En cuanto a la energía se refiere, diríamos que la fiscalidad sostenible pretende internalizar algunos de los costes originados por determinados procesos o acciones que dañan el medio social, el medio económico y el medio ambiente y, a su vez, incentivar el uso de tecnologías más benignas. También debe impulsar la adopción de una conducta que sea respetuosa con las tres dimensiones de la sostenibilidad por medio del diseño y la innovación. En gran medida, la aplicación de estos instrumentos fiscales debe favorecer la transición eficaz y eficiente a un modelo energético que sea sostenible.
Hoy en día, la fiscalidad sostenible está alcanzando un alto puesto en la agenda de la UE y de sus Estados miembros. Con el tiempo se espera que surja una gran variedad de instrumentos fiscales que se utilizarán para internalizar plenamente los costes externos asociados a las diferentes formas de energía, que implicará a todos los stakeholders o actores implicados, y se reflejarán plenamente en el mercado.
La cuestión del cambio climático, debido a la aceleración del mismo, está impulsando la utilización de la fiscalidad sostenible en muchos países europeos como el Reino Unido, donde el propio Ministerio del Tesoro o de Hacienda considera que será un área clave de gran desarrollo con respecto al futuro. Lo mismo se podría aplicar en la lucha contra la pobreza y las desigualdades.
La fiscalidad sostenible, según los diferentes países, es muy diversa. De hecho, puede adquirir una gran variedad de formas y mientras en algunos países es muy profusa y abundante, como en en los países nórdicos, en otros países, como en los del sur de Europa, escasea. En términos generales, la fiscalidad sostenible incluye tasas, impuestos, regulaciones sancionables, obligaciones impositivas, compromisos de actuación e incluso, regímenes especiales de comercio.
Algunos instrumentos, tales como el Régimen de Comercio de Emisiones —‘EU Emissions Trading Scheme’— y la Directiva sobre grandes instalaciones de combustión, tienen un potencial enorme debido a la capacidad —en teoría pero no en la práctica pues se regalan derechos de emisión de manera abusiva— que tiene este comercio de emisiones de cambiar la naturaleza de la industria eléctrica.
De cualquier modo, siempre que ello resulta posible, los diferentes gobiernos suelen tratar de favorecer instrumentos basados en el mercado, tales como los relativos al comercio de emisiones, ya que estos son compatibles con los mercados liberalizados y, además, en teoría, deberían permitir alcanzar los objetivos de sostenibilidad a un coste inferior al reglamento o al de los impuestos directos.
Estos instrumentos fiscales y económicos relativos a la fiscalidad sostenible permiten abordar cuestiones concretas de manera que impacten sobre las distintas tecnologías de generación. El problema es que, en un gran número de países desarrollados, hasta ahora se han solido frenar u omitir acciones en favor de la aplicación de la fiscalidad sostenible.
Generalmente, han sido los diferentes lobbies de las energías convencionales los que han presionado a las administraciones para que las energías renovables no avancen todo lo que podrían hacer. Lo mismo está pasando con el despliegue del coche eléctrico.
Las emisiones de dióxido de carbono que tanto afectan al calentamiento global y las emisiones de azufre y óxidos de nitrógeno son un problema para el sector de la energía. La fiscalidad sostenible se ocupa también de que las empresas contaminantes inviertan en reducir sus emisiones de GEIs. Ya que la aplicación de la fiscalidad sostenible hará que aumente progresivamente el coste de generación eléctrica basada en los combustibles fósiles.
Poco a poco, a pesar de las fuertes presiones que siempre han hecho para retrasar plazos de aplicación o para que no se haga nada, muchas empresas europeas del sector de la energía van siendo cada vez más conscientes de que la fiscalidad sostenible producirá una mayor igualdad de condiciones en el uso de todas las tecnologías y favorecerá el las empresas energéticas apuesten por la sostenibilidad.
De igual modo, tanto las ganancias como los daños que las diferentes tecnologías ocasionan a la sociedad, a la economía y al medio ambiente serán más transparentes. La fiscalidad sostenible es una herramienta imprescindible para efectuar la transición al nuevo paradigma energético, de manera rápida, eficaz y no trumática.