El territorio entre el nacedero del río Ebro y el río Ibaizabal-Nervión habría quedado muy despoblado tras los ataques o razias de los musulmanes entre los siglos VIII-IX, se trataba de una comarca sin una unidad política que en las crónicas árabes se llama de manera genérica Al-Kile (los castillos), subsistiendo en las montañas pequeños núcleos aislados entre sí que eran llamados en las crónicas cristianas “foramontanos”.
En esta extensa comarca del norte peninsular, a partir del siglo IX, se crearon los diferentes condados que se irán uniendo y conformando el que llamará precisamente condado Castilla, fue un largo proceso que no finalizó hasta el siglo XII como vamos a ver.
LA REPOBLACIÓN CON ASTURES Y BASKONES
A finales del siglo VIII comienzos del siglo IX, empezó una rápida repoblación de este territorio por presura u ocupación de las comarcas de las riberas de los ríos así como la roturación de estas tierras, donde pugnaron por su colonización el reino astur por el Oeste y el ducado de Baskonia por el Este, el cual desde el siglo IX será llamado reino de Pamplona primero y de Nabarra después.
En la parte nororiental, la gente refugiada en la montaña que volvió al llano una vez pasado el peligro musulmán, era principalmente de origen baskón como demostraremos, a los que se unieron nuevas aportaciones de baskones que repoblaron las comarcas de:
– Las Enkartaciones, aunque todavía no tendrán ese nombre: tenencias Nabarras de Uharte, Colindres y Sámano. El origen de las Enkartaciones y las «cartas de población» que se les daba a los colonos o «encartados» para repoblar la comarca, lo explicamos en: https://lehoinabarra.blogspot.com/2020/04/las-enkartaciones-tres-tenencias.html.
– El Valle de Mena (hoy dentro de las Merindades).
– Trasmiera, entre los ríos Asón en Santoña hasta el castillo de Cudeyo en la bahía de Santander, poblaciones actuales como las de Santoña, Noja, Argoños, Liérganes o Medio Cudeyo.
– Belorado como centro principal de la que se llamará riojilla burgalesa, con poblaciones como Bascuñana, Herramélluri o Grañón.
– La Bureba con poblaciones como Briviesca, Oña o Poza de la Sal.
-La cuenca del Ebro hasta su nacedero, con las poblaciones actuales de Báscones de Ojeda, Báscones de Valdivia o Báscones del Ebro en Palencia y en la provincia actual de Burgos las de Miranda de Ebro, Pancorbo o Ameyugo.
– Castilla Vetula, hoy llamada Merindades, con poblaciones como: Bricia, Arija, Berberana, Espinosa de los Monteros, Trespaderne, Berberana, Frías, Medina de Pomar, Villarcayo, Merindades de Cuesta-Urria, de Sotoscuevas, de Valdeporres, de Valdivieso, de Montija, Valles de Losa, de Tobalina, de Valdebezana y de Zamanzas.
– Valpuesta en el valle de Valdegovía-Gobiaran (hoy incluida en Merindades).
Los baskones eran sobre todo alabeses y en menor medida bizkaínos, por ser ésta última una tenencia o demarcación administrativa nabarra mucho menos importante y de menos población en esos siglos que Alaba. Bizkaia, además, comenzaba en la Alta Edad Media al Este del río Ibaizabal-Nervión, sin la comarca actual de las Enkartaciones como hemos dicho.
Los tenentes fueron hasta mediados del siglo XIII los recaudadores de impuestos, ejecutores de justicia y defensores del reino de Nabarra en nombre del rey, sin derecho a herencia y de manera temporal. Esta figura no existía en ningún otro reino donde los condes y duques tenían un carácter nobiliario y hereditario.
LAS MONJAS DE SAN MIGUEL DE PEDROSO
La Castilla primigenia se hallaba ocupada en gran parte por el rey astur cuando se creó en el año 759 cerca de Belorado el convento de San Miguel de Pedroso con 28 monjas (hoy desaparecido), en el cual abundaban los nombres baskones o en euskera como los de: Amunia, Munia, Ximena, Uma, Munoza, Sancha, Auria, Andirazo, Anderkina, Gometiza, etc.
