Crónica de la conferencia del consejero Francesc Homs y Melcior Comes sobre ‘Joanot Martorell y la erótica del poder’ en el Born
La independencia «low-cost» no existe. Hacer esto que queremos hacer con unos vecinos como España y Francia no sale gratis. Hay que saberlo. Estos dos tienen muy mal talante. Ya lo han demostrado. ‘¿Cómo se llega de Joanot Martorell a esta formulación? Ahora os lo explicaré. La frase es del consejero de la Presidencia y portavoz del gobierno, Francesc Homs, que ayer se prestó a hablar de la erótica del poder a partir de la figura y la obra de Joanot Martorell. Antes, el escritor Melcior Comes había trazado una reflexión brillante partiendo del concepto de poder en la transición de la edad media al renacimiento, con el ‘Tirant lo Blanc’ de telón de fondo. Ayer, en el Born, Comes puso la mesa y Homs no dejó ni las migajas.
Era la tercera sesión del ciclo ‘Momentos estelares de la lucha por la libertad’, dirigido por Enric Vila, que invitó a los conferenciantes a hablar de Martorell, el ‘Tirant’, la literatura, el poder, la política, Maquiavelo y , sobre todo, la libertad. Con este encargo, Comes abrió fuego: hablaría de la mejor novela europea del siglo XV. Demasiado a menudo hay algo misterioso en los catalanes que nos impide aceptar los grandes éxitos de nuestra historia. El joven escritor recordó que Cervantes, en el Quijote, habla de ‘Tirant lo Blanc’ y dice que es la mejor obra que conoce. Complejos atávicos a parte, Comes trató de explicar por qué nos interesa tanto el poder. El poder atrae porque concentra la mirada de todos. Por el reconocimiento. Es un espacio donde la mirada se recrea. Y permite hacer historia. Por lo tanto, permite encontrar el reconocimiento de los contemporáneos, pero también el de los que vendrán.
En un discurso bien ligado y muy sugerente, Comes nos invitó a pasear por el pensamiento de Thomas Jefferson y la virtud en democracia, Abraham Maslow y la pirámide de las necesidades humanas, Thomas Hobbes y la definición del poder, Josep Pla y la crisis de la autoridad, Roger de Flor y la Gran Compañía Catalana, Ramon Llull y el código de la moral del caballero, Montesquieu y la configuración geográfica de Europa, Bernat Metge y el hombre responsable de sus actos… Y, claro, Maquiavelo y los valores necesarios para construir el poder y gobernar. En suma, una ráfaga desbordante de propuestas para pensar horas y horas sin cansarse.
‘Ahora más que nunca, la política catalana es una gran novela en marcha’, remataba Comes poco antes de dejar paso al conseller. El escritor de la Pobla había planteado una lección extraída del ‘Tirant’ para quien quisiera tomar el testigo: ‘Podemos hacer las cosas muy bien hechas pero terminar de mala manera’. La obra de Martorell, según Comes, tiene este doble sentido -pragmático y trágico a la vez- que tanto se corresponde con el carácter de los catalanes.
Homs asumió la lección. Pero para decir que no la compartía. ‘Si acabas mal, es que no has hecho las cosas bien hechas. No comparto esta visión fatalista o determinista de la vida’. El conseller llegó al Born remangado y con ganas de hablar claro: ‘No hay libertad sin poder. Sin poder político, no habrá independencia. Y sin independencia, no podemos garantizar la continuidad de Cataluña como proyecto colectivo’. Reconoció que había más teorías, pero las despachó rápidamente. La teoría ‘de la resignación’, según la cual no debemos querer más poder porque es malo por naturaleza. La teoría ‘clásica’, según la cual el debate izquierda-derecha es lo que garantiza la viabilidad de Cataluña. Y la teoría del ‘todo a la vez’, que pretende mezclar todas las luchas en un mismo instante.
Ahora no haremos la guerra y la revolución a la vez. Ya sabemos cómo ha ido la historia cuando se ha querido hacer esto. Si se quieren hacer al mismo tiempo, no haremos ni lo uno ni lo otro’. Contundente. Un tono de voz más alto que hasta entonces. No se puede ganar la guerra y hacer la revolución conjuntamente, dice el hombre del presidente. ‘Soy partidario de un poder político fuerte que permita la independencia. Todo lo demás son maneras de perder el tiempo’, dijo tras advertir que tenía una voluntad evidente de provocación. Pero la provocación de Homs no se acabó aquí. Estaba claro que hablar de la erótica del poder le motivaba. Y soltó cinco breves reflexiones críticas sobre la aproximación de los catalanes al poder. El director del templo que nos acogía, Quim Torra, que había seguido la conferencia de principio a fin, luego me confesó su título alternativo: ‘El poder, según Homs’. Se lo compré. El conseller acababa de hacer una especie de resumen de un tratado sobre la relación de los catalanes con el poder. Vean qué dijo:
Primero. Tenemos una aversión estúpida a la liturgia del poder -lo que algunos llaman ‘protocolo’-. Lo rechazamos porque no tenemos tradición. Aquí no se respeta la liturgia del poder. La anécdota del jefe de gobierno de Andorra hace varios años que fue a la ONU por primera vez. Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto, en Nueva York, en el momento de poner el primer pie fuera del avión, se encontró con unos hombres robustos que le invitaban a acompañarlos. Él se pensó que se habían confundido, que le habían tomado por alguien que no era. Le hicieron bajar a la pista y lo encaramaron en un coche oficial con tres policías motorizados abriendo paso a la comitiva. Cuando preguntó que pasaba, le explicaron que era un jefe de Estado y que sería tratado como jefe de Estado. Lo llevaron hasta la sede de las Naciones Unidas. ‘Deberíamos entender el sentido simbólico de estas expresiones de poder’, pedía el consejero. ‘Como hasta ahora el poder se nos ha impuesto, hemos interiorizado que la expresión del poder era mala’.
