El del título no es tan sólo un juego de palabras fácil. Atención a la palabra ‘concordia’, porque ya ha avisado Pablo Casado (el hombre, recordémoslo siempre, que propuso salir del espacio Schengen por una resolución judicial europea que no le gustaba) que será «la palabra clave de esta nueva etapa política». Es el nuevo modelo, pues, recién salido de los talleres de la FAES, que presenta al PP para la temporada 18-19. Y esto quiere decir que, como suele suceder con las mentiras elaboradas por este partido, oiremos hablar de ella hasta la extenuación. O hasta la náusea. No es un mal encuentro: ‘concordia’, como ‘libertad’ o ‘democracia’, son nobles conceptos contra los que nadie en principio puede tener nada. Pero ya deberíamos saber que con el que hay que ir más alerta es con las palabras nobles y bellas cuando son secuestradas y utilizadas por aquellos que las odian. Ya advirtió Samuel Johnson que el patriotismo a menudo es el último refugio de los sinvergüenzas, una verdad que podemos comprobar cada día. Y como con el patriotismo, así ha sucedido también, en España, con la democracia y la libertad. Y ahora, también, con la concordia.
Si alguien necesitaba aún más pruebas de que la Transición fue en gran medida una estafa, sólo tiene que comprobar cómo sus principales valedores ahora mismo son individuos de una complexión política, intelectual y moral tan contrahecha como la de Rivera y Casado, y todos los que les van detrás. La Transición fue el punto de partida del periodo de más prosperidad de España, repiten. Esto es muy matizable, aunque es cierto que hubo prosperidad. Ahora bien, ¿era necesario que la prosperidad excluyera la higiene democrática? ¿Era imprescindible que la prosperidad comportara la perpetuación no sólo impune, sino triunfante y descarada, de las estructuras de estado franquistas?
Casado afirma que la creación de una comisión de la verdad sería una distopía, otra palabra que le han enseñado en la FAES y que el presidente del PP debe haber tenido que aprender a decir con un ‘coach’. Dice que la ley de memoria histórica es innecesaria y sectaria, y propone derogarla y a cambio hacer una de concordia. Para simbolizarlo, el PP crea una fundación totalmente nueva, la Fundación Concordia y Libertad (una fundación para cada mentira de propaganda: ¿con qué financiación?) Y pone al frente nada menos que al hijo de Suárez, un saltimbanqui que nos ahorraremos de adjetivar. Afirma, en fin, que hace su propuesta para frenar «la incompetencia de la izquierda radical» (la izquierda radical, aunque parezca mentira, es el PSOE de Sánchez). Es curioso, porque frenar la incompetencia del izquierda radical (y la maldad innata de los catalanes) fue también la excusa de la derecha española para promover un golpe de estado y poner al frente un generalito sin gloria y sin escrúpulos que les hiciera el trabajo sucio. A cambio de la obscena retribución correspondiente, confiscada como botín de guerra o robada durante cuarenta años a través de la corrupción que el PP ha seguido practicando hasta hoy.
ARA