a la vez protegerse de los mismos, ante una posible insurrección por la posible vuelta de tropas navarras, encabezadas por la legítima reina, Juana III de Albret o su hijo, el futuro Enrique III de Navarra, a los que los españoles llamaban, claro está, franceses.

Iruñea, Febrero de 2008