Por estos nombres de las monjas, es más probable que esta región fuese baskona antes que astur y que se hubiera conservado libre de la invasión musulmana gracias al refugio natural que da la sierra de la Demanda o Arandio.
En esos momentos, la diócesis a la que pertenecía toda la región era la de Valpuesta en el valle de Valdegobia, hoy provincia de Burgos pero rodeada del territorio alabés. El historiador Fray Justo Pérez de Urbel (Pedrosa del Río Urbel 1895- Valle de los Caídos 1979), en su obra «Los vascos en el nacimiento de Castilla», lo tenía muy claro:
«Valpuesta es el centro más importante de la onomástica eusquérica; pero desde Valpuesta la vemos extenderse por todos los centros de a repoblación de esa zona occidental de Castilla, por Tovilla, Losa, Tobalina, San Millán, Cerezo, las riberas del Oja y los montes de Oca, hasta cerca de Burgos las tierras que nace el Arlanza.
Aquí es frecuente encontrar nombres como Vigila o Vela (cuervo), Velasco (cuervo pequeño), Amunna (abuela), Eita (padre), Jaunti (Señor), Anderezo o Andregoto (de andra, señora); o estos otros de cuño evidentemente vasco: scemenus, Sancius, Hurraca, Anderquina, Ennecus, Ulaquides, Analso, Amusco, Uzanco, Azanus, García (Garcea-Garçea, Garçes-Garcés), Herramel y Oggoiz o Lupus (…)».
El doctor en historia José Luis Orella Unzué en su libro Sancho III el Mayor (edición “Reyes de Navarra” año 2003 pág.66), añadía:
«Estas tierras del noroeste de Castilla eran en la cultura anterior a la romanizada como igualmente lo testifica la arqueología tierras autrigonas por tanto en estrecha relación con el ámbito de la lengua vasca. Además estas tierras gozaban en su derecho privado unas instituciones típicas del sistema jurídico pirenaico, lo mismo que todas las tierras que estaban a su costado oriental” “Sancho III el Mayor”.
Es decir, además de los testimonios indubitables de que se hablaba euskera en la Alta y Baja Edad Media como vamos a ver, se testifica la estructura política de asambleas vecinales, comarcales y las tenencias propias de Baskonia o del reino de Nabarra junto con el derecho foral pirenaico hasta el siglo XVIII. Es más, en Belorado, aún hoy se baila un paloteado «a lo nabarro».
Claudio Sánchez-Albornoz (Madrid 1893-Ávila 1984), catedrático de historia en las universidades de Madrid, Barcelona y Buenos Aires y presidente en el exilio de la Segunda República Española, afirmó en “Vasconia o la España sin romanizar” que “el pueblo castellano nació de la matriz vasco-cantábrica. No soy el primero en lanzar la idea de la acción vasconizante castellana. Menéndez Pidal al estudiar los Orígenes del español, defendió ya la teoría de que Castilla había metido una cuña vasca en Hispania. Aludía al castellano, claro está. Cabe ampliar su tesis de lo lingüístico a lo social y a lo vital”.
La importante aportación del euskera al idioma castellano, nacido en esta comarca en esos siglos IX-XI, se puede leer en: https://lehoinabarra.blogspot.com/2016/07/la-huella-del-euskera-en-el-castellano.html
EL REINADO DE SANCHO III EL MAYOR
Sancho Garcés III el Mayor fue el 8º rey de Nabarra, hijo de Sancho García (o Garcés) II «el Tembloroso» y de la leonesa Ximena Fernández. Sancho se casó con Doña Munia o Muniadona la Mayor, hermana del conde de Castilla.
