La deuda y el declive de Estados

Los italianos y otros europeos tienen serios problemas para enfrentar sus propias deudas nacionales, pública y privada, por lo que puede parecer presuntuoso que uno de ellos hable del grave y creciente problema de la deuda de los Estados Unidos. No obstante, en la actualidad las realidades fiscales a ambos lados del Atlántico son muy similares, y sólo la persistente confianza en la promesa de EE.UU. mantiene viva la expectativa de muchos europeos de que algún gran golpe de efecto solucione la nefasta situación de endeudamiento.

Por supuesto, muchos estadounidenses reconocen la escala de la deuda de su país. El Almirante Mike Mullen, Presidente del Alto Mando Conjunto y, por ende, el militar estadounidense de más alto rango, declaró recientemente: «el mayor peligro para la seguridad de los Estados Unidos radica en la deuda nacional». Cuatro de diez estadounidenses están de acuerdo con él, mientras menos de tres de cada diez piensan que el terrorismo o Irán son más peligrosos.

El estatus de Gran Potencia de Estados Unidos siempre ha estado vinculado a su nivel de deuda. De hecho, fue la ausencia de deuda lo que marcó su surgimiento como potencia mundial entre 1914 y 1917. Estados Unidos pasó de deber 3 mil millones de dólares (principalmente a Gran Bretaña) a ser un acreedor neto por cerca de la misma cantidad, gracias a los 6 mil millones de dólares en créditos de guerra otorgados a los aliados occidentales. Los 3 mil millones de dólares en créditos para la reconstrucción europea de posguerra cimentaron el estatus de EE.UU. como principal nación acreedora del mundo, con su superávit de cerca del 8% del PGB de la época.

Este cambio significó que Estados Unidos reemplazaba a Gran Bretaña como centro del sistema monetario y financiero del mundo. Anteriormente, gracias al patrón oro y la estabilidad política británica, la City de Londres había sido la fuente clave de capital y garantías financieras por más de un siglo.

La nueva era comenzó repentinamente en enero de 1915 cuando, tras algunos meses de gran incertidumbre, comenzó a transportarse oro a Nueva York en grandes cantidades. Unos cuantos meses antes, el financista de Boston Henry Lee Higginson había esbozado en una carta al Presidente Woodrow Wilson la que debería ser la nueva estrategia de Estados Unidos: «Esta es nuestra oportunidad de tomar el primer lugar», escribió. La casa financiera estadounidense tenía que ponerse en orden, pagar todas las deudas y, como Londres había hecho por largo tiempo, había que mantener la confianza, lo que significaba garantizar la convertibilidad del dólar en oro.

Sola entre las grandes naciones del mundo, Estados Unidos se las arregló para garantizar la convertibilidad del dólar a lo largo de las Gran Guerra. Con la paz, el dólar y Wall Street se convirtieron en la fuerza predominante del panorama financiero mundial. Las reglas del mercado financiero creadas por el Nuevo Trato del Presidente Franklin Delano Roosevelt permitieron que el dólar reemplazara a la libra británica como centro del sistema internacional.

El papel de Estados Unidos como banquero del mundo no tuvo contendores por los siguientes 40 años, hasta que el Presidente Richard Nixon desvinculó el dólar del oro. Sin embargo, incluso sin el patrón oro, el poder económico de Estados Unidos, junto con el reciclaje de petrodólares, mantuvo la primacía del dólar.

De hecho, EE.UU. siguió siendo la principal nación acreedora hasta 1986-1987, cuando nuevamente pasó a ser deudora. En las dos décadas siguientes, su deuda ha sido por lo general de 3 billones de dólares, aumentando o disminuyendo con el tipo de cambio del dólar.

A partir de los 90 Estados Unidos comenzó a importar más y más capital, particularmente desde Asia. En la década de 2000, China se convirtió en la principal fuente de financiamiento de deuda y los estadounidenses estaban más que contentos con ello, ya que permitía a la Reserva Federal mantener bajos los tipos de interés.

Hubo algunos que previeron el peligro. El economista sueco Axel Leijonhufvud previó la inflación de los precios de los bienes (en particular las viviendas) y un empeoramiento de la calidad del crédito. La innovación financiera pronto hizo realidad esa predicción. Baste recordar que en 2008 había apenas 12 compañías públicas en el mundo con calificaciones de crédito AAA, pero más de 60.000 productos financieros estructurados -principalmente estadounidenses- con triple A. Estados Unidos, el banquero del mundo había mutado a fondo de cobertura del planeta.

Con ese cambio se olvidó el imperativo tradicional del banquero de mantener la fidelidad y la confianza, «mantener la fe», como lo expresara Higginson. Y es en la deuda pública de Estados Unidos donde van a parar las promesas incumplidas de su sistema financiero, tal como la enorme deuda pública de Italia refleja la prodigalidad que tuvo en el pasado.

Las cifras para los Estados Unidos son asombrosas. La deuda pública incluye no sólo los actuales 13,2 billones de dólares del gobierno federal, sino otros 3 billones que deben los estados, condados y ciudades del país. Además, las agencias de financiamiento de viviendas respaldadas por el gobierno estadounidense (Fannie Mae, Freddie Mac y otras), que en la actualidad garantizan más del 90% de todas las hipotecas estadounidenses, adeudan 3,9 billones. Como resultado, la deuda pública estadounidense ha llegado a cerca del 140% del PGB.

El Congreso estadounidense sabe bien lo que significan estas cifras, pero sus miembros han preferido cerrar los ojos. De hecho, ya no se requiere que el presidente dé la habitual previsión a cinco años de la situación fiscal del país. Ahora se considera suficiente una perspectiva de un año.

¿Dónde deja esto a la economía mundial? No hay ninguna nueva Gran Potencia que pueda asumir la responsabilidad de las finanzas globales como la hubo en 1914. En ese entonces, Wall Street estaba lista para la tarea. Puede que algún día Shanghai y Honk Kong estén listos, pero de poco sirve esa posibilidad en estos momentos.

El libro más reciente de Mario Margiocco e  «Il disastro americano. Riuscirà Obama a cambiare Wall Street e Washington? (El desastre estadounidense: ¿Podrá Obama cambiar Wall Street y Washington?)

Copyright: Project Syndicate, 2010.
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Traducido del inglés por David Meléndez Tormen