Segundo. Nos hemos aficionado a exigir una transparencia banal. Pedimos transparencia en pequeñas cosas que sólo sirven para alimentar el chisme. ‘¿Qué importa saber si la Generalitat tiene veintidós cinco coches oficiales o cincuenta?’ Homs dejó claro que estaba muy de acuerdo con la necesidad de transparencia real. Sobre las decisiones que se toman y que pueden tener consecuencias reales. Pero la transparencia banal no hace más sino imposibilitar el ejercicio normal del poder. ‘Haría falta más exigencia de meritocracia en la política y menos obsesión por la transparencia banal’. ¿Por qué la meritocracia está tan poco presente en el debate político actual? ¿Por qué todo el mundo prefiere hablar de la transparencia?
Tercero. ‘Los catalanes tenemos una extraña veneración por el poder español’. La tercera reflexión de Homs denunciaba una especie de temblor de piernas que nos coge a los catalanes cuando nos encontramos ante los tentáculos y las expresiones de poder de España. ‘¡Si fueran tan buenos, nosotros ya no existiríamos!’, Decía el conseller. ‘¿Es fascinación? ¿Miedo? He visto carreras que producen mucha angustia cuando hay visitas de según quien en Cataluña’. Entonces, ¿cómo hay que reaccionar?’ Tampoco hace falta aquella reacción tan propia de otros catalanes que es el ‘pecho-y-cojones’. No nos sirve de nada la actitud ‘tamborilero del Bruc’. No podemos combatirlos con sus armas. Debemos luchar en aquellos terrenos donde podamos ganar. Allí donde somos más hábiles. En España saben mandar. Nosotros somos más contemporizadores. En la cultura española de raíz castellana, el pacto es visto como una rendición. Nosotros tenemos que llevar el juego allí donde podamos ganar’.
Cuarto. No tenemos sentido de la jerarquía. ‘Lo ponemos todo al mismo nivel. Y tener sentido de Estado es saber priorizar. Establecer una jerarquía’. Mezclamos las cosas y queremos hacerlas todas a la vez. ¿Hablaba del 27-S el consejero? ¿De la hoja de ruta? ¿De la candidatura unitaria? Hay que priorizar, decía. En las paredes del Born resonaba la frase pronunciada unos minutos antes: ‘Sin independencia, no podemos garantizar la continuidad de Cataluña como proyecto colectivo’. El conseller recordaba ahora la respuesta del obispo Antoni Deig cuando de joven le explicó que sería objetor de conciencia al servicio militar. ‘Es un error porque no tendrás formación militar ni sentido de la jerarquía’. Homs lo recordaba con humor: ‘Hay que hacer caso a alguien que pertenece a una institución que ha durado más de dos mil años. Algo tendrá’.
Quinto. Las cosas no se consiguen por haberlas deseado mucho. ‘No se puede ganar sólo con la convicción. Es necesaria, pero no suficiente. Hace falta poder. Y el poder no tiene mucho épica. El poder es muy frío’. En este último punto del breve tratado, Homs advertía con crudeza que no se ganaría sólo con manifestaciones alegres. Que son importantes, pero que hay que incorporar la lógica del poder. Y se mostraba satisfecho porque el independentismo había aprendido que había que tener poder para tener opciones de ganar. ‘Hemos ido aprendiendo mucho, pero todavía nos queda mucho camino por recorrer’.
Después fue el turno del coloquio y las preguntas. Un hombre que había leído ‘Masa y poder’ de Elias Canetti preguntó cómo se tenía que hacer para que las masas teledirigidas no pusieran en peligro el proceso. Otro señor exigió que los partidos se pusieran de acuerdo para el 27-S. Y una mujer preguntó si tendríamos sentido de Estado en el momento decisivo. Homs le respondió que tenía un problema con la pregunta: no creía que hubiera un solo momento decisivo. Para el consejero, el proceso es una serie de momentos decisivos articulados. Todos los momentos son decisivos y exigen sentido de Estado. Que la clave era saber que si teníamos más disposición a asumir costes, el tiempo del proceso se podía acortar. Y que si había menos disposición al riesgo, el proceso se dilataría. ‘No nos podemos hacer trampas al solitario. Esto que haremos tiene unos costes y debemos estar dispuestos a asumirlos’. Es lo que hemos dicho al principio: ‘La independencia «low-cost» no existe’.
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