Con Sancho III el Mayor el reino baskón alcanzó su máxima extensión (1004-1035). Creó el título “rex Dei gratia” y fue llamado por los cronistas árabes «Señor de los Baskones» (amir al-bashkuns). También se le nombra como rey de “Wasconum gens” y de “Wasconum nationem”.
Sancho se hizo cargo del gobierno del condado de su cuñado el conde castellano Garçés o García Sánchez («el joven hijo de Sancho») al ser éste un infante, pero pasó a gobernarlo directamente al ser asesinado en el año 1029, cuando contaba con tan solo 7 años de edad, por los alabeses de la familia Bela, de nombres Rodrigo y Eneko (latinizado como Iñigo), en venganza por la disputa que tuvo esta importante familia alabesa con la familia condal castellana.
Hay historiadores que acusan a Sancho de este regicidio, pero no se han encontrado pruebas al respecto. Sancho III el Mayor tomó a los musulmanes con su ejército las tierras entre los ríos Cea y Pisuerga repoblándolas y creó sobre ella la sede episcopal de Palencia con ellas, entre las de Burgos y León, entre otras muchas decisiones políticas que tomó en Castilla.
En el documento 166 del Cartulario del monasterio de San Millán de la Cogolla del año 1016 sobre privilegios y propiedades entre el Conde Sancho y su yerno Sancho III el Mayor, aparecen las fronteras del reino de Nabarra con el condado de Castilla.
El documento dice: «Una concordia y acuerdo acerca de la división del reino entre Pamplona y Castilla, como ordenaron Sancho conde de Castilla (el padre de Muniadona y de García Sánchez) y Sancho rey de Pamplona (el Mayor), tal como les pareció. Esto es, desde la suma cima al río Valle Venarie, hasta el Grañe donde está el mojón sito y collado Muño, y desde Biciercas (Briviesca, capital de la Bureba) y desde siguiendo hacia el río Razon (Soria), donde nace; después por medio del monte de Calcaño, después por la cima de la cuesta y por medio de Galarza, y allí está el mojón, y hasta el río Tera, allí esta Garrahe, antigua ciudad abandonada (Garray en Soria), y hasta el río Duero. Don Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún Oggoiz de Pamplona, testigos y confirmantes. Año 1016″ Cartulario de San Millán de la Cogolla, La Rioja (reino de Pamplona-Nabarra) doc. 166.
Es decir la frontera occidental entre el reino castellano-leonés, que sustituyó al astur, y el reino baskón-nabarro reconocida por ambas partes, iba desde los montes de Cudeyo en la bahía de Santander (Trasmiera) hasta Arreba (Castilla Vetula hoy Merindades), Urbel (Basconcillos del Tozo), Ubierna y los montes de Oca con frontera en Atapuerca cerca de Burgos capital.
Pertenecían también al reino nabarro las tierras de Soria hasta Garray (antigua Numancia) y la Extremadura soriana hasta San Esteban de Gormaz en la confluencia de los ríos Duero y Tera, que se perdieron después frente a los musulmanes y que fueron retomadas por el rey de Nabarra y Aragón Alfonso I el Batallador en el siglo siguiente.
OTROS DOCUMENTOS SOBRE LÍMITES DE LA CASTILLA DE NABARRA
Según el historiador de las Merindades Sainz de Baranda, el valle de Arreba perteneció al conde Salvador González por su esposa doña Munia (nacedero del río Ebro), el cual representó el dominio más avanzado del rey nabarro Sancho Garçés IV el de Nájera (el hijo primogénito de Sancho III el Mayor), tal como figura en el documento de fundación de Santa María la Real de Nájera (1052): “ex dia vero parte ex Alabe terminis usque in Arrepan et Cuteliun Castrum in Asturiis”.
