No hace mucho que los círculos de empresarios y ciertos sectores de la burguesía valenciana comienzan a mirar a Cataluña con más ardor que unos años atrás. La urgencia del corredor mediterráneo y el problema sempiterno de la financiación valenciano han puesto la primera piedra. Con todo, los corifeos del PP valenciano no parecen dispuestos a aceptar que haya una segunda piedra. Desorientados en el laberinto de los escándalos que les han llevado a los juzgados un día sí y otro también, ya no saben cómo disimular la inquietud que les retiene cautivos en su propia jaula, una jaula que, con las encuestas apuntando un posible cambio de escenario para el 2015, hace que reconozcan en cualquier elemento que vertebre los territorios de habla catalana los fantasmas que el blaverismo del pasado dictaba en su propia conciencia.
Los cortes de TV3 y Catalunya Radio alejan a la ciudadanía valenciana de este mundo globalizado en el que todo el mundo dice que vivimos. Cualquier información que provenga de más allá del Ebro, para el PP valenciano se ha convertido en aquel otro que Lévinas explicaba que, al ser portador de un mensaje, se convertía él mismo mensaje. La implicación en el interés común de cualquier proyecto que aproxime la ciudadanía catalana y valenciana fertiliza unas ilusiones y unas ambiciones que algunos han decidido que hay que extirpar de raíz.
Y esto les ha llevado a decidir que si queremos ver TV3 o escuchar Cataluña Radio debemos hacerlo por internet. Los ataques que la lengua catalana sufre, ya sea en forma de lazos prohibidos, de emisiones cortadas o de líneas en valenciano suprimidas no surge sólo de la reivindicación de la libertad, sino también de la sumisión de la libertad a una determinada manera de hacer política. Han pasado del pensamiento meditativo (que toda estrategia política exige) a las actuaciones calculadoras.
Mientras me hago a la idea, a las once de la noche me planto ante el televisor y recorro la parrilla con el mando. Algunas televisiones locales han terminado las emisiones y han conectado el satélite y, por tanto, las cadenas internacionales sustituyen a los programas de ámbito local. Pongo en marcha la plataforma digital, donde también hay cadenas internacionales. Hago un recuento de las lenguas y el resultado me presenta ante las narices la kafkiana desglobalización valenciana: inglés, 11; francés, 4; alemán, 3; italiano, 2; ruso, 2; catalán, 0.
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