En el Cartulario de Santillana del Mar, en un documento se da fe de una donación testamentaria de varias heredades localizadas en los lugares de Igollo de Camargo y Santa Cruz de Bezana efectuada a la Abadía de Iliana (Santillana) por doña Eylo y su esposo, Vellido Monioz:
“Comite Monnio Munnioz (signum) feci et confirmabi. Senior Loppe Hellakoz (signum) feci et confirmabi. Senior Galindo Bellakoz (signum) feci cf confirmabi. Senior Fortun Lopez (signum) feci et confirmabí. Senior Sancio Lopez qui (signum) feci et confirmabi. Didaco Aluariz (signum) feci et confirmabi. Gonsaluo Gideriz (signum) feci et confirmabi. Fredinando Gonsaluiz (signum) feci et confirmabi.(….)
Todos estos tenentes e importantes personajes están ampliamente documentados como suscriptores de los diplomas del rey nabarro Garcés de Nájera en los años inmediatamente anteriores y posteriores al año 1047, además, todos ellos desempeñaron un destacado papel político y militar en territorios castellanos, alabeses y bizkaínos del reino de Nabarra.
Por tanto, estos documentos y otros muchos más, nos marcan las fronteras del ducado de Baskonia en el siglo VI-VII como vamos a ver y después del reino de Pamplona-Nabarra entre los siglos IX-XI, tierras dadas por Sancho III el Mayora a su hijo primogénito Sancho Garçea “el joven” el de Nájera (latinizado como García), y gran parte de ellos siguieron en Nabarra con Alfonso I el Batallador hasta su muerte en 1134.
TRAS LA MUERTE DE SANCHO III EL MAYOR
Tal y como recogen los historiadores nabarros Iribarren y Campión, Sancho III el Mayor dejó a su primogénito “toda la población euskara”.
El historiador español más importante del siglo XX, Menéndez Pidal (La Coruña 1869-Madrid 1968), en el libro «España y su Historia» explicaba que el rey nabarro Sancho III el Mayor en el año 1035: «reparte sus estados entre sus cuatro hijos, apareciendo como uno de los más audaces estadistas estructuradores de fronteras y de pueblos, dejando al primogénito García el solar de la dinastía, el antiguo reino de Nabarra, homogéneamente vascón por su lengua (…)»
Respecto a la herencia de su segundo hijo, según explica José Luis Orella Unzué: “A Fernando se le dio parte de Castilla, porque la otra parte de la misma Castilla como eran las mandaciones de Castella Vetula o Castilla Vieja entre Trasmiera y la Bureba hasta el Arlanzón, pasaron como herencia materna al primogénito García (el de Nájera)» (“Sancho III el Mayor” edición “Reyes de Navarra” pág.67).
Otro importante historiador nabarro, José María Lacarra (Estella-Lizarra 1907-Zaragoza 1987), comentaba lo mismo, cómo Sancho III el Mayor dejó para su primogénito García IV el de Nájera “los territorios cis-pirenaicos de habla vasca, más una marca fronteriza, que era precisamente la que constituyó el núcleo originario de Castilla, desde la bahía de Santander hasta los montes de Oca con la Bureba incluida hasta Atapuerca, a las mismas puertas de la capital burgalesa, las mandaciones de Castella Vetula«.
Se trataba de casi la mitad del territorio o comarca sin unidad política de lo que se llamaba Castilla como hemos visto, de fuerte presencia de gentes baskonas o euskaldunes.
LA HERENCIA DE FERNANDO I EL GRANDE
El segundo hijo de Sancho III el Mayor, Fernando I el Grande (1035-65), heredó por tanto en el año 1029 el condado de Castilla de su tío por parte de madre y la «potestas» o gobernación de la Castilla de Nabarra. Por estas tierras nabarras de Castilla, Fernando I el Grande fue vasallo de su padre primero y después de su hermano mayor Sancho Garçés IV el de Nájera, rey de Pamplona-Nabarra que tendrían sin embargo el «imperium» o soberanía sobre ellas.
Un documento del año 1037 del monasterio de Leire, cuna del reino baskón, dice que Sancho Garçés IV el de Nájera era soberano en Pamplona y Castilla y su hermano bastardo Ramiro gobernaba en Aragón y su hermano pequeño Gonzalo en Sobrarbe, se resumían así los territorios de la corona Nabarra donde estaba Castilla Vieja: “Garsia, in Christi gratia princeps in Pamplona et in Castella, Ranimirus, in Christi auxilium regulus in Aragone, Gondesalbo, regulus superarbe”. Sin embargo, el documento no alude al otro hermano, al conde de Castilla Fernando, ya que es un condado de soberanía leonesa.
Fernando estaba casado con la hermana del rey de León Bermudo III, al que se enfrentó, venció y mató en la Batalla de Tamarón en ese año 1037 con la ayuda precisamente de su hermano mayor Sancho Garçés IV el de Nájera. Es así como, el que era un simple condado o marca (tierra de disputa) entre los dos poderosos reinos cristianos de León y de Pamplona-Nabarra, tomó un inesperado protagonismo en la historia que ni su conde más importante hasta entonces, Fernán González (932-970), hubiera esperado, llegando incluso a anteponerse en la denominación a León, pues será más conocido en la historia como el reino de Castilla y León.
EL FRATRICIDIO DE FERNANDO EN ATAPUERCA
Pero, Fernando I nunca estuvo de acuerdo con la división de Castilla y el reparto con su hermano de la herencia castellana que dispuso su padre, lo que les llevó finalmente a una guerra fratricida.
El fatal desenlace tuvo lugar el 1 de septiembre del año 1054 en Atapuerca, a tan solo 8 kilómetros de Burgos capital, en el que era entonces el mojón entre Nabarra y el reino de León donde habría un Olmo (el olmo de Burgos o Atapuerca).
El rey nabarro Sancho Garçés el de Nájera murió en esta Batalla, recibiendo la extrema unción de San Iñigo de Oña allí mismo y fue llevado por su propio hermano Fernando a Nájera para que ser enterrado en Santa María la Real, ciudad riojana donde estaba la Corte Nabarra. En Atapuerca hay un Monolito que hace de mojón y que reza así: “Fin del rey don García de Nabarra Batalla de Atapuerca 1054”.
Tras esta batalla el monasterio de Oña en la Bureba pasó al condado de Castilla y a soberanía leonesa, lo que aprovechó Fernando I para llevar el sepulcro de su padre de Oña a la catedral románica de San Isidoro de León que había mandado construir. Los monasterios de San Salvador de Oña y San Millán de la Cogolla, fueron agasajados tanto por castellanos como por nabarros.
Fernando dejó de rendir definitivamente vasallaje a Nabarra por la parte occidental de Castilla, aunque probablemente lo había hecho desde que fuera nombrado rey de León en 1037, aunque la verdadera heredera del reino era su mujer y él el rey consorte.
Los leoneses se hicieron con toda la comarca llamada de los castillos o Castilla del reino de Pamplona o Nabarra tras la Batalla de Atapuerca. Nabarra perdió los territorios de Urbel, Ubierna y La Piedra en ese año 1054; poco después, en el año 1057 le tocó el turno a Valpuesta (Valdegobia) y en el año 1058 a la Bureba.
Fernando I el Grande marcó el Ebro como frontera con Nabarra y a su muerte en el año 1065 dividió su reino entre sus hijos como lo hiciera su padre, pero con una peculiaridad muy entendible.
Al primogénito, Sancho le dio el condado de Castilla pero como rey-soberano, creando así el reino de Castilla; a su hijo Alfonso VI que se auto-apodó «el Emperador», su favorito, le dio el reino de León que era «la parte más extensa, valiosa y emblemática»; a su hijo otro García le hizo rey-soberano de Galicia (entre los ríos Duero-Miño), al que despojaron después del título sus hermanos, volviendo a integrarse en León.
Finalmente, dejó las rentas de Zamora a su hija Urraca y a su otra hija Elvira las de la población zamorana de Toro, pero ambas sometidas a su hermano el rey de León.
LA RECUPERACIÓN DE LA CASTILLA DE NABARRA
Sin embargo, el heredero del rey nabarro Sancho Garcés IV el de Nájera y de Estefanía de Barcelona, Sancho García IV el de Peñalén (1054-76), recuperó las tierras castellanas arrebatas a Nabarra por Fernando I el Grande tras su muerte, salvo la comarca de Urbel y Ubierna, restableció las fronteras del reino, gracias sobre todo al tenente de Pancorbo Sancho Fortuñón o Fortuniones, el cual dominaba los montes Obarenes, y después a Jimeno Fortuniones desde 1071.
Pero, los castellanos no se cesaron de sus intenciones y cayó toda la Castilla de Nabarra de nuevo en manos castellano-leonesas tras el regicidio de Peñalén en el año 1076, mediante la conspiración de los nobles castellanos, los López de Haro junto a otros tenentes nabarros que querían la tenencias en propiedad (como los señores feudales de Castilla) y los hermanos del propio rey.
Este negro episodio de nuestra historia lo narramos en este otr artículo: https://lehoinabarra.blogspot.com/2018/12/la-felonia-de-los-lopez-de-haro-y-como.html
En 1099 había un único gobernador castellano desde la Bureba hasta Pancorbo de nombre Gómez González. Pero, 10 años después, en el año 1109, el rey de Nabarra y Aragón Alfonso I el Batallador recuperó el territorio histórico de Nabarra tras su boda con Doña Urraca de León (nieta de Fernando I el Grande e hija de Alfonso VI el Emperador).
Alfonso I el Batallador logró restaurar en gran parte las fronteras, y castellanos y nabarros firmaron el pacto de Tamara en el año 1127, la Castilla de Nabarra volvió por última vez al reino baskón, no así Trasmiera hasta la bahía de Santander ni la comarca de Urbel-Ubierna.
El historiador estellés José María Lacarra (1907-1987), en su libro “Historia del Reino de Navarra en la Edad Media”, explicaba el contenido de este documento y nos daba la nueva frontera entre Castilla y Nabarra:
“En el Pacto de Tamara de 1127, Alfonso I el Batallador entregó a su hijastro el reino de León-Castilla que tenía por ser rey consorte, a cambio de que le devuelva todo lo invadido y se restituyan las fronteras Navarra de Sancho III el Mayor: Belorado, Soria, y la Extremadura Soriana hasta San Esteban de Gormaz. La frontera sería Atienza, Sigüenza y Medinaceli que quedaron para Castilla”.
Alfonso I dejó por escrito en un documento de 1131, que el territorio soberano de Nabarra iba “desde Belorado hasta Pallars y desde Bayona (Lapurdi) hasta Monreal (de Teruel)”.
Los tenentes nabarros documentados y alcaides del castillo de Belorado en la riojilla burgalesa así lo confirman, sus nombres eran: Aznar Sánchez en el año 1116, Fortún Garcés Cajal en 1120, Gassion entre 1129 y 1131 y Fortún Iñiguez en el año 1133.
El nuevo tenente de la Bureba, sería uno de los hombres de confianza y grandes del reino nabarro, el mencionado Fortún Garcés Cajal en el año 1129, que lo había sido también del castillo de Grañón en la frontera con La Rioja en el paso del Camino de Santiago entre Santo Domingo de la Calzada y Belorado (en los años 1116 y 1133); después, Garcés Cajal fue tenente de la importante villa y tenencia de Nájera (1134). Los últimos tenentes nabarros documentados de la tenencia de Pancorbo fueron Bernardo Gómez en 1110 y Orti Ortiz en el año 1129.
Por tanto, Nabarra recuperó con Alfonso I el Batallador todos sus territorios castellanos menos los de las tenencias de Urbel-Ubierna y la Trasmiera. A la muerte de este rey en el año 1134, Castilla volvió a atacar a Nabarra y se hizo con toda la parte castellana, oficialmente, desde el año 1136.
EL FINAL DE LA CASTILLA DE NABARRA
No acabó ahí todo, Sancho VI el Sabio de Nabarra recuperó parte de la Castilla de Nabarra con casi toda La Rioja que también había sido ocupada en el año 1160, pero Alfonso VIII de Castilla contraatacó en el año 1173 y recuperó todo el territorio perdido.
Entre los castillos que había recuperado Sancho VI el Sabio, según el Laudo Arbitral de Londres de 1177, estaban los riojanos de Quel, Ocón, Pazuengos, Grañón y Treviana, los castellanos de Cerezo de Río Tirón (cercano a la Bureba), Valluércanes (también en el Ebro), Ameyugo (al otro lado del paso de Pancorbo en los montes Obarenes) y Santa Gadea (Oña), también Miranda (se cree que Miranda del Arga y no del Ebro, aunque por la enunciación del laudo quedan dudas), Murillo (hay varios posibles), Leguín (Alta Nabarra), los alabeses de Salinas, Portilla y el castillo de Godín (posiblemente en La Puebla de Labarca), así como el bizkaíno de Malvecín o Malmasín (Arrigorriaga).
Anacleto Ortueta historiador y político bizkaíno (1931) escribía: “Así en 1179, Sancho VI el Sabio, perdió otra vez La Rioja y Bureba, que parcialmente había recuperado en 1160, y también perdió la Álava Occidental y Vizcaya menos Durango, y por fin, caída Vitoria en 1200, se consumó la obra de desmembración”.
La invasión castellana del año 1200 a toda la Nabarra Occidental la explicamos en este otro artículo: https://lehoinabarra.blogspot.com/2014/07/bizkaia-fue-invadida-entre-1199-1200.html
LA NUEVA FRONTERA ENTRE CASTILLA Y NABARRA
Rufino Gómez Villar, experto divulgador de la toponimia y cultura de la comarca de Belorado en su trabajo «Toponimia vasca en la comarca de Belorado», explicaba como:
“En la larguísima contienda militar navarro-castellana, librada por el control de este extremo noroccidental de la depresión del Ebro, deben buscarse algunas de las causas de su pujanza económica medieval -en Belorado se creó una aduana que controlaba el tráfico comercial entre La Rioja y Burgos- y la confirmación de una personalidad fronteriza que se ponía de manifiesto incluso en las normativas municipales: todavía en 1470 los vecinos de Belorado estaban obligados a enviar mensajeros a la frontera de Navarra para la guarda y defensa de la Tierra. Aún hoy el nombre de un pago rústico del pueblecito de Castidelgado -Castilla- recuerda que, durante el reinado de Alfonso VIII (1170-1214), los límites entre ambos reinos estaban marcados por las aguas del río del lugar, el arrollo Roblillos».
Sigue Rufino explicando: «La comarca beliforana osciló entre uno y otro reino hasta que, en 1177, Sancho VI el Sabio de Navarra y Alfonso VIII de Castilla acordaron aceptar el arbitraje del rey de Inglaterra, Enrique II Plantagenet, sobre los territorios disputados. La zona quedó definitivamente para Castilla pero es obligado advertir que una de las alegaciones presentadas por los negociadores navarros reclamaba expresa y puntualmente Belorado, la vieja aldea de Foratu, que posteriormente se convertiría en sede de una tenencia Navarra”.
Ruinas del castillo nabarro de Belorado (su ubicación sobre el pueblo se ve en la foto de arriba). El castillo estaba sobre la misma población sobre la roca labrada con un torreón y un recinto adosado. Lo más espectacular es el grosor de sus muros de 4 metros, el doble o más de la mayoría de los castillos nabarros de la época, así como su altura, de entre 25-30 metros con 4 plantas.
La población se encuentra a orillas del río Tirón en su paso natural del Valle del Ebro a la meseta por la Bureba.
https://lehoinabarra.blogspot.com/2022/12/la-castilla-de-nabarra-baskona